Enero 15, 2019 | Por: Yuri Gabriel Beltrán Miranda
Al final,
lo que importa no son los años de vida,
sino la vida de los años
Abraham Lincoln
Hace
veinte años, con motivo de la reforma político electoral de 1996 la ciudadanía
del entonces Distrito Federal iniciaba su incursión a la democracia al
establecerse en su Estatuto de Gobierno elementos novedosos relacionados con la
elección de sus autoridades locales. Por vez primera, la capital del país
tendría un organismo electoral propio.
El
Instituto Electoral del Distrito Federal abrió
sus puertas en enero de 1999. Su primer Consejo General trabajó inicialmente en
el sótano de la Asamblea Legislativa, desde donde se generaron los primeros
acuerdos. El trabajo no se hizo esperar. A la vuelta de la equina estaba la
elección del 2000, en la cual se tendrían que instalar más de 11 mil casillas
para recibir el voto de 6.3 millones de ciudadanos.[1]
Pero
si algo llama la atención de la génesis del IEDF es que - a pesar de lo
limitadas que fueron sus primeras condiciones materiales o de lo desafiante que
es el tamaño de su listado nominal – desde sus primeros momentos se distinguió
por las ganas de innovar. En este primer ejercicio se utilizó una mascarilla
Braile que permite que personas ciegas o con debilidad visual conozcan el
contenido de la boleta y ejerzan su sufragio, sin que su voto pueda ser
distinguido. Se amplía la comunidad política, sin poner en riesgo la secrecía
del voto.
La
legislación de aquellos años también incorporó un distintivo para la Ciudad que
se ha mantenido intocado. Los cómputos habrían de realizarse inmediatamente
después de concluida la jornada electoral, lo que permite que los capitalinos
tengan resultados oficiales apenas unas horas después de haber ido a votar.
Esta celeridad para hacer el recuento final de los sufragios ha sido reconocida
en informes de organizaciones locales de observación, así como en los de la
Organización de Estados Americanos (OEA)[2].
Apenas
dos años después de esa primera elección, el Instituto tuvo un nuevo desafío.
La construcción de los segundos pisos del periférico fue puesta a consulta de
los ciudadanos en un plebiscito y el IEDF fue llamado a organizarlo en apenas
tres meses. El resultado no es menor: se instalaron 6,166 mesas en las que
participaron más de 420 mil ciudadanos.
Un
año más tarde, en 2003, el Instituto asumió su segunda elección. En ésta se
consolidó como fuente de innovaciones en los materiales para personas con
discapacidad. Surgió así el sello “X”, diseñado para ser utilizado por personas
con falta total o parcial de alguna extremidad superior. El dispositivo se fija
al muñón para trazar una marca en el partido o candidatura que prefiera el
ciudadano.
Además,
se convino con la autoridad electoral brasileña el préstamo de urnas
electrónicas para hacer una prueba piloto en la Ciudad de México. Al detectarse
que éstas tienen buena aceptación entre los capitalinos, el Instituto coordinó con
Universidades mexicanas que se desarrollaran tecnologías propias. A finales de
2005 el IEDF recibió 60 urnas electrónicas que se fueron probando en diferentes
ejercicios, incluyendo una prueba piloto no vinculante en las elecciones del
2006.
La
ventana de oportunidad para ampliar esos desarrollos estuvo dada por un cambio
en la norma comicial. El Código de Instituciones y Procedimientos Electorales
del Distrito Federal (CIPEDF) que se acordó después de la elección del 2009
reconoció el derecho de los capitalinos a votar desde fuera del país. Lo
hicieron por primera vez en 2012 y lo volvieron a hacer en 2018. Los oriundos
de la Ciudad que viven fuera del país ejercen su voto con mucho mayor
frecuencia que los originarios de otras entidades federativas.
La
ley aplicada en 2012 facultaba al Consejo General del IEDF a decidir la
modalidad para recibir la votación foránea. No es de extrañar que un Instituto
que había nacido innovador, se pronunciara por permitir el voto a través de
internet. Se creó así un sistema que garantiza la seguridad del voto y su
secrecía. Éste fue confirmado por la Sala Superior del Tribunal Electoral, la
cual encontró niveles razonables de confianza, dada su idoneidad para
garantizar la emisión del voto, de acuerdo con los principios de universalidad,
libertad y secrecía.
Desde su primera
implementación en 2012 hasta la fecha, el Instituto ha recibido más de 500 mil
votos y opiniones a través de internet. El sistema se ha seguido reforzando, a
partir de las opiniones de partidos políticos y grupos de expertos, de manera
que la versión actual es mucho más robusta y moderna que la que se utilizó en
la elección foránea del 2012.
Pero si bien el voto por
internet es fundamental, hay que reconocer que el sufragio en boletas
tradicionales sigue siendo el que se ocupa con mayor frecuencia en elecciones y
ejercicios de participación ciudadana. Por eso hay que destacar el Programa de
rehabilitación de materiales que
permite que urnas, mamparas y canceles – entre otros – se recuperen al terminar
cada proceso para su reparación y limpieza. Ello permite al Instituto volverlos
a utilizar, lo que evita compras innecesarias. Este año el Instituto ahorró más
de 95 millones de Pesos, gracias a este programa.
Ahora bien, si el Instituto
Electoral de la Ciudad de México administra rigurosamente elecciones de gran
tamaño, innova en materiales y procesos y sistematiza todas esas acciones en
procedimientos replicables a lo largo de los años, entonces está a la altura de
los mejores organismos electorales del mundo. Con eso en mente, en 2016
solicitó se revisara su eventual certificación bajo la norma ISO/TS17582:2014 (ISO-Electoral).
Ésta fue diseñada por organismos internacionales (ISO, OEA, Carter Center,
Comisión de Venecia, etc) incorporando en ella los estándares en la materia más
demandantes. Venturosamente el Instituto Electoral del DF logró ser el primero
en México que logra tal distinción. Es, además, el único organismo subnacional
que alcanza tal certificación en todo el planeta. Año con año el certificado ha
sido ratificado, después de auditorías externas en las que se verifica que el
quehacer institucional se mantiene apegado a los requerimientos internacionales
en materia electoral.
El Instituto no ha perdido su
carácter innovador. De hecho, en 2018 logró resolver uno de los efectos
indeseados de la casilla única. Se ha detectado que, ocasionalmente, los
funcionarios de casilla pueden equivocar el armado de los paquetes e incorporar
material local en el envío que se hará a sedes nacionales, en lugar de ponerlo
en el paquete que se dirigirá a la sede local. Ello podría poner en aprietos al
cómputo de la Ciudad que debe hacerse la noche misma de la elección.
Para corregir oportunamente
esos errores, este año el IECM incorporó tecnologías de radiofrecuencia que
permiten detectar material local en los paquetes que se remiten al INE, sin la
necesidad de abrirlos. Una vez ubicado el paquete que contiene la documentación
equivocada, la autoridad nacional – en presencia de partidos políticos y
consejeros – puede abrirlo para hacer la devolución en condiciones idóneas.
El
Instituto Electoral de la Ciudad de México ha dotado de confianza a los
procesos electorales en la Ciudad, al tiempo que se ha permitido ser fuente de
innovaciones en el sistema electoral mexicano. Su apego a estándares
internacionales lo ubica a la altura de los mejores organismos electorales en
el planeta.
Pero las
tensiones siempre están presentes. El Instituto debe mantenerse defensor de su recurso
más importante: su independencia y autonomía. Es en torno a ese valor que se
han conseguido los logros más importantes, pues dependen siempre de
motivaciones técnicas. El personal que labora y laboró en el Instituto es
consciente de la importancia que estos valores suponen para los organismos
democráticos. Por eso, estoy seguro, seguirán las innovaciones, pero siempre en
el marco de los principios que guían la función electoral
@yuribeltran