El disco en vivo que faltaba de Pink Floyd
Desde hace años, el guitarrista David Gilmour y el bajista Roger Waters viven de la greña, especialmente sobre sus aportaciones como miembros de Pink Floyd –al menos durante su etapa clásica, entre 1973 y 1983–. Hablamos de los discos: Dark Side of the Moon, Wish You Were Here, Animals y The Wall, junto con el apéndice titulado The Final Cut.
Los fans se pelean sobre si se puede considerar a los discos de la era Gilmour como parte del legado de Pink Floyd, o si, según el purismo de Waters, son imitaciones. En mi opinión, el bajista se agotó creativamente en los noventa y solo vive de viejas glorias y de explotar lugares comunes y consignas, mientras el guitarrista sigue produciendo cosas que valen la pena.
Pero antes de esa época, Pink Floyd surgió como una banda innovadora, en 1967, con el disco The Piper At The Gates Of Dawn. La razón principal fue la genialidad de su primer líder: Syd Barrett. Si alguien ayudó a cambiar la escena musical de los sesenta, fue él: en vez de imitar a cantantes estadounidenses, como hacían Lennon, McCartney, Jagger y demás, tuvo la osadía no solo de sonar como un inglés cantando, sino de traer lo británico al rock con temas sobre travestis cleptómanos, gnomos, espantapájaros y mucha psicodelia.
Tras el colapso mental de Barrett, Waters, el baterista Nick Mason y el tecladista Richard Wright reclutaron a Gilmour, grabando entre 1968 y 1973 una serie de álbumes que suenan transicionales entre la primera etapa y el Pink Floyd “clásico”. Como fan de hueso colorado, tengo una colección casi completa de discos en vivo no oficiales de la banda, y los de esos años son interesantes, aunque confiaban demasiado en recursos tecnológicos como grabaciones, sistemas de amplificación sofisticados y largas improvisaciones. Además, existen muy pocas grabaciones decentes con Barrett.
Durante largo tiempo, solo se podía imaginar cómo podrían sonar muchas canciones de esos años en vivo, hasta que Mason armó una banda para, justamente, interpretar ese repertorio: Nick Mason’s Saucerful of Secrets. Los resultados, de verdad, son emocionantes: me sorprendí tocando guitarra aérea durante casi todo su primer lanzamiento. Pero vayamos por partes.
Mason nunca fue una fuerza creativa detrás de la banda. Tampoco es un baterista con grandes habilidades. Sin embargo, es la única persona que participó en todos los discos de Pink Floyd. Los discos que ha grabado como solista han servido para que otros talentos se posicionen a partir de su nombre, como Nick Mason’s Fictitious Sports, en el caso de Carla Bley o los álbumes que hizo con Rick Fenn. Además, todo indica que es un tipazo muy ameno: no solo la lleva bien con Gilmour y Waters, sino además sus memorias, Inside Out. A Personal History Of Pink Floyd, se leen de maravilla.
¿Qué escuché en el disco Live At The Roundhouse? Una banda de personas que la están pasando muy bien reinterpretando, con cierta libertad, el repertorio del primer Pink Floyd. En el grupo está, además, el bajista Guy Pratt, quien fue reclutado por Gilmour desde 1987 para las giras con el fin de promover A Momentary Lapse of Reason y The Division Bell, así como sus propias giras solistas. Es tan parte de la familia floydiana que está casado con una hija del fallecido Richard Wright.
Las canciones reviven esos años sin recurrir a largas improvisaciones o abusar de recursos tecnológicos: son cinco personas, con mayor pericia en sus instrumentos que el Pink Floyd clásico, quienes le inyectan nueva vida a un repertorio que debió tener mucha más atención de la que ha tenido. En instrumentales que antes daban para devaneos, como Interestellar Overdrive, juegan con varios motivos melódicos de esos años, adaptando la pieza a oídos más contemporáneos. Incluso les dan nueva vida a canciones como The Nile Song, que pasa de ser una canción pesada, a una interpretación irreverente pero maravillosa.
Si son fans de la banda, corran a comprarlo. También aplica si creen que Pink Floyd se reduce a unas cuantas canciones de sus álbumes clásicos. Si no, abróchense los cinturones y programen su trayectoria al corazón del Sol.