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La batalla por San Lázaro

Supongamos que el sueño presidencial se hace realidad. Que el 2 de julio de 2024 los electores otorgan al partido del gobierno una apabullante victoria, carro completo en los distritos electorales. Morena gana los 300 distritos electorales.

Morena tendría 300 diputados. Ni uno más. No tendría derecho a recibir curules plurinominales. Lo anterior obedece a una regla constitucional, de esas que ahora la ignorancia tacha de “neoliberales”, conforme a la cual ningún partido político podrá tener, por sí mismo, más de 300 curules, por ambos principios. (Artículo 54, fracción IV).

El presidente ha declarado en repetidas ocasiones que tiene un “plan C”, para disponer en las Cámaras de los votos que aseguren la aprobación de sus iniciativas de reforma constitucional, a partir del 1 de septiembre de 2024. También ha anticipado el contenido de algunas de esas iniciativas, como elegir por voto universal, secreto y directo, a los ministros de la Corte y magistrados electorales.

Para reformar la Constitución es requisito el voto aprobatorio de las dos terceras partes de los legisladores presentes en cada Cámara. Si los 500 están presentes en el salón de sesiones, se requieren 334 votos. Morena no puede, por sí mismo, alcanzar ese número de diputados. ¿Podría alcanzarlo con la suma del PT y del PVEM? Teóricamente si. Pero la norma constitucional que limita la sobrerrepresentación, así como las reglas que, para evitar el fraude a la ley que se produjo en 2018, dictó el INE en 2021, hacen que esa posibilidad sea remota.

En el Senado es también remoto que Morena alcance, solo o acompañado por sus aliados, los 86 votos requeridos para aprobar reformas constitucionales. Si ganara todos los escaños de mayoría obtendría 64, por definición no tendría uno solo de primera minoría. Para completar los 86, tendría que obtener 22 de representación proporcional, para lo que requiere un porcentaje de votación de, al menos, un 68.75%. No es imposible, pero se antoja remoto.

La única manera de que se cumpla el sueño presidencial es que los aliados de Morena aporten los escaños y curules que le harían falta. El presidente da por descontado el apoyo de al menos 17 legislaturas locales, que es el otro requisito para aprobar reformas constitucionales. Bajo esa perspectiva, lo que provocará el sueño presidencial es una pesadilla para Morena al momento de negociar las alianzas con el PT y el PVEM. Los dos partidos satélites tendrán la mejor oportunidad en años para encarecer su mercancía y venderse muy caro. Si les paga, el comprador reducirá sus posibilidades de alcanzar las dos terceras partes en San Lázaro, y en el Senado eso será imposible.

Las cuentas no cuadran. En política y elecciones, el que no sabe contar, no cuenta.

Tan importante como las cuentas son los propósitos. El presidente pretende obtener un apabullante apoyo electoral en 2024 para proseguir la destrucción institucional, la demolición de todo lo que no quiere, o no entiende. A menos que alguien pruebe que esa tarea demoledora puede hacerse entre el 1 y el 30 de septiembre de 2024, cabe afirmar que el inquilino de Palacio está pavimentado su camino al Maximato; lo que tiene como requisito, sine qua non, que la corcholata ganadora del premio se transforme, el 1 de octubre de 2024, en humilde nopalito… o nopalita.

La batalla por San Lázaro ya comenzó. El mismo día, en la misma casilla, el mismo elector votará por legisladores y para presidente. Hay una interrelación entre esas decisiones, a las que, además, en todas las entidades federativas se sumarán las que adopte cada elector al votar también para cargos locales. Suponer que la otra batalla, por la silla del águila, está perdida de antemano, es un grave error. Como lo es lo contrario.

Posdata. Según el artículo 65 de la Constitución, en el año de inicio del mandato presidencial el Congreso inicia sesiones el 1 de agosto. Pero la actual legislatura (LXV) fue electa hasta el 30 de agosto de 2024. El galimatías es producto de la reforma electoral de 2014. El diputado Rubén Moreira (PRI) ha hecho notar el problema y tiene presentada iniciativa para remediarlo. 


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Jorge Alcocer V.

Director fundador de Voz y Voto. 

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