Ley de Herodes
La pandemia de Covid-19 pegó a las precampañas presidenciales en Estados Unidos. Se suspendieron los eventos políticos y, de las 24 elecciones primarias programadas entre el 17 de marzo (cuando comenzaron a generalizarse los cierres de la actividad pública) y el 31 de mayo, sólo 5 se llevaron a cabo como estaba previsto. En otros 7 estados el voto fue exclusivamente vía postal, en Puerto Rico se suspendió indefinidamente y en los demás casos se pospusieron para después de mayo.
Pero no han sido semanas perdidas para el proceso electoral. Por una parte, el 8 de abril, Bernie Sanders abandonó la precampaña presidencial demócrata, con lo que Joe Biden quedó como candidato de su partido. Por otra parte, la economía de Estados Unidos, especialmente el empleo –una de las principales banderas de éxito del presidente Donald Trump–, se ha hundido hasta su peor nivel desde la Gran Depresión de hace 90 años.
Los pasos de Biden
De los más de 10 precandidatos que llegó a tener el Partido Demócrata (pd), tras sus sucesivas renuncias finalmente sólo queda Joe Biden, vicepresidente de 2009 a 2016. Él aún no es formalmente el candidato presidencial demócrata; eso ocurrirá hasta que lo designe la Convención Nacional de su partido (cnd), programada originalmente del 13 al 16 de julio, pero también postergada por la pandemia para el periodo del 17 al 20 de agosto. ¿Qué sigue para los demócratas?
La primera tarea será volver a unir al partido. El 08 de abril, cuando quedó como el único precandidato, Biden tenía 53% de los delegados para la cnd (esta proporción se mantiene casi igual tras los resultados de las primarias del resto de abril y de mayo). Como se ve en la Gráfica 1, Barack Obama en 2008 y Hillary Clinton en 2016, quienes obtuvieron la candidatura demócrata en esos años, contaron con un porcentaje de delegados bastante similar.
Para 2008 y 2016 los datos son de toda la precampaña. Para 2020 el corte es al 08 de abril. En 2020 los porcentajes no suman 100% por los delegados que se asignaron a otros precandidatos.
Sin embargo, sus resultados electorales fueron muy diferentes. Aunque la precampaña de 2008 fue muy apretada, el discurso de cambio y esperanza de Obama atrajo a jóvenes, a afroestadounidenses y a quienes inspiraba la idea de tener –por primera vez– un presidente afroestadounidense. Clinton, en cambio, con una precampaña más holgada en 2016, no fue capaz de generar ese mismo impulso ni de mantener el apoyo generalizado de la clase trabajadora –históricamente prodemócrata–, pero para quien Trump parecía más atractivo. Dicho de otro modo, el que Biden obtenga la mayoría de los delegados para la cnd no es un buen predictor sobre su resultado electoral. Una cosa es que Nancy Pelosi –presidenta de la Cámara de Representantes y notoria opositora a Trump– y sus antiguos contrincantes, Elizabeth Warren y Sanders, hayan dado públicamente su apoyo a Biden. Otra cosa muy distinta es que los ciudadanos que simpatizan con los demócratas vayan a votar por él.
Eso es especialmente relevante porque los resultados de las primarias muestran un sesgo notable: los jóvenes y los hispanos tendían a apoyar a Sanders más que a Biden (quien, a su vez, contaría con más apoyo entre los afroestadounidenses y los mayores de 65 años).1 El voto juvenil es especialmente relevante. Si un candidato los entusiasma, pueden volverse activistas muy enérgicos para él o ella. Si no hay alguna candidatura que los emocione, posiblemente ni siquiera vayan a votar.2 Sanders les prometía una «revolución» mientras que, Biden, regresar a la «normalidad».
Biden tiene aún un pendiente que podría ayudar a atraer a más votantes y a fortalecer la unión del partido: la elección de la candidatura vicepresidencial. Ha asegurado que será mujer y ha sugerido que podría ser afroestadounidense.
Además, contar con una mujer como su compañera de fórmula también podría contribuir a contener los posibles daños a su imagen derivados de acusaciones de acoso. Hasta el momento, siete mujeres han dicho que, durante alguna interacción que tuvieron con Biden, sintieron que él violó su espacio físico y que las hizo sentir incómodas, y otra mujer lo señaló por acoso sexual, lo que él negó semanas después. Aunque vivimos en la época del #metoo, la elección de Trump apunta a que ese tipo de señalamientos todavía tienen poco peso en la mente de los electores para definir su voto.
En todo caso, Biden no parece ser un candidato que emocione inmediatamente. Su principal reto será justamente conseguir eso. En un mundo sin pandemia, Trump podría quedarse más o menos tranquilo.
Estas ruinas que ves
La premisa con la que Trump ganó la presidencia fue recuperar la economía. Hasta febrero de este año puede decirse que –en general– lo estaba logrando. En enero de 2017, Trump encontró la tasa de desempleo en 4.7%; en febrero de 2020 era de 3.5%. El pib creció 2.4% en 2017, 2.9% en 2018 y 2.3% en 2019.
Pero con la suspensión de muy buena parte de las actividades económicas por la pandemia de Covid-19, los números se voltearon. Posiblemente el indicador que muestra de forma más dramática el estado de la economía norteamericana es el número de solicitudes semanales de cobro de seguro de desempleo que se muestra en la Gráfica 2.
Desde mediados de febrero hasta finales de abril de 2020 se habían presentado 30.6 millones de solicitudes de cobro de seguro de desempleo. La semana con más solicitudes fue la última de marzo, con 6.9 millones. En contraste, durante la crisis de 2008-2009, el pico de solicitudes fue en la última semana de marzo de 2009 con 665,000. En ese entonces tomó 53 semanas –desde mediados de septiembre de 2008 hasta mediados de septiembre de 2009– llegar al mismo número de solicitudes que se ven en el pico de la derecha de la Gráfica 2. Además, la tasa de desempleo en abril subió a 14.7%, su peor nivel desde la Gran Depresión hace 90 años. Y se estima que el crecimiento del pib durante el primer trimestre del año sea de -4.8%.
Esto implica que una de las consecuencias económicas de la pandemia podría ser haber borrado los avances económicos de Trump en sus poco más de 3 años de gobierno. Su intervención es necesaria no sólo porque su reelección está en juego, sino porque el país es una zona de desastre económico.3
Con el apoyo de ambos partidos se han aprobado programas de rescate por casi 3 billones de dólares, alrededor del 15% del pib de 2019.4 A principios de marzo, el Congreso aprobó casi 110 mil millones de dólares (mmd) en apoyos a las instancias de salud, recursos para los seguros de desempleo y subsidios para pequeñas empresas. A finales de ese mes se votó a favor de un histórico paquete de rescate por 2.2 billones de dólares. Su principal rubro otorgó alrededor de 560 mmd en apoyos directos a personas físicas: un cheque de $1,200 para quienes ganen menos de 75 mil dólares al mes, fondos adicionales para cubrir los seguros de desempleo, apoyos a trabajadores de servicios mediante apps, contribuciones al pago de deudas escolares y recursos para que los seguros médicos privados cubran pruebas y tratamientos para Covid-19 sin tarifas adicionales para los beneficiarios. El segundo apartado más grande fueron 500 mmd para grandes empresas, que los recibirían en forma de préstamos y con algunas condiciones –como prohibiciones relacionadas con la compraventa de acciones– y que estarán sujetos a la supervisión gubernamental. Los negocios pequeños recibirán 377 mmd; los gobiernos estatales y municipales, 340 mmd, y habría otros 180 mmd para educación, salud pública y asistencia social. A finales de abril se aprobaron otros 484 mmd con lo que se ayudará a que los negocios pequeños paguen los sueldos de sus empleados. Y se está considerando si en mayo se aprueba un paquete adicional.
Esa ayuda puede ser electoralmente benéfica para Trump: el gobierno no dejó solos a sus ciudadanos en un momento tan crítico. Sin embargo, tiene varios problemas. Siempre puede decirse –con razón– que esos recursos no son suficientes y que sus montos deben aumentarse. Pero los paquetes de estímulos sólo contribuirán a mantener la economía personal, familiar y nacional más o menos a flote porque las industrias seguirán detenidas, se perderán más empleos y el pib continuará bajando. Además, para muchos simpatizantes de Trump, la ideología conservadora republicana hace inaceptable que el gobierno gaste tanto dinero en apoyos generalizados, más aún, considerando que seguramente aumentará el déficit presupuestal. La única forma en que podría haber una recuperación total sería que las actividades económicas retomaran su curso habitual. La condición necesaria para ello es que se elimine la amenaza del virus; mientras tanto, la gente seguirá teniendo miedo de salir a la calle. Pero tampoco puede ignorar los problemas de dinero de los ciudadanos.
Y ahí está la alternativa que ha planteado el presidente: reabrir la economía cuanto antes. Incluso, ha presionado a México y a Canadá para que relajen sus propias restricciones y funcionen de nuevo las fábricas que participan en las cadenas de producción trasnacionales, especialmente las de la industria automotriz. Sin embargo, como lo han dicho funcionarios de salud de todo el mundo, la reactivación económica debe hacerse con mucho cuidado para evitar que los contagios vuelvan a aumentar y se pierdan más vidas. Según lo que dijo en una reunión virtual con ciudadanos a principios de mayo, parece estar dispuesto a correr ese riesgo. Pero en ese escenario, el repunte en los contagios y en las muertes es un riesgo muy real (como ya está pasando en Corea) y podría verse forzado a volver a cerrar la actividad económica y a gastar todavía más recursos en apoyar a los ciudadanos, a empresarios y a gobiernos locales.
El problema de Trump es peor que el de Biden. El candidato demócrata debe construir una narrativa de campaña, mientras que el presidente debe decidir entre dar un apoyo insuficiente pero necesario a los desempleados y negocios cerrados, ir contra la ideología de su partido o arriesgarse a que haya más enfermos y muertos. Haga lo que haga, la economía no se habrá recuperado para el día en que los ciudadanos vayan a votar.
1 La encuesta donde se presentan esos datos está en: Cohn, N. (22 de abril de 2020). Is Biden gaining older voters and losing young ones? The New York Times. https://www.nytimes.com/2020/04/22/upshot/polls-biden-trump-election.html
2 Además, los jóvenes encuentran algunos obstáculos para emitir su voto, como que las casillas requieren identificaciones cuya expedición es costosa o que otras actividades, como la escuela o empleos precarios, les impiden poder invertir dos o más horas en la fila para votar. Si consideran que el o la candidata vale la pena se esforzarían en superar esas dificultades, si no, no considerarían que valdría mucho la pena. Cammaerts, B. et al. (Mayo de 2014). The myth of youth apathy: young Europeans’ critical attitudes toward democratic life”,
American Behavioral Scientist. 58 (5), pp. 645-664. https://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/0002764213515992 y Chang, C. (13 de marzo de 2020) Young people aren’t apathetic. They’re facing major voting obstacles. Vice. https://www.vice.com/en_us/article/884ekx/young-people-arent-apathetic-theyre-facing-major-voting-obstacles
3 En un análisis del New York Times se encontró que el pico desproporcionado de solicitudes de cobro de seguro de desempleo es típico cuando algún estado sufre un desastre natural grave, como el huracán Katrina que devastó Luisiana, que provoca la suspensión de prácticamente toda actividad económica. La diferencia es que, en esta ocasión, el choque económico afecta a todo el mundo y que el origen de la crisis, la pandemia viral, estará presente durante varios meses. Quoctrung Bui y Justin Wolfers. (26 de marzo de 2020). More than 3 million Americans lost their jobs last week. See your state. The New York Times. https://www.nytimes.com/interactive/2020/03/26/upshot/coronavirus-millions-unemployment-claims.html