Oposición en Movimiento: Comanditos, elecciones y acción colectiva en Venezuela 2024
En julio de 2024, Venezuela celebró elecciones presidenciales en un contexto de profundo deterioro democrático marcado por una notable concentración de poder en la figura de Nicolás Maduro, altos niveles de represión política, persistentes cuestionamientos sobre la legitimidad de los resultados en los procesos electorales anteriores y una clara desigualdad en las condiciones de competencia electoral. A esta situación se sumaron medidas restrictivas adicionales en las semanas previas a los comicios que intensificaron estas barreras, forzando a la oposición venezolana a adaptar su estrategia de campaña, a veces en cuestión de horas, para asegurarse oportunidades reales de éxito.
Esta reflexión pone el foco en una de las respuestas clave de la oposición: la organización de los comanditos, pequeñas células de activistas opositores locales movilizados con una doble misión. Además de incentivar el voto en sus comunidades, estos grupos asumieron las labores de fiscalización ciudadana del proceso electoral, con el fin de proteger la integridad del recuento de votos en un contexto abiertamente hostil y represivo. La relevancia de esta estrategia innovadora en el contexto venezolano radica en cómo la oposición adoptó y coordinó repertorios de acción colectiva más propios de los movimientos sociales, en lugar de aquellos más convencionales vinculados con partidos políticos en campaña.
Si bien los acontecimientos post-electorales no resultaron en un cambio inmediato de gobierno, los comanditos lograron incentivar una mayor participación electoral, así como empoderar a la ciudadanía en defensa de un proceso electoral limpio, justo y legítimo. En este sentido, los comanditos contribuyeron con la capacidad de resistencia ciudadana frente a las restricciones institucionales, promoviendo un papel activo en la protección de los principios democráticos y fortaleciendo la resiliencia democrática. Este impulso, a su vez, desembocó en una gran movilización y compromiso de las élites opositoras lideradas por Edmundo González Urrutia y María Corina Machado y sus bases, generando además un respaldo internacional cada vez más sólido en torno a las denuncias de fraude e impugnación de los resultados anunciados por el Consejo Nacional Electoral.
Funcionamiento de los Comanditos
La coordinadora ciudadana Gran Alianza Nacional (GANA) logró establecer una estructura macro de 60.000 comanditos. Cualquier ciudadano podía con su cédula registrarse como voluntario siempre y cuando reuniera un mínimo de 10 personas para crear la célula, a las que posteriormente se les asignarían funciones específicas. La estrategia de los comanditos era doble: movilizar por un lado a nivel político y por otro gestionar la logística necesaria para asegurar la transparencia del proceso. La movilización política consistió fundamentalmente en capacitar a la ciudadanía sobre sus derechos electorales, captar votantes y testigos de mesa (los únicos autorizados para obtener copias de las actas), y defender los resultados escrutados en los centros de votación. El foco del aspecto logístico estaba en digitalizar y transmitir las actas a los centros de procesamiento desde los mismos recintos, asegurar el transporte y seguridad de los testigos y coordinar recursos como alimentos o soporte legal y tecnológico. Esta estrategia culminó con el desarrollo de plataformas digitales y de acceso abierto de verificación de actas, lo que facilitó la recolección de datos de forma descentralizada. Gracias a esta estructura organizativa, y al gran número de testigos electorales adscritos a los diferentes partidos dentro de la coalición Plataforma Unitaria Democrática que concurría en las elecciones que comprometieron a su causa, los comanditos lograron apoderarse de una cantidad de actas sin precedentes en elecciones anteriores. Este era el objetivo fundamental de los comanditos, que la oposición mantuvo oculto hasta el último momento para evitar el boicot por parte del oficialismo en un contexto altamente polarizado y represivo.
Comanditos, acción colectiva y estructura de oportunidades políticas
El contexto represivo preelectoral elevó drásticamente el coste de la participación política para la oposición venezolana que en muchos casos enfrentaba la violencia en diversas formas: desde el encarcelamiento preventivo, restricción al uso y acceso de medios de comunicación, acusación de traición o terrorismo, etc. En tales circunstancias, la movilización ciudadana era poco probable por el riesgo que supone para los opositores. Sin embargo y contra este pronóstico, los comanditos lograron aprovechar “ventanas de oportunidad” para movilizar, comprometer y entusiasmar a los sectores de la ciudadanía descontentos con la deriva autoritaria del oficialismo. Las oportunidades políticas - la apertura de factores del entorno político que incentivan la movilización al modificar las expectativas de los ciudadanos - en el caso venezolano se plasmaron en la profunda crisis de legitimidad del gobierno de Nicolás Maduro, un mal desempeño económico y una creciente presión internacional. Esta situación generó pequeños espacios para la activación de la oposición a nivel local, que vio en la debilidad del gobierno una oportunidad para el cambio de gobierno y logró capitalizar a través de los comanditos al establecer estructuras de organización comunitaria.
Los comanditos no se beneficiaron únicamente de las oportunidades externas sino que, en línea con los movimientos sociales, pudieron captar y amplificar el descontento generalizado, fundamental para su efectividad en un contexto tan polarizado. La estructura de los comanditos permitió a la oposición descentralizar la movilización y articular la defensa de la democracia en el plano local, logrando así una mayor resiliencia ante el control estatal centralizado. A su vez, la teoría de la movilización de recursos de los movimientos sociales aporta un marco para comprender cómo los comanditos no dependieron únicamente de cambios en el entorno; supieron aprovechar eficazmente los recursos humanos y materiales disponibles en sus respectivas comunidades, maximizando así su capacidad para desafiar un sistema electoral que operaba en su contra.
En entornos represivos, los movimientos sociales suelen adaptarse mediante estructuras descentralizadas y el uso de tácticas menos convencionales de acción colectiva para rebajar el riesgo a sus activistas. Este tipo de organización brinda flexibilidad a los movimientos, a la vez que disminuye su exposición a la represión directa. En el caso venezolano, los comanditos se organizaron en células locales dentro de una estructura horizontal, que redujo su vulnerabilidad al boicot y la persecución estatal. Al no depender de una estructura más centralizada, cada célula de comanditos operaba con independencia en sus actividades de movilización y defensa del voto, lo que limitaba los daños potenciales en caso de persecución, dificultaba la identificación de sus miembros por parte de los cuerpos de seguridad y maximizaba la probabilidad de éxito en su misión de recopilar y publicar las actas.
La oposición venezolana supo capitalizar el apoyo internacional, reflejado en el respaldo de observadores, jefes de estado y organismos internacionales, así como en la participación de la diáspora, decepcionada por las severas restricciones impuestas para su registro electoral en el exterior. Este respaldo internacional fue crucial para legitimar los esfuerzos de los comanditos, especialmente en las primeras semanas después de la jornada electoral, cuando el gobierno respondió con dureza a las acusaciones de fraude y a las múltiples denuncias de acciones violentas. La legitimidad otorgada por la comunidad internacional al proceso de recopilación y publicación de actas por los comanditos no sólo reforzó la credibilidad de la oposición, sino que también ayudó a neutralizar el discurso oficialista que buscaba desacreditar los esfuerzos de la oposición. Este apoyo externo actuó como un factor de sostenimiento de la acción colectiva, brindando a los comanditos un marco de legitimidad que facilitó la organización y difusión de sus denuncias, consolidando así la narrativa de resistencia democrática ante la comunidad internacional democrática.
Los repertorios de acción colectiva que impulsó la oposición en un entorno hostil a través de los comanditos contribuyó a generar un grado de legitimidad y empoderamiento ciudadano sin precedentes . La combinación de control de actas, apoyo comunitario, capacitación electoral y pedagogía democrática articuló una identidad común, así como potentes lazos de solidaridad entre desconocidos expresados en valores y aspiraciones compartidas de un país más justo y democrático. Estos lazos de pertenencia, más propios de los movimientos sociales, han sostenido la acción colectiva en el tiempo y han fortalecido la cohesión de la oposición meses después del desenlace electoral. Al promover una cultura de vigilancia democrática y resistencia civil, los comanditos no solo contribuyeron a la movilización electoral, sino que establecieron una estructura cívica con potencial duradero en defensa de los principios democráticos. Este proceso es fundamental como aporte a la resiliencia democrática, entendida en este contexto como la capacidad de un sistema para resistir y adaptarse a los embates autoritarios. Aunque tres meses después de las elecciones los comanditos ya no operan con una misión específica, los lazos de solidaridad y la experiencia organizativa acumulada persisten, representando una base sólida para futuros episodios de acción colectiva en Venezuela. De este modo, los mecanismos de resiliencia generados a partir de los comanditos ofrecen a la sociedad civil un marco continuo de movilización y mantienen viva la aspiración democrática, incluso en condiciones de represión.
Impacto y aprendizaje
La estrategia de los comanditos, organizada en un contexto de intensa represión y desigualdad electoral, ha demostrado ser un recurso de gran valor para la oposición venezolana. A través de tácticas de acción colectiva y estructuras descentralizadas, los comanditos no solo lograron una defensa eficaz del voto, sino que también establecieron una red de apoyo comunitario y legitimidad social que puede servir como base para futuras movilizaciones. Este modelo organizativo permitió a la oposición conectar directamente con la ciudadanía, generar solidaridad e identidad común y contribuir al fortalecimiento de valores y actitudes que a su vez contribuyen a la resiliencia democrática. Asimismo, el respaldo internacional y el papel de la diáspora aportaron una capa adicional de legitimidad a la labor de los comanditos, ayudando a contrarrestar el discurso oficialista y a sostener la narrativa de resistencia democrática.
Esta experiencia apunta a que, en contextos represivos o de regresión democrática como en Venezuela, las estrategias, experiencias y aprendizajes que aportan los movimientos sociales, en este caso a través de los vínculos de solidaridad y la acción colectiva, pueden ser de gran utilidad para que los defensores de principios democráticos en un entorno hostil o ante proceso electoral de competencia desigual puedan adaptarse, sobrevivir y tener un impacto positivo duradero en su esfuerzo por mantener viva la aspiración de cambio y la defensa de los valores democráticos. A largo plazo, la experiencia organizativa y los lazos de confianza generados a través de los comanditos ofrecen a la oposición venezolana una estructura sólida que puede reactivarse en futuros momentos de crisis, proporcionando un marco duradero de resistencia y movilización en la lucha por la democracia.