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¿Qué mueve el voto de las mexicanas?

En 2021 México transitó por el proceso electoral más grande de su historia. Se eligieron 21 368 cargos y quince gubernaturas, se renovó la Cámara de Diputados y se eligieron 500 legisladores. En dichas elecciones las mujeres ganaron seis gubernaturas de las quince en disputa: Baja California, Campeche, Chihuahua, Colima, Guerrero y Tlaxcala, es decir, el 40% de las posiciones para gubernatura, algo inédito.

Los procesos electorales no han terminado. En 2022, Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas celebrarán elecciones ordinarias y arrancará la carrera hacia la elección presidencial del 2024, donde podría ser elegida una mujer.

Estos resultados y lo que está por venir nos dejan con una reflexión importante sobre si las cuotas de género y la búsqueda de paridad y equidad están empezando a rendir frutos y también –porque al fin y al cabo estamos hablando de las mujeres– sobre las votantes y sus necesidades.

Primero es necesario anotar que me refiero a la categoría mujeres porque aún predomina una visión binaria sobre la población de este país y tomaré esta segmentación para poder ilustrar el tema. Escribir sobre las otras identidades, su visibilidad y sus derechos merece una serie de artículos propios.

¿Cómo votan las mujeres mexicanas? ¿Cómo deciden en dónde poner su confianza?

Preguntas interesantes de responder. Pero antes necesitamos entender cuál es el contexto, cuáles las condiciones, cuáles las necesidades emocionales y las estructuras mentales.

Ser mujer en este país no es fácil, veamos las cifras de feminicidios, los niveles de inseguridad en los estados, el clasismo enquistado, la recalcitrante desigualdad que impacta de forma transversal, todo esto y más empaquetado en un arraigadísimo sistema patriarcal.

Ser mujer en México significa vivir con diferentes opresiones, ser violentada de muchas formas y no tener acceso a justicia; ser mujer en México es ser ciudadana de segunda y de alto riesgo.

Desafortunadamente, el patriarcado imperante limita la capacidad de desarrollo de millones de nosotras, de ahí la necesidad de una agenda feminista cada vez más visible, cada vez más intensa.

El feminismo es un tema tan actual como polémico. Podría decir que hasta estigmatizado, pero es necesario traerlo a colación porque tiene que ver con la búsqueda de condiciones equitativas para todas las personas y por supuesto con las necesidades de las mujeres.

No hay un solo feminismo, hay diferentes manifestaciones y corrientes dentro de un solo movimiento y eso hace que sea complejo de entender. Hay una parte de éste que genera gran rechazo porque es muy reactiva y calificada de agresiva. Esta parte a veces es la más visible por tener impacto noticioso. Feministas que en las marchas queman, rompen, destrozan, muestran su cuerpo para demostrar el hartazgo de todas, son exhibidas en los medios como insurrectas e incontrolables y algunos sectores de la sociedad las desaprueban por completo; mujeres y hombres que están en desacuerdo con estas formas y que concluyen que solo eso es el feminismo.

Si se comprendiera que éste ve por los derechos de todas y que ha conseguido enormes logros en materia de derechos humanos sería otro cantar, pero su agenda no termina de aterrizar clara y coloquialmente entre la ciudadanía, tampoco entre la población femenina. Por eso el movimiento no tiene el alcance necesario para guiar a la mayoría de las mujeres, por eso tampoco influye en que se vote con más conciencia, o que se impulse a mujeres para llegar a posiciones en el servicio público que, cabe decir, en muchos niveles sigue estando dominado por los hombres.

¿Entonces cómo deciden?

Durante muchos años, en LEXIA hemos realizado sesiones de grupo, entrevistas y observaciones a través del país; esto nos ha permitido conversar con muchos tipos de mujeres de todas las edades y en diferente situación económica y social. A través de la investigación hemos podido preguntar y escuchar sobre sus temores, sueños y esperanzas, hemos podido ver con el pasar de los años si estos anhelos y miedos van cambiando, prevalecen o se acentúan.

Los seres humanos funcionamos en tres niveles: el del pensamiento automático que predomina en nuestro día a día y en casi todas las decisiones que tomamos en lo cotidiano, el de las relaciones socio afectivas, que tiene que ver con nuestras emociones y afectos, y el de las estructuras mentales que tiene que ver con las herencias culturales. Las mexicanas llevan consigo una carga de tradiciones y estructuras mentales arraigadas de acuerdo con su contexto vital.

Las necesidades que hemos visto que cruzan a todas sin importar la región del país tienen que ver con tres aspectos: la economía, la maternidad y la seguridad.

  1. La economía
    Este tema es sumamente importante para las mujeres, sean amas de casa o jefas de familia. De hecho, el número de jefas de familia crece año con año en el país y el enfoque en este tema se vuelve necesario. Poder resolver las necesidades del hogar es lo más importante para las mexicanas. Hemos comprendido que sobre sus hombros cae el peso de administrar el gasto y de que rinda hasta fin de mes, de tener que hacer malabares para estirar el ingreso y en muchos casos tener otros trabajos para completar. Ellas son las que saben a cómo está el kilo de jitomate y el pollo, cuánto ha subido la tortilla y lo caro que, por ejemplo, puede resultar enfermarse.

    Ganar más para vivir y ser independientes es otro componente de este tema. Existe un sentimiento constante de angustia pues en México la mayoría de la población vive al día, no se puede planear el futuro y mucho menos ahorrar. Para las mujeres es esencial resolver esta situación; que puedan desarrollar capacidades para tener un empleo o autoemplearse y así poder estar “menos apretadas”. Salir adelante sin depender de otra persona es el anhelo que mueve esta necesidad.

  2. La maternidad
    Ser madres sí hace una diferencia entre las mujeres; quienes tienen hijos se preocupan por el acceso a educación de calidad, porque haya programas y oportunidades de desarrollo, así como actividades de recreación en sus barrios y colonias; también por la seguridad y el control del narcomenudeo. Estos resultan ser los temas más comunes de conversación cuando se externan preocupaciones por los hijos en la dinámica grupal.

  3. La seguridad
    La seguridad social es importante, pero la seguridad de volver a casa con los tuyos lo es todo. Como mencioné arriba, vivimos en un país donde como mujeres vivimos en constante peligro de no volver a casa. De alguna forma hemos aprendido a vivir con esta situación, pero es una preocupación permanente. Por eso, en el 2020 muchas mujeres que no se consideraban feministas se sumaron a la marcha del 8M. Aunque no era el día de la erradicación de la violencia contra la mujer (25N), había habido varios casos de feminicidios que se hicieron muy visibles mediáticamente. Esto generó una ola morada tan solo unos días antes de que arrancara la cuarentena y mujeres que nunca se habían sumado a las manifestaciones salieron a marchar con las más veteranas para pedir justicia y seguridad.

    Este tema sí se ha ido moviendo con el paso de los años en las sesiones de grupo. A principios de la década pasada no era una preocupación tan grande, no había alertas de violencia de género, en el mapa de la violencia solo resaltaban Ciudad Juárez y el estado de México.

    El problema con la violencia es que se contagia y un punto rojo pronto contamina al que está más cerca, es una cadena de propagación que avanza rápidamente y es difícil detener; hoy es una preocupación generalizada a nivel país. Que las madres y hermanas desaparezcan, que las hijas no regresen a casa, que las amigas sean secuestradas, vivimos como si tuviéramos un arma apuntando a nuestra cabeza diariamente. Por eso se ha vuelto uno de los temas eje, una necesidad prioritaria a resolver.

Estos tres asuntos atraviesan la agenda feminista, pero para las mujeres no es desde ahí desde donde se construye su importancia, sino desde su día a día, desde su vivencia, su cotidianidad. No hay una conciencia profunda de los derechos que merecemos, del desarrollo de políticas públicas, reforma de leyes y demás acciones que se necesitan para garantizarlos, ese es el tras bambalinas que es incomprensible aún para la mayoría; lo que hay es un sentimiento de vulnerabilidad que conecta con una necesidad emocional de que los gobernantes provean este cuidado. Es un primer nivel que responde a una necesidad automática.

No es ciencia exacta, pero aquellas candidaturas que logran tocar estas fibras sí mueven la atención hacia su territorio, más aún cuando se presentan propuestas muy concretas vinculadas con estos temas.

Tradición, redes sociales y el voto automático

También se vota por tradición porque hay estados donde la costumbre de votar por tal o cual partido está tan arraigada que en el pensamiento automático ni siquiera se piensa o medita el voto, es hasta una cuestión identitaria. Quizá sea porque la acción de ejercer el voto es algo que no toda la gente comprende de fondo y, entonces, se resuelve en el momento haciendo lo que la familia o personas cercanas siempre han hecho, o con lo poco que se recuerda haber escuchado o visto por ahí.

Hoy vivimos bombardeadas de información a través de la red, con una capacidad actual de atención de ocho segundos. Los mensajes de campañas existen en este ecosistema digital y tienen que jugar bajo las mismas reglas. La estrategia de difusión es clave porque es la que genera engagement y memorabilidad en el nivel de pensamiento automático y en el de las emociones y termina teniendo gran influencia en las personas.

En este sentido la construcción de contenidos en redes sociales que (ya está muy estudiado) sabemos sesgan y condicionan, ha tomado protagonismo. Antes de las era de las redes, era más fácil inferir o predecir qué iba a pasar, ahora una sola campaña de condicionamiento segmentada puede cambiar el resultado rápidamente. Esto representa un reto para partidos y candidatos porque prácticamente lo que nos dice es que gana el que tenga a las mejores mentes en esa cancha, y por supuesto la inversión necesaria. Basta entender desde lo cualitativo las necesidades, temores y anhelos, para empezar a colocar los contenidos necesarios que modifiquen la percepción desde las RRSS.

Sin embargo, el reto más importante es para las votantes, para no caer en estrategias engañosas y en manipulaciones mediáticas, para hacer un proceso más consciente de elección de sus mandatarios y servidores públicos, para evaluar más a fondo trayectoria, logros, propuestas y poder así elegir lo que más les convenga a ellas.

Conclusiones

Es obvio que las mujeres somos un segmento muy importante para la clase política; podemos mover realidades en este país como el caso del 2018, donde un 49% del voto que llevó a ganar a Andrés Manuel fue el de las mexicanas.

Hablar a las mujeres de manera que se sientan reflejadas en las propuestas y comprendidas desde lo emocional es indispensable, como también es indispensable que comiencen a ver los frutos de sus elecciones, que se vean los cambios a favor de sus necesidades.

La lucha feminista, con todo y sus posibles fracturas o disecciones, es el movimiento social más importante del siglo a nivel mundial; sin embargo, no está garantizado que las mujeres hagan mejores elecciones sobre las personas que las van a gobernar y asegurar que su agenda sea impulsada, falta tiempo para que eso pase.

Para que las mujeres trasciendan las imposiciones e inercias de la tradición, el desconocimiento o las falsas promesas, es necesario que sepan cómo discernir, cómo diferenciar, que se genere pensamiento crítico; en este sentido, el acceso a la educación es clave.

De acuerdo con la ENIGH 2018, podemos ver que, de la población de quince años y más, seis de cada diez personas sin educación son mujeres. Este dato nos deja ver el reto que tenemos por delante en términos de construir un voto más crítico, más informado, más planeado.

Por último, lo emocional siempre imperará sobre lo racional y esta verdad es quizá la más inamovible de todas, por eso es necesario seguir trabajando para que la agenda de los derechos de las mujeres tome tal relevancia que entre en el sistema central nervioso de cada una de nosotras y sean cada vez más mujeres las que defiendan los intereses de las otras, las que desde una conciencia más colectiva decidan no solo por lo que sienten o anhelan sino por lo que conviene a la mayoría.

Lo que nos divide es enorme y más si nuestro país está polarizado y enfrentado. Dar pasos hacia la conciliación, la empatía, la escucha activa y el reconocimiento de las libertades y derechos de las demás es lo que podría entenderse como una sororidad más real y menos de frase trillada de imagen de Instagram. La invitación es a reflexionarlo y hacerlo para lograr un día acceder a aquello que nos impulse a tener estabilidad, independencia y libertad de elección en todos los ámbitos de nuestra vida.

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Aline Ross Gurrola

Socia directora de LEXIA Insights & Solutions. Desde hace más de 20 años se ha especializado en temas de opinión pública, programas sociales y políticas públicas.

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