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Una nueva mayoría

Las alianzas electorales iniciaron con la crisis del partido de Estado y con el aumento de la competitividad de la oposición

A partir de que iniciaron, en 1988, las alianzas entre dos o más partidos políticos, se han convertido en práctica cada vez más común en todo proceso federal y local en México. Para dimensionar su influencia basta reconocer que en la última elección presidencial ningún partido compitió solo. Se formaron tres alianzas para representar a las tres grandes fuerzas políticas que hasta ese momento existían: Juntos Haremos Historia (Morena+PT+PES por López Obrador 53%), Por México al Frente (PAN+PRD+MC con Ricardo Anaya 22%) y Va por México (PRI+PVEM+PANAL con José Antonio Meade 16%).

Las alianzas iniciaron a partir del desgaste y la crisis del PRI y del creciente aumento de la competitividad electoral de la oposición. Sin embargo, han venido transformándose a lo largo de sus treinta y cuatro años de existencia. Fue el año de 1988 el que marcó el inicio de la debacle del PRI, invicto en todas las contiendas federales y estatales desde su nacimiento hasta ese año y que, desde entonces a la fecha, ha tenido un deterioro sostenido.

En 1988 surgió la primera alianza opositora: El Frente Democrático Nacional

En 1987 estalló una fuerte crisis interna en el PRI que desembocó en la fractura y separación de un importante grupo de liderazgos denominado Corriente Democrática, encabezados por Porfirio Muñoz Ledo, expresidente nacional, Cuauhtémoc Cárdenas, gobernador de Michoacán, Ifigenia Martínez, Carlos Tello y Rodolfo González Guevara, entre otros, quienes demandaban que el PRI retomara su doctrina nacionalista revolucionaria y rompiera con la emergente corriente tecnócrata-neoliberal. 

A partir de la ruptura, ese grupo impulsó la primera coalición electoral del Frente Democrático Nacional para apoyar la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas con el respaldo del PPS, PARM, PFCRN y la posterior declinación de Heberto Castillo del PMS para competir unidos contra el candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari.

A partir de ese año inició la primera coalición electoral y el inicio de una feroz competencia que empezaría a mermar al PRI como partido hegemónico. En lo local (en 1989 admite su primer derrota en el estado de Baja California) y de gobernar los treinta y dos estados en 1987, ahora ya solo gobierna tres. A partir de 1988 surgió un sistema de partidos competitivo e interactivo que detonaría las alianzas y alternancias, estatales primero y federales después.

Es importante reconocer que fue de izquierda la primera coalición electoral y la decisión postelectoral de unificarse en un solo partido para competir a partir del fraude electoral y la caída del sistema con Manuel Bartlett. Así se fundó el PRD. Mediante la cesión del registro del propio PMS para formarlo al nuevo Partido de la Revolución Democrática, se logró sumar al PMT (Heberto Castillo), al PSUM (Arnoldo Martínez Verdugo), PPR (Jesús Zambrano) y más tarde al PST (Jesús Ortega, Graco Ramírez, Aguilar Talamantes, Miguel Alonso Raya, entre otros) y a otros frentes y asociaciones como la UIC y la ACNR.

A partir de entonces se conforman las tres grandes fuerzas políticas: el PRI (el partido dominante), el PRD (la nueva alternativa de izquierda) y el PAN (partido de centro derecha fundado en 1939).

Las primeras alianzas en elecciones locales fueron PAN-PRD para arrebatarle gubernaturas al PRI.

El PAN y el PRD, aunque con ideologías distintas, formaron las primeras alianzas para impulsar la alternancia y la transición democrática arrebatándole al PRI gobiernos estatales, ya que en la mayoría del país existía un sistema local bipartidista en el que el común denominador era el enemigo a vencer, el PRI. En los estados norteños, Bajío y Yucatán, el PAN era el partido de oposición mas competitivo y en el centro y sur del país lo era el PRD.

PAN y PRD formaron alianzas para competir por las gubernaturas contra el PRI: desde 1991, SLP; Durango, 1992; Nayarit, 1999; Yucatán, 2001; Chihuahua, 2004; Puebla y Oaxaca 2010; Veracruz, 2016; Quintana Roo, 2016; Chiapas, 2000. Después del triunfo de Morena en el 2018, el PAN decidió incluir en sus alianzas con el PRD al PRI, su antaño enemigo común, en las elecciones locales del 2021 en BC, BCS, Campeche, Colima, Hidalgo, Michoacán, Nayarit, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas, Tlaxcala, Zacatecas, pero perdieron en todas las que gobernaba el PRI y el PRD y solo lograron conservar Durango, que gobernaba el PAN. El PAN también ganó Chihuahua con el PRD y Aguascalientes, solo.

Ante un PRI que se recorrió hacia la derecha tecnócrata-neoliberal, un PRD que rescató la doctrina del nacionalismo revolucionario y un PAN posicionado como partido de las clases medias urbanas, humanista y pro empresarial, se configuró el mapa político. Poco a poco aumentaron los triunfos del PAN en estados norteños, del bajío y de Yucatán y un PRD que avanzó en la capital del país y en el sur sureste. Estos tres partidos dominaron el sistema político nacional por tres décadas, desde 1988 hasta el 2018, el año que lo cambió todo. Actualmente, el PAN conserva cinco estados, el PRI solo tres, el PRD ninguno.

Alianzas en elecciones federales

Durante sus sesenta y un años de vida, el PAN no había hecho alianzas para elecciones federales hasta el 2000, cuando se alió con el PVEM para ganar la Presidencia de la República. El triunfo del PAN y el inicio de un nuevo siglo auguraban cambios profundos y esperanzadores de la alternancia, modernidad, apertura y pluralidad en México. Durante los doce años que gobernó el PAN se dieron muchos avances en materia de transparencia, libertad, ampliación y protección de derechos, pero no se logró cumplir con el gran mandato de la alternancia: desmantelar un sistema político, económico y social injusto e ineficaz, para construir uno mejor que garantizara el acceso de las mayorías a los beneficios del desarrollo con inclusión y pluralidad. Se abandonó el gran proyecto de la reforma del Estado y se optó por confraternizar con PRI, su enemigo histórico. 

El PAN continuó compitiendo por su cuenta en las elecciones federales de 2003, 2006, 2009, 2012 y 2015; hasta el 2018, que se alió con el PRD y MC para la presidencial.

El PRI corría el riesgo de desaparecer por la pérdida de su eje articulador, la Presidencia de la República. Se apoyó en sus diecinueve gobernadores quienes, con la anuencia de Fox, formaron la CONAGO como contrapeso para negociar con un presidente sin mayoría legislativa para recuperar la Presidencia en el 2012.

El Pacto por México: una coalición legislativa

Después de gobernar por doce años, el PAN se sumó con el nuevo gobierno encabezado por Peña Nieto y el PRD para firmar, el 2 de diciembre del 2012, el Pacto por México: “un acuerdo político, económico y social para impulsar el crecimiento, construir una sociedad de derechos, eliminar prácticas clientelares y disminuir la pobreza y la desigualdad social”. “Las reformas que México necesita no pueden salir adelante sin un acuerdo respaldado por una amplia mayoría que trascienda las diferencias políticas y que coloque los intereses de las personas por encima de cualquier interés partidario”, estipulaba el primer párrafo del Pacto. 

El Pacto por México fue un novedoso ejercicio de coalición legislativa para impulsar grandes reformas estructurales en materia de: una sociedad de derechos y libertades; crecimiento económico, empleo y competitividad; seguridad y justicia; transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción; y gobernabilidad democrática. Se trató de una inédita alianza plural entre el PRI, el PAN y el PRD para atender los grandes rezagos y cerrar las grandes brechas económicas y sociales de nuestro país formulando los noventa y cinco compromisos específicos. Desgraciadamente no prosperó. El gobierno de Peña Nieto se engolosinó con esa imagen reformadora y traicionó el espíritu del Pacto; se sumió en la corrupción que arrastró su imagen y la de los tres partidos signantes, con lo que pavimentó el triunfo de López Obrador.

El fin de la época del sistema político dominado por los tres partidos históricos orbitando en torno a un PRI decadente

El 2018 no solo representó el gran triunfo de López Obrador y de Morena sino, sobre todo, la quiebra de los tres partidos que controlaron el sistema político nacional durante treinta años. 

A partir del 2018, el PRI, el PAN y el PRD quedaron diezmados, desprestigiados, sin credibilidad, banderas, narrativa ni liderazgos. La narrativa de la justicia social y del nacionalismo revolucionario se las arrancó AMLO al PRI y al PRD con su lema “por el bien de todos, primero los pobres”. Y al PAN le arrancó su bandera de combate a la corrupción con el mantra de “la mafia del poder “y del “PRIAN”. Pero con López Obrador no ganó la izquierda histórica; ganó esa izquierda que surgió del PRI. En palabras John Womack: “una mezcla de elementos idealistas y seguidores devotos del carismático líder”. 

El triunfo abrumador de López Obrador y la bancarrota de los tres grandes partidos coincidió con una mega tendencia global del debilitamiento de las democracias liberales, la polarización, la crispación social e insatisfacción de los excluidos, el neopopulismo y la posverdad. Estos fenómenos de la posmodernidad azotaron a todas las democracias pero sus efectos variaron en función de la solidez institucional y la fortaleza de la ciudadanía de los países. En el caso de México, nuestra imberbe transición provocó una regresión democrática y un repliegue ciudadano y de las organizaciones de la sociedad civil.

Una nueva alianza debe ser integral: electoral, legislativa y de gobierno

Desde que iniciaron, las alianzas entre partidos para destronar a un partido en el gobierno conllevan implícita una visión alternativa de país. A partir del legítimo triunfo de AMLO se reunieron en un frente común los partidos derrotados. Pero también, muchos de quienes votaron por él, de buena fe, dándole el beneficio de la duda, hoy están decepcionados y están en búsqueda de una alternativa. La alianza “Va por México” en el 2021 logró aumentar el número de legisladores de oposición que sirvió para bloquear la reforma eléctrica pero que se fracturó con la reforma de la Guardia Nacional. 

¿Cómo lograr blindar una nueva coalición para que los legisladores electos no traicionen el mandato de quienes votaron por ellos y se alíen con el adversario como lo hizo el PRI con la reforma de la Guardia Nacional militarizada y prolongada hasta el 2024? La única manera será con una participación directa de la ciudadanía como auditora social a lo largo del proceso de la elaboración de la plataforma, selección de los candidatos y vigilancia del ejercicio de gobierno. 

Será necesaria la formación de una nueva alianza, más grande y mejor, más potente y audaz, que abra a los partidos a la participación directa de la ciudadanía en los procesos de selección de los candidatos, y que su plataforma recoja las demandas y los intereses de la población. 

La fórmula será lograr: la mayor unidad opositora posible para elegir una sola candidatura a la Presidencia (no dos), mediante un proceso transparente que involucre la participación directa de la ciudadanía para formar un gobierno de coalición que impulse, mediante una mayoría legislativa estable, un programa social y democrático de centro progresista. 

Las organizaciones ciudadanas están mostrando el camino y dando el primer paso con la plataforma congregante: Unid@s, fomentada con la unión de seis organizaciones de la sociedad civil: Frente Cívico Nacional, Sí por México, une México, Poder Ciudadano, Sociedad Civil MX, Unidos por México 2024. Ahora les toca a los partidos unirse y comprometerse con la ciudadanía en este esfuerzo.

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Gustavo Madero

Senador de la República por el Grupo Plural.

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