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El hombre que perdió un país

La desaparición de la Unión Soviética (URSS) es un hecho demasiado reciente como para poner un juicio categórico sobre su impacto en el devenir de la historia. En contraste, la muerte de Mijail Gorvachov, ocurrida el pasado martes, pone fin a la historia del último dirigente soviético y abre el análisis y debate sobre su obra y legado.

Gorvachov llegó al cargo de primer secretario de Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) en 1985, después del largo interregno que siguió a la muerte de Leonid Brezhnev, quien encabezó a la URSS por 18 años, sucediendo en el cargo a Nikita Kruschov, quien a su vez, a finales de los años 50 del siglo pasado, tomó el poder meses después de la muerte de Stalin.

A la muerte de Brezhnev, en 1982, llegó al cargo máximo de la URSS el dirigente de la policía secreta soviética (KGB) Yuri Andropov, quien murió en extrañas circunstancias apenas transcurrido poco más de un año de su ascenso. Esa muerte desató una crisis en la cúpula del PCUS, que dio lugar a la designación, en 1984, de Kostantin Chernenko, un anciano enfermo que murió a los dos años de su nombramiento. Muerto Chernenko en 1985 asumió el poder Mijail Gorvachov. En 1991 la URSS desapareció del mapa.

Arnoldo Martínez Verdugo, quien fuera el último secretario general del PCM, me hizo un breve y certero comentario que resumía el fracaso de la economía soviética: “pudieron colocar el primer satélite artificial en el espacio, pero no pueden llevar un traje a la tintorería sin tener que quitarle los botones” (cito de memoria). El fracaso del “socialismo” y el hundimiento de la URSS tienen su raíz en una tijera; la precariedad del consumo de su población y la ausencia de libertades. “Socialismo cuartelario” lo llamó el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez.

Gorvachov intentó reformar el sistema soviético desde dentro. Diseño e impulsó una serie de cambios en las estructuras y el funcionamiento de la economía, conocidas como “perestroika”. Esos cambios fueron acompañados de la apertura informativa y el respeto a las libertades básicas de los ciudadanos, así como una inédita tolerancia ante la crítica, políticas que fueron conocidas en occidente como “glásnot” (apertura).

Sin embargo, desde dentro y fuera, las resistencias a los cambios impulsados por Gorvachov fueron creciendo hasta culminar en el intento de golpe de estado en agosto de 1991. Fracasado el golpe, Gorvachov enfrentó primero la separación de varias repúblicas de la URSS que se proclamaron independientes; luego vino la crisis final que lo obligó a dimitir y ceder el cargo a Boris Yeltsin. La URSS fue declarada disuelta a finales de 1991 y lo que de ella quedó se transformó en la Federación Rusa. Un hombre había perdido un país.

La desaparición de la URSS es, quizá, el evento de mayor impacto en la historia del Siglo XX. Como en su momento lo fue la revolución rusa de 1917 y el posterior surgimiento de la URSS. Mi generación y las que nos precedieron, desde 1945, vivieron en el mundo bipolar y bajo la amenaza de una guerra nuclear. Al desaparecer la URSS el mundo dejó atrás la bipolaridad, aunque no sabemos lo que finalmente surgirá de esta larga etapa de cambios.

Creo fue en 1989, en una recepción en la embajada de la URSS en México, que un pequeño grupo de dirigentes comunistas fuimos llevados a un salón privado en el cual el canciller de la URSS, Eduard Sheverdnaze, quien venía de una visita a Washington, nos informó la decisión de Mijail Gorvachov de retirar a la URSS de la carrera armamentista para concentrar la energía de la economía soviética en abastecer a su pueblo de los bienes y servicios básicos. Tal decisión había sido comunicada a la Casa Blanca. Al salir de la embajada, Gilberto Rincón Gallardo nos dijo: pronto habrá golpe de estado de la URSS. Tuvo boca de profeta.

En México la caída de la URSS tuvo un singular impacto: convenció al presidente Salinas de que reformar y cambiar de nombre al PRI era una apuesta demasiado riesgosa. Canceló los proyectos y trabajos para ese fin. Nueve años después el PRI perdió la presidencia. México existe.

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Jorge Alcocer V.

Director fundador de Voz y Voto. 

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