La leyenda de La Llorona desde la resiliencia
Muchas historias han sido contadas en torno a la leyenda de La Llorona, casi todas criminalizando a la mujer, echándole en cara su falta de cuidado con sus hijos, recalcándole su rol. No es el caso de la película de Jayro Bustamante de 2019, la cual aborda el tema de la resiliencia y la búsqueda de justicia por parte de las mujeres de una manera poderosa y simbólica. La película reinterpreta la leyenda tradicional de La Llorona en el contexto del genocidio guatemalteco, particularmente enfocándose en las experiencias de las mujeres indígenas mayas.
En esta versión, La Llorona no es simplemente un espíritu que llora por sus hijos perdidos, sino que representa la voz colectiva de las mujeres indígenas que buscan justicia por los crímenes cometidos contra sus comunidades. La película plantea la resiliencia y la justicia alternativa de las mujeres de varias maneras. En ella, las mujeres indígenas protestan pacíficamente fuera de la casa del general Monteverde (un personaje basado en el dictador real Efraín Ríos Montt). Esta forma de resistencia muestra su determinación y fuerza colectiva. El ruido de la protesta es la banda sonora de este tremendo largometraje.
A través del personaje de Alma (La Llorona), la historia nos muestra cómo las mujeres mantienen viva la memoria de los crímenes pasados, negándose a permitir que estos sean olvidados o ignorados e incluso generando un ejercicio de sororidad que derrumba las clases sociales y las intergeneracionales. La relación entre Alma, Carmen (la hija del general) y Sara (la nieta) representa cómo las mujeres de diferentes generaciones pueden unirse para enfrentar las injusticias del pasado.
La película comienza con un grupo de mujeres rezando el rosario católico de las señoras de la alta clase que piden que sus familiares varones sean exculpados. La película cierra con el rezo en maya de las mujeres de la casa, las patronas y las trabajadoras domésticas enfrentando el mal juntas.
Esta especie de realismo mágico sirve al director para plantearle al espectador una catársis basada en la idea de la justicia divina representada por el ser sobrenatural que es La Llorona, quien ha venido a cobrar venganza, pero también a hacernos reflexionar sobre la impunidad, que debería ser un problema para todos. Al utilizar elementos sobrenaturales, la película sugiere que la justicia puede manifestarse de formas que van más allá del sistema jurídico, que a menudo le ha fallado a las comunidades indígenas.
El personaje de Carmen experimenta una transformación a lo largo de la película, pasando de la negación a la aceptación de los crímenes de su padre. Esto sugiere que la justicia también implica un cambio en la conciencia de aquellos que han sido cómplices o beneficiarios de la opresión. Las mujeres, especialmente las más jóvenes como Sara, buscan la verdad y cuestionan las narrativas oficiales, lo que les permite desafiar el statu quo.
En la película observamos una audiencia de la justicia transicional guatemalteca. Las víctimas, mujeres mayas ataviadas con sus vestidos de luto, lloran a sus seres queridos. Rigoberta Menchú en primera fila como un homenaje a su lucha. La película sugiere una forma de justicia que busca sanar heridas históricas y reconocer el sufrimiento de las víctimas. Plantea que la resiliencia de las mujeres se manifiesta no sólo en su capacidad para sobrevivir al trauma, sino también en su determinación para buscar la verdad y la justicia. La justicia, en este contexto, no se limita a los procesos legales formales, sino que abarca una comprensión más amplia que incluye el reconocimiento, la memoria y la transformación social.