Las (des)ventajas mediáticas
“¿Una mujer, Mario Draghi o Sergio Mattarella?: últimas horas para la elección del presidente en Italia”. Ese fue el titular de una nota publicada por el diario Clarín a mediados de enero del 2022. En poco tiempo este titular se viralizó en redes sociales por parte de las y los usuarios de internet que señalaban la evidente invisibilización de Elisabetta Casellati que aparecía en la portada de la nota limitada a ser nombrada como “una mujer”. Este caso revela una realidad que desafortunadamente es imperante: las coberturas mediáticas son diferenciadas para hombres y mujeres.
Históricamente, las mujeres han sido designadas para desenvolverse en el espacio privado, en oposición dicotómica con lo público, fuera del lugar de la discusión de lo común, de las ideas, de lo racional y de lo masculino. Ha sido gracias a la acción de liderazgos, organizaciones y acciones feministas -gestionadas desde las más amplias esferas de la sociedad- que esta realidad ha sido lentamente trastocada. En su lucha por la igualdad, la dignidad y la libertad, las mujeres han conquistado espacios públicos en las universidades, las empresas, los Congresos, los partidos y la política, entre otros.
Este es sin dudas un momento clave de un proceso mucho mayor, de larga data, en el que cada vez existen más mecanismos institucionales para incrementar la presencia de las mujeres en los espacios de toma de decisión y que esto sea una constante de las democracias. Aunque aún existen retos para alcanzar una plena igualdad en materia de derechos políticos, tampoco se pueden negar los avances de las mujeres en el acceso al poder como el incremento del número de escaños ocupados por estas en los Poderes Legislativos nacionales de la región.
A pesar de este aumento en la representación de las mujeres en la vida política aún persisten barreras que se rehúsan a pensarlas y tratarlas en igualdad de condiciones. Este es el caso de las arenas mediáticas, simbólicas y discursivas de los medios de comunicación de masas que realizan coberturas diferenciadas para las candidatas a puestos de elección popular o para las mujeres que ya ostentan un cargo público. Así, los medios reproducen estereotipos de género, utilizan lenguaje sexista, generan sesgos de expertise y las invisibilizan pasando por alto sus nombres, títulos o cargos que ocupan. Esto último no es un evento menor, pues la invisibilización supone omitir la presencia de las mujeres en la vida pública y política.
Desigualdad de cobertura en América Latina
Según el último informe realizado por ONU-Mujeres e IDEA Internacional en 2012 sobre las coberturas mediáticas durante una selección de campañas electorales de ocho países de América Latina (Bolivia, 2009; Chile, 2009; Costa Rica 2010; Colombia, 2010; República Dominicana, 2010; Perú, 2011; Guatemala, 2011; y Argentina, 2011), seis otorgaron una cobertura a las candidatas ostensiblemente por debajo de su presencia en las listas electorales. El caso más dramático fue Guatemala, donde las candidatas representaron el 25% del total, mientras que la cobertura que recibieron fue del 12.8%.
Los géneros periodísticos también permiten observar esta desigualdad en cuanto al tiempo que ocupan las mujeres en las pantallas de televisión o en los espacios radiofónicos. De estos destaca una herramienta como la entrevista pues brinda además condiciones necesarias para poder profundizar en propuestas y programas políticos. Una evaluación realizada con respecto a estos espacios en dicho informe revela que son los hombres los que tuvieron “una mayor cobertura en entrevistas que las mujeres en relación al total de las noticias en las que apareció cada sexo”.
Datos más recientes del Proyecto Global de Monitoreo de Medios (GMMP por sus siglas en inglés) del 2020 reafirman los hallazgos del informe de la ONU e IDEA International. Según el GMMP, en América Latina la participación de las mujeres como sujetos de la noticia alcanza apenas un 26% como promedio. En comparación con 2015, este porcentaje ha disminuído en tres puntos, siendo las mujeres presentadas en relación con su familia o entorno familiar tres veces más que los hombres. Estudios realizados en tres países de la región (Argentina, México y Perú) reafirman estas diferencias.
En Argentina, el Observatorio de la Discriminación en Radio y TV en su informe final sobre el Monitoreo Género y Política de las campañas electorales a las Elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) de 2021 evidenciaron que del total de menciones a candidatas y candidatos en las noticias el 63% fueron sobre hombres y 37% sobre mujeres. En cuanto a los géneros periodísticos, la modalidad en que menos aparecen las mujeres son las conferencias de prensa y en las menciones textuales (29% para ambos casos) y existe una diferencia abismal entre el tiempo que tienen la palabra, 71% para candidatos hombres en contraste con un 29% para las mujeres.
En México, el Monitoreo de transmisiones de campañas de las elecciones intermedias de 2021 realizado por el Instituto Nacional Electoral (INE) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) reportó que del total de las piezas comunicativas analizadas se produjeron 7,918 menciones para mujeres en oposición a las 12,959 para hombres; 247 horas fue el tiempo aproximado que las candidatas tuvieron en radio y televisión, mientras que a los candidatos se les asignaron 395 horas, es decir, 148 horas más. Aunado a ello, este estudio reconoce que 16,083 piezas de comunicación no usaron lenguaje incluyente o no sexista.
También en 2021 en Perú se llevaron a cabo las Elecciones Generales y el monitoreo realizado por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), el cual recogió datos de 3,289 unidades de información provenientes de diversos medios de comunicación (incluyendo a algunos digitales), demuestra un panorama similar al ya descrito. En este país, si bien las mujeres representaron el 50% de las candidaturas al Congreso, solo ocuparon el 35% de la cobertura mediática.
Los datos aquí presentados son únicamente una pequeña muestra del complejo crisol que compone la realidad sobre la que diversas investigaciones académicas y activistas han denunciado. Existe una cancha desigual que coloca a las mujeres en desventaja competitiva quienes, a pesar de estar en condiciones de igualdad en las listas electorales (lo que incluso aún no es un logro consolidado para todos los países de América Latina), se enfrentan a una serie de retos y obstáculos diferenciados que les impiden acceder de manera real en igualdad de condiciones al poder.
Lo simbólico importa
Que las mujeres no aparezcan tan frecuentemente en los medios como los hombres las invisibiliza del espacio público, como si este fuera un lugar que no les corresponde. Asimismo, cuando estas sí aparecen en los medios se las vincula con formas de comunicación ligadas a estereotipos de género y a violencia política mediática. Así, se critica su forma de vestir o apariencia, su vida familiar, se las vincula con el ámbito doméstico, se les da espacio porque son “algo de alguien” y, en algunos casos, se tiene un interés particular sobre su vida íntima.
La violencia política mediática no se limita a los medios de comunicación tradicionales. El proyecto de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Santiago de Chile “Mujeres y Política en Twitter” ilustra cómo la violencia política en las redes sociales se manifiesta con particular ahínco contra las mujeres. En su informe final de 2021 reveló que el 76% de las mujeres constituyentes en Chile recibieron mensajes de odio o violencia por medio de esta plataforma.
La manera en que son representadas las mujeres y el espacio que se les asigna en los medios de comunicación importa porque influye en la construcción de los imaginarios sociales y en las decisiones políticas de la ciudadanía siendo piezas clave para una democracia sólida y plena. El acceso igualitario al uso de los medios de comunicación permite que las mujeres gocen de las mismas oportunidades y que los cambios culturales sobre los roles de género se generen de manera paulatina, pero contundente. Es imperante reflexionar sobre el papel que juegan las y los comunicadores para cambiar el modelo de comunicación política existente con miras a uno que permita la diversidad, pluralidad e igualdad.