Las mil y once noches
El 10 de mayo, la Corte Suprema Israelí iba a resolver sobre la legalidad del desalojo de seis familias palestinas en Jerusalén Oriental –cuya propiedad de las casas, aparentemente, nunca legalizó el gobierno israelí– para entregar esos hogares a judíos.1 El gobierno israelí dijo que se trataba de un asunto entre particulares. Los palestinos se quejaban de que era un paso más hacia su expulsión del país. Llevaban un mes organizando protestas porque la policía israelí cerró mezquitas y plazas, impidiendo la debida conmemoración del Ramadán. El mismo 10 se celebró el Día de Jerusalén, que recuerda el control de Israel sobre esa ciudad al final de la Guerra de los Seis Días en 1967. Algunos judíos extremistas aprovecharon la fecha para gritar “mueran” a los palestinos, como en días previos.
En la noche del 10, Hamás, el grupo que ejerce la autoridad en la Franja de Gaza desde 2006,2 lanzó cohetes contra Israel, que los contestó. Hamás disparó 4 300 misiles, pero las baterías israelíes interceptaron alrededor de 90% de los que representaron alguna amenaza. Gaza no tenía tales defensas frente a los 1500 ataques israelíes.3 Once días después –en los que, además, hubo violencia callejera entre árabes e israelíes– habían muerto, al menos, 240 personas en ambos bandos, incluyendo casi setenta niños.
Isaac e Ismael
En una entrevista con la televisión estadounidense durante el intercambio de misiles, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu dijo que los ataques de Hamás no habían sido provocados y que Israel tenía derecho a defenderse. Su interlocutor buscó que reconociera algún posible exceso o desproporcionalidad en su reacción, considerando la relación de veinte víctimas mortales palestinas por una israelí. Netanyahu insistió: “¿Qué hubieran hecho?”4
Su respuesta tiene un doble significado. Reitera que Israel no inició el enfrentamiento y que, al contestarlo, hacía lo correcto porque los misiles “neutralizaban” terroristas que amenazaban la existencia de Israel. Efectivamente, tres países árabes invadieron Israel un par de años después de su creación para tratar de deshacerse de él. Durante décadas ha habido numerosos ataques terroristas de Hamás contra Israel, incluso después de acuerdos sobre paz. Y en mayo de 2021 también fue Hamás quien primero apretó el botón de cohetes.
Pero los palestinos tienen igualmente agravios. Israel ha impedido el regreso de los árabes palestinos que salieron de sus casas –expulsados por las nuevas autoridades israelíes o a petición de líderes judíos o árabes– en los territorios hacia los que Israel se expandió indebidamente tras las guerras de 1948, 1967 y 1973.5 Y, todos los días, los árabes que viven en los territorios palestinos que van a trabajar a los territorios que Israel reconoce como propios reciben trato de ciudadanos de segunda: deben mostrar permisos de movilidad y pasar por revisiones exhaustivas de sus cuerpos, pertenencias y vehículos.
La intención de Netanyahu de dejar la responsabilidad del conflicto de mayo en Hamás es absurda.6 Lleva a comenzar una cadena de recriminaciones mutuas cuyo origen podría rastrearse a Ismael e Isaac, y consigue lo mismo que lanzar y contestar misiles: rencores y pretextos para otro combate, y más gente muerta.
El hijo pródigo
Estados Unidos ha sido anfitrión de negociaciones de paz entre las autoridades israelíes y palestinas. Los Acuerdos de Camp David, de 1978, sentaron las condiciones de paz entre Egipto e Israel y la autonomía de los dos territorios –Gaza y Cisjordania– que aún ahora conserva Palestina.7 En una nueva cumbre patrocinada por eu en 2000, la desconfianza entre las partes sólo permitió llegar a una declaración política.
Pero Estados Unidos no ha sido un jugador neutral. Entre 2001 y 2020, Israel recibió 52% de la ayuda militar externa estadounidense. En contraste, Iraq, país al que ha ayudado a reconstruir tras la invasión de 2003, ha recibido 2% de esa asistencia. Sólo en 2020, la asistencia militar a Israel fue por 146 mil millones de dólares (mmd). En contraste, la Agencia para el Desarrollo Internacional de EU (USAID) ha otorgado a Palestina 5 mmd desde 1994 para financiar proyectos de acceso a agua potable, ayuda vocacional a jóvenes, apoyo a pequeños negocios y asistencia a la industria turística.8
Este sesgo pro-israelí se acentuó durante el gobierno de Donald Trump con dos hechos diplomáticos notables. EU cambió la sede de su embajada de Tel Aviv (donde está la gran mayoría de representaciones) a Jerusalén (que también aloja las embajadas solo de Guatemala y Kosovo porque la soberanía israelí sobre la ciudad no se reconoce). Además, Trump rescindió el acuerdo nuclear de EU con Irán –con lo que se restauraron sanciones económicas para restringir su capacidad de producción de combustible nuclear–, uno de los principales enemigos de Israel, por la insistencia de Netanyahu de que se abría la puerta a que Irán produjera armas de destrucción masiva, amenazando directamente a su país.
Por ahora, Joe Biden no parece estar dispuesto a cambiar notablemente en ese tema. La embajada permanecerá en Jerusalén y continuará la asistencia militar a Israel. Se ha hablado de retomar el acuerdo con Irán, pero EU ha insistido en mantener límites –que Irán considera inaceptablemente restrictivos– para garantizar el uso pacífico de los combustibles nucleares.
Para tragedia de israelíes y árabes, seguramente habrá una siguiente ronda de ataques. Posiblemente sea ya sin Netanyahu. Tras doce años en el poder, a comienzos de junio, la oposición a su gobierno dijo haber acordado una coalición para sacarlo. Pero poco cambiará si ambas partes mantienen una retórica de amenaza existencial sobre el adversario. En los años cuarenta, cuando la supervivencia de Israel verdaderamente era una pregunta abierta, Hannah Arendt cuestionó la pertinencia de usar el tono militarista de defensa del Estado para hablar de la construcción de un hogar para los judíos del mundo.9 En 2021 no parece haber amenazas reales a la continuidad del Estado israelí, incluso desde Hamás, en muy buena medida gracias a EU. Pero la construcción de un hogar para israelíes y árabes sigue estando pendiente.
1 Para la reconstrucción de estos hechos me basé en los reportes del New York Times y la BBC.
2 Hamás quitó la mayoría parlamentaria a Fataj en las elecciones palestinas de 2006. Hamás fue especialmente exitoso en Gaza. Fataj le pidió comprometerse con la no violencia; no aceptó. Estalló una guerra entre ambos en 2007. Hamás, que sigue sin distanciarse de la violencia, quedó con el control de Gaza. Fataj, quien recibe la mayor parte de la ayuda internacional para Palestina, controla Cisjordania.
3 Un análisis sobre el armamento de ambas partes está en Sebastien Roblin, “How Hamas’ arsenal shaped the Gaza War of May 2021” e “Israel’s bombardment of Gaza: Methods, weapons and impact”, en Forbes, 25 y 26 de mayo de 2021.
4 Entrevista con John Dickerson en Face the Nation (CBS), 16 de mayo de 2021.
5 En 1947, la onu acordó partir en dos el territorio del mandato británico de Palestina: una zona sería para el nuevo Estado de Israel, judío, y otra para el Estado de Palestina, árabe. Ninguna parte estuvo de acuerdo y estalló la violencia callejera, que se transformó en una guerra civil. En 1948, los países árabes vecinos invadieron Israel para tratar de establecer un Estado palestino árabe. Israel ganó la guerra. Del territorio original que la ONU asignó al Estado palestino sólo quedan bajo autoridad árabe Gaza y Cisjordania.
6 Una revisión balanceada de la historia de Israel está en Mario Sznajder, Historia mínima de Israel, México, El Colegio de México-Taurus, 2017.
7 Aunque se pusieron en marcha, tuvieron un alcance más limitado de lo esperado por el asesinato del presidente egipcio, Anwar Sadat y por las reservas del parlamento israelí.
8 “United States announces assistance for Palestinians”, comunicado de la encargada Gloria Steele, USAID, 7 de abril de 2021.
9 Hannah Arendt, “To save the Jewish homeland”, en id., Jewish Writings, ed. de Jerome Kohn y Ron Feldman, Nueva York, Schocken Books, 2007, pp. 388-401.