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Una golondrina, ¿hará verano?

Igual que todo lo demás en nuestras vidas, la pandemia impactó los procesos electorales realizados este año. Como sucedió en otros países, en México las elecciones se postergaron y los comicios que debieron haberse llevado a cabo el 7 de junio fueron pospuestos hasta el 18 de octubre pues el INE consideró, acertadamente, que no existían entonces las condiciones para su realización.

Este cambio implicó no solamente reagendar la fecha de la jornada electoral, sino replantear la organización y realización de todos los procesos. Así, las campañas que se hicieron durante mes y medio debieron respetar las restricciones sanitarias impuestas por la pandemia. La jornada electoral se llevó a cabo con un fuerte protocolo de sanidad que contempló el uso de cubrebocas, caretas y plumas personales para marcar la boleta, el respeto de una sana distancia entre electores y funcionarios de casilla, la sanitización constante de las instalaciones y los materiales utilizados, entre otras medidas. Es deseable que la experiencia adquirida en términos sanitarios sea aprovechada en los procesos electorales que viviremos dentro de siete meses.

A pesar de haber sido, en palabras de Lorenzo Córdova, los comicios más complejos realizados hasta ahora, las autoridades electorales entregaron muy buenas cuentas. En Coahuila e Hidalgo se instalaron todas las casillas y solo se registró un incidente en Hidalgo, donde se reportó la quema de una casilla.

En términos de organización electoral, las elecciones de Coahuila e Hidalgo también dejaron experiencias que bien podrían repetirse para actualizar la logística a nuevos tiempos post-pandémicos. En ambos estados se instrumentó con éxito la utilización de urnas electrónicas. Si bien fue un ejercicio limitado a una pequeña muestra, un total de 94 urnas (54 en Coahuila y 40 en Hidalgo), los votos que se emitieron en estos dispositivos se incorporaron a los resultados oficiales.

Hermanados en la fecha de sus jornadas electorales, Coahuila e Hidalgo comparten algunas otras características político-electorales. Ambos estados han sido siempre gobernados por el PRI por lo que, junto con Campeche, Colima y el Estado de México, son parte del reducido grupo de cinco entidades que todavía no conocen la alternancia en sus gubernaturas, aunque sí la han tenido en sus ayuntamientos y han vivido la pluralidad en sus congresos.

Así las cosas, la renovación del congreso local en Coahuila y los ayuntamientos en Hidalgo puso a prueba el avance de Morena, que en las elecciones de 2018 arrasó en la federal y en las de 2019 consolidó posiciones al obtener las gubernaturas de Baja California y Puebla. Si Morena conseguía romper la hegemonía priista en las elecciones de 2020, se confirmaría una racha favorable para López Obrador y su partido. Pero ello estuvo lejos de ocurrir.

Después de la elevada participación en las elecciones 2018 (62% del padrón acudió a votar) destaca en los comicios del siguiente año un abstencionismo superior a 70%. En 2020 la participación ciudadana fue similar a las elecciones previas al ubicarse en 39.1% en Coahuila y 53.8% en Hidalgo.1 Esta similitud permite suponer que la baja participación en ambos casos se debe más al desinterés de la población que al confinamiento derivado de la pandemia.

En cuanto a los resultados en ambas entidades no hubo grandes sorpresas, pues las preferencias por el Revolucionario Institucional se mantuvieron y le dieron dos victorias significativas. Este año, a diferencia de ocasiones anteriores caracterizadas por una gran variedad de alianzas, el PRI compitió en solitario y se adjudicó la totalidad de triunfos. Vale la pena mirar con atención y por separado las cifras antes de sacar conclusiones.

En Coahuila se renovó el congreso estatal para integrar la legislatura que acompañará a Miguel Riquelme en la última mitad de su administración. Los resultados fueron contundentes pues el PRI ganó todos los distritos de mayoría relativa con lo cual el gobernador tendrá una inmejorable relación con el poder legislativo a donde llegará, para presidirlo tal vez, Eduardo Olmos, hombre cercano a Riquelme que podría perfilarse como su sucesor.

En efecto, el Revolucionario Institucional contará con una bancada integrada por 16 de los 25 legisladores, que constituye el 64% de la legislatura. Del lado opositor estará Morena con 4 curules (16%), el PAN con 3 (12%) y el PVEM y la Unidad Democrática de Coahuila (UDC) con una posición (4%) cada uno de ellos.

Ese congreso es consecuencia de la enorme concentración del voto a favor del tricolor, que se llevó casi la mitad de los sufragios emitidos (49.85%), dejando a Morena en un lejano segundo lugar con bastantes menos votos (19.51%) y –todavía más atrás– al pan que no llegó siquiera al diez por ciento (9.89%). El margen de victoria del tricolor, o sea, la diferencia porcentual entre el ganador y el segundo lugar varió desde el rango más amplio, con 40% en Ramos Arizpe (frente a Unidos), hasta el más reducido en Acuña, de 16% (frente a Morena). Solamente en uno de los 4 distritos de Torreón el PAN quedó en un distante segundo lugar.

La concentración priista de votos en un estado donde los procesos electorales más recientes se caracterizaron por la participación de una gran cantidad de partidos y candidatos independientes tuvo también –como efecto colateral– la pérdida del registro de tres de los cuatro partidos locales. Destaca entre ellos el partido Unidos, cuyo dirigente es Rubén Humberto Moreira, hijo del exgobernador Humberto Moreira.

El gran ganador de esta contienda es Miguel Riquelme, quien en 2017 llegó a la gubernatura precedido de un proceso electoral por demás complicado. Su victoria tuvo un margen de 2.48% sobre el candidato del PAN y fue reconocida solamente después de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (mediante la sentencia SUP-JDC-00545-2017) invalidara el acuerdo del Instituto Nacional Electoral (INE/CG313/2017) para anular la elección por haber rebasado el tope de gastos de campaña.

En las elecciones para renovar el congreso aquel año, el PRI obtuvo 10 posiciones frente a 9 del PAN, con votaciones de 34.42% y 29.15%, respectivamente. Mientras que, en los comicios para ayuntamientos, en 2017 también fue el PRI quien se colocó en la primera posición al concentrar 36% de los sufragios, dejando en segundo lugar al PAN con 30%. El PRI y sus aliados se hicieron con la victoria en 26 de las 38 presidencias municipales.

Por ajustes al calendario electoral se eligieron nuevamente ayuntamientos en 2018 y el Revolucionario Institucional, con sus aliados PVEM y Partido Nueva Alianza (PNA), volvió a ser el que más triunfos conquistó al hacerse con 18 alcaldías frente a las 15 de Acción Nacional y aliados. Morena, junto con el PT y el Partido Encuentro Social (PES), ganó cuatro y, el PRD, solo una.

Esta historia de éxitos tricolores en comicios locales no corresponde a lo sucedido en las elecciones federales de 2018 donde, en Coahuila –como en todo el país–, la candidatura de Andrés Manuel López Obrador impactó los resultados de las demás contiendas. El PRI quedó en la segunda posición con 24% de los votos en la elección presidencial, 29.5% en la de senadurías y 28.4% para las diputaciones.

Al éxito del PRI en Coahuila contribuyó la buena aceptación que tiene el gobernador, quien se ubica como el quinto mejor calificado entre los ejecutivos estatales, pero también influyeron los conflictos internos de Morena, así como la debacle panista. En Morena, las diferencias se hicieron evidentes desde la selección de candidatos, y la falta de coordinación se mostró en las disputas donde participaron el delegado estatal y algunos diputados locales. El mal desempeño electoral del PAN evidencia una crisis de vigencia y unidad del partido que cayó a la tercera posición.

Por su parte, los resultados de los comicios 2020 en Hidalgo –donde se renovaron las 84 presidencias municipales– también ubican al PRI como el ganador, pues fue el partido que más triunfos acumuló, además de que ganó importantes ciudades del estado.

El gobernador es priista –igual que la mayoría de los presidentes municipales–, pero el congreso, renovado en 2018, está dominado por Morena. Sin embargo, la presencia del PRI en el estado tiene raíces profundas.

En 2016 se llevaron a cabo elecciones generales que incluyeron la renovación del ejecutivo estatal, el congreso y los ayuntamientos. Entonces ganó la gubernatura Omar Fayad, priista postulado por el propio tricolor junto con el PVEM y el PNA,2 quien obtuvo 43.26% del total de votos, dejando al candidato panista en un distante segundo lugar con 27.65% de los sufragios.

En la elección de diputados locales, el PRI alcanzó 30% de la votación, mientras que el PAN, el PRD y Morena obtuvieron 20%, 10.5% y 8%, respectivamente. Por tal motivo, el tricolor se hizo de 12 de los 18 distritos, a los que se sumaron 3 curules de representación proporcional, para darle una bancada de 15 legisladores; esto es, la mitad del congreso. En esa legislatura, la segunda fuerza fue el PAN, que ganó 5 diputaciones de mayoría relativa y 2 de representación proporcional; la tercera, el PRD, con 3 posiciones y, después, Movimiento Ciudadano (MC), el PNA, el PVEM, Morena y el PES con una posición cada uno de ellos. Pero en los comicios de 2018 los resultados del PRI fueron muy diferentes. De los 18 distritos electorales solo ganó uno y el resto se lo llevó Morena, para darle al partido guinda el 57% de las curules. El Revolucionario Institucional obtuvo 5 diputaciones en total y se convirtió en una muy reducida fuerza en la legislatura actual.

En las elecciones de ayuntamientos en 2016 el pri tuvo 28% de los votos, mientras que el PAN, 20%, el PRD, 10%, y Morena, 6%. De tal manera que, junto con sus aliados, se hizo con la victoria en 30 de los 84 municipios.

El tsunami lopezobradorista de 2018 se sintió en las elecciones locales de Hidalgo, pero tuvo aún más fuerza en las elecciones federales. Los triunfos de Morena en los comicios para presidente, senadurías y diputaciones federales no dejan lugar a dudas. El PRI apenas alcanzó 15.4% en la presidencial, 18.8% en senadurías y 19% en diputaciones.

En 2020, el PRI recuperó su posición como la principal fuerza política del estado. Se hizo con la mayoría de los votos y los ayuntamientos y ganó las ciudades más importantes del estado, destacadamente Pachuca que arrebató al PAN en una contienda muy disputada con Morena.

En efecto, el PRI fue el partido que concentró más votos, pero solo alcanzó 25.24% del total; el resto de la votación estuvo fragmentada en varios partidos, coaliciones y candidatos independientes. El segundo lugar en votos lo obtuvo Morena con 9.8%, seguido por el PNA-Hidalgo (9%) y luego por la coalición formada por PVEM-PT-Morena-PESH3 (8%). Atrás quedaron el PAN con 6.2% y el PRD con 4.4%, y la alianza entre ellos alcanzó 5.38%.

Esta dispersión del voto trajo consigo el triunfo del Revolucionario Institucional en 32 municipios entre los que destacan –además de la capital– Tulancingo, Mineral de la Reforma y Tepeji del Río. Otros ayuntamientos se distribuyeron así: 13 para el PRD (de los cuales 6 fueron en alianza con el PAN), 5 para el PAN y 10 más para Morena (de ellos 4 fueron para la coalición que integró con PVEM, PT y PES).


Parece ser que, aun cuando lideraba en las encuestas en Hidalgo, Morena se vino abajo como consecuencia de las fracturas internas generadas –principalmente– por la disputa de candidaturas con el llamado Grupo Universidad, aliado de Morena en 2018. Vale decir que ese grupo gira en torno a Gerardo Sosa Castelán, exrector de la Universidad Autónoma de Hidalgo, hoy preso por peculado, lavado de dinero y defraudación fiscal. Su hermano, no obstante, fue candidato en Tulancingo. De igual modo, los conflictos generados por la complicada renovación de la dirigencia nacional y la ausencia de liderazgos locales fuertes afectaron el desempeño morenista.

Si bien el PRI se mantiene presente después de la hecatombe sufrida en 2018, nada más lejano a la afirmación de su presidente nacional respecto a que está de vuelta, que arrasó y se encuentra listo para contender –sin alianzas– como lo hizo en 2020. Lo que hicieron evidente estas elecciones fue un buen trabajo de dos gobernadores que consolidan sus liderazgos como figuras nacionales y refuerzan la deslucida presidencia de Alejandro Moreno. Ellos lograron movilizar la base social priista y articular en torno suyo a la clase política local, donde destacan personajes como los hermanos Moreira en Coahuila y la familia Osorio Chong en Hidalgo.

El reto no fue menor, pues al tratarse de comicios no concurrentes, éstos suelen funcionar como ejercicios plebiscitarios para el partido gobernante y, por tanto, responden a una lógica local, más territorial, que busca un voto pragmático, no ideológico; el elector apoya a candidatos que respondan a sus necesidades concretas. De ahí la importancia de una adecuada selección de candidatos que considere el arraigo de los aspirantes, así como su poder de convocatoria y su presencia en la región.

Sin embargo, para que los candidatos den buenas cuentas, también se requiere de estructuras partidistas sólidas. Tanto en la definición de las candidaturas como en la renovación de su dirigencia, Morena dejó ver que carece de una estructura nacional sólida y de disciplina interna y sufrió las consecuencias en las urnas. Acción Nacional, por su parte, continúa desdibujado ante el público y adolece de liderazgos débiles desde que perdió la presidencia hace ya ocho años.

Durante su muy larga historia el PRI creó la estructura partidista más vasta, pero los resultados de 2018 y 2019 cuestionaron su perdurabilidad. Y aunque los resultados en Coahuila e Hidalgo dan cuenta de la recuperación del tricolor, no pueden extrapolarse a otros comicios; mucho menos a los muy complejos procesos electorales que nos esperan el próximo año. Una golondrina no hace verano.

1 La información estadística ha sido tomada de las páginas del INE y de los institutos electorales de Coahuila e Hidalgo. La integración de las legislaturas, de las páginas de los respectivos congresos.

2 Partido Nueva Alianza

3 Partido Encuentro Social Hidalgo.

Profesora-investigadora de la UNAM. Red de Politólogas.

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