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Moxie

Moxie es una película de la plataforma Netflix, comedia dramática de 2021 dirigida por Amy Poehler; basada en la novela homónima de 2015 de Jennifer Mathieu y adaptada por Tamara Chestna y Dylan Meyer, quienes hicieron el guión. Es una manera entretenida de acercarse al tema de los estragos del sistema patriarcal y de la violencia contra las mujeres.

Podría pensarse que se trata de una película en la que una chica “normal” y “privilegiada” gradualmente se da cuenta del mundo sexista en el que vive –junto con otras chicas– y emprende una revolución; pero creo que sería una lectura errónea porque esta chica sólo puede darse cuenta de ello cuando llega una nueva compañera que hace una serie de denuncias sobre el acoso de quien será el villano de la historia; también está la madre de la chica, quien, en sus años de juventud, participó en reuniones feministas; y todas las otras mujeres que, poco a poco, se suman al movimiento. A diferencia de otras películas, esta exalta el trabajo en equipo, un feminismo colaborativo, un punto por eso.

En este pequeño cosmos escolar, se ensaya con lo que sucederá después en el mundo adulto; por ejemplo, hay medios de comunicación internos que el sistema (escolar) utiliza para perpetuar el mensaje patriarcal; todos los días el profesor titular pone un programa que se transmite por circuito cerrado que deben mirar las y los estudiantes, donde si bien hay un conductor y una conductora, toda la producción está hecha para exaltar al equipo masculino de futbol americano, y los antivalores ligados a ello como la prepotencia, el abuso, la impunidad; justo el líder del equipo es el acosador más grande y representa, de manera muy explícita, el pacto patriarcal y los privilegios derivados de ello.

La propia directora, a nombre de la Institución, es una muestra fehaciente del largo brazo de este poder que no quiere mover un dedo para no alterar el orden; por ello pareciera que la única manera de iniciar la revolución es a través de una campaña panfletaria, casi guerrillera. Los demás conductos están cerrados, lo supimos cuando la estudiante de origen hispano acude con la directora a denunciar el acoso y no sólo no es escuchada, sino que se le recomienda callar y seguir adelante, porque dar curso a su denuncia implicaría “mucho papeleo”.

Para quien se ocupa de temas electorales esta historia, además, tiene un plus: los constantes ataques al colectivo femenino detonan la posibilidad de llevar la batalla en los términos del propio sistema, una elección ya decidida, pero en la que podría intervenir Moxie como movimiento aglutinador justamente para demostrar el alcance que tiene la sororidad; se trata de la elección del “deportista del año”, quien recibirá una beca escolar para continuar sus estudios. La candidatura de la deportista mujer, que no estaba en el radar de la institución, pero que tiene todos los arrestos para triunfar, da una esperanza al movimiento. Sin embargo, la pugna electoral no es lo que esperaban, se encuentra llena de trabas, como el uso de tecnicismos para evitar el triunfo opositor, campañas denostativas, uso inequitativo de los medios de comunicación, mucha opacidad e incluso un posible fraude electoral.


Otra cuestión interesante de la trama, son las historias interseccionales, Moxie se integra por chicas con diferentes orientaciones sexuales, con diversidad racial, cultural y socioeconómica.

Y puesto que los medios institucionales no son suficientes, la revolución debe desafiar al sistema y, literalmente, apropiarse de los espacios públicos donde la propia inercia permite las denuncias, la sororidad y la fuerza del colectivo; frente a esta evidencia y empoderamiento, finalmente, el sistema tiene que aceptar los cambios y vienen las sanciones para los culpables.

Podría pensarse que se trata de feminismo light, pero ciertamente la película está construida de manera muy didáctica para explicar, a un sector de la sociedad, temas tan complejos como el de la violencia contra las mujeres; seguramente hay otras manifestaciones más contundentes en este sentido, pero se agradece que haya opciones para todos los públicos.

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José Ramón Narváez Hernández

Profesor de la Escuela Judicial Electoral.

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