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¿Participar o no participar?

La revocación de mandato es un mecanismo de democracia directa a través del cual el electorado puede votar para decidir si algún gobernante debe ser removido de su cargo antes de concluir su período o mandato original. Se trata de una figura relativamente nueva en México, puesto que se introdujo a nivel constitucional en diciembre de 2019 y su ley reglamentaria se expidió apenas en septiembre de 2021. Una vez que el Instituto Nacional Electoral validó los apoyos necesarios para activarlo –al menos tres por ciento de la lista nominal–, el pasado 7 de febrero se publicó la convocatoria para la consulta de revocación de mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador, a realizarse el domingo 10 de abril.

La idea es simple y persuasiva para muchas personas. Sin embargo, la implementación de un referendo revocatorio es complicada: en general, para activarlo se requiere del apoyo de cierto número de ciudadanos en un período dado. En caso de activarse, la revocación suele requerir un nivel mínimo de participación para que su resultado sea vinculante. Por último, en caso de ser removido, cada país señala diferentes mecanismos para reemplazar al gobernante depuesto. Esto quiere decir que se requiere una acción colectiva exitosa para activar y, en su caso, ganar un revocatorio. Como se trata de un mecanismo poco usual a nivel presidencial, y pocas veces se ha activado donde existe, no es claro cuál sea la mejor forma de implementar un referéndum revocatorio ni su impacto en la calidad de las democracias en sistemas presidenciales.

Desde un punto de vista teórico o de diseño constitucional, existe cierto debate sobre si la revocación de mandato debe considerarse un mecanismo de democracia directa –los cuales suelen buscar que las y los ciudadanos decidan sobre asuntos legislativos o de política pública, y no tanto sobre la identidad de sus representantes–, o si en realidad es parte del sistema electoral, dado que el referendo implica remover a una persona. La figura constitucional aprobada ese sexenio para el caso mexicano ilustra esta tensión: si bien el electorado podría decidir remover al presidente en turno, correspondería al Congreso designar a su sustituto por los últimos dos años.

Desde el punto de vista de política comparada, expertos como David Altman y Yanina Welp han señalado otra distinción importante: cuando el mecanismo se detona “desde abajo” puede ser un último recurso para remover a un gobernante cuyo desempeño resulta insoportable para la sociedad. Sin embargo, cuando el referendo se detona “desde arriba” por el gobierno en turno, la figura puede usarse como una estrategia de propaganda y movilización para fortalecer la legitimidad, imagen o popularidad de un gobernante.

La experiencia de otros países

En América Latina, la figura del referéndum revocatorio a nivel presidencial existe en Bolivia, Ecuador, Venezuela y, desde 2019, en México. A nivel local, la figura existe en Perú, Argentina y Cuba. En las últimas décadas, los únicos presidentes que han enfrentado un referéndum revocatorio han sido Hugo Chávez en Venezuela, 2004, y Evo Morales en Bolivia, 2008. En Venezuela se requirieron las firmas de un 20% del electorado para activarlo, mientras que en Bolivia este fue activado por el gobierno. Esta diferencia no es trivial: el referéndum revocatorio venezolano fue promovido y activado “desde abajo” por ciudadanos opositores a Chávez, y esta oposición tuvo que librar diversos obstáculos antes de que los tribunales aceptaran activarlo. Por otro lado, el referéndum boliviano fue iniciado y activado por el mismo gobierno de Evo Morales como una especie de ratificación de mandato. 

Ambos ejercicios tuvieron una participación relativamente alta: 70% en Venezuela y 83% en Bolivia. Aunque el fraseo de cada caso fue distinto, ambos presidentes lograron mantenerse en sus cargos por un amplio margen: Hugo Chávez tuvo un 59% de votos para no revocarlo, mientras que Evo Morales obtuvo 67.4% de votos para mantenerse en el cargo. 

Otro caso que podría mencionarse es el plebiscito de Chile en 1988, donde el “no” a Pinochet obtuvo un 54% de votos con una participación de 97%. Al tratarse de un régimen autoritario, pocos expertos lo considerarán un ejercicio de democracia participativa o directa, sin embargo, sus consecuencias fueron cruciales para la transición democrática de aquel país. A nivel local, destaca el caso de California en Estados Unidos, donde el gobernador Gray Davis fue removido en 2003 y Gavin Newson logró mantenerse en el cargo en 2021. Cabe destacar que, a diferencia del caso mexicano, el revocatorio de California permite elegir a un sustituto el mismo día en que se decida, en su caso, remover al gobernador en turno.

¿Participar o no participar?

Al momento de escribir este artículo, luce difícil que el presidente López Obrador pierda el referendo revocatorio en México y, por otro lado, que se alcance una participación mayor al 40% de la lista nominal para hacer vinculante el resultado. ¿Por qué podría esperarse una participación menor a la de casos como Venezuela y Bolivia? Existen varios factores que podrían explicar esto. Vayamos por partes.

En primer lugar, y de acuerdo con la discusión anterior, este revocatorio ha sido promovido “desde arriba”: el principal promotor de la creación de la figura legal y su reciente activación fue el propio gobierno con apoyo de sus simpatizantes. El presidente López Obrador recibió un apoyo mayoritario en 2018, cuenta con amplia mayoría en el Congreso y, hasta la fecha, su popularidad se ha mantenido en niveles elevados. Por otro lado, la oposición partidista es relativamente débil y sus principales líderes han decidido no convocar a sus simpatizantes a participar en el referendo. 

Según la legislación vigente, aprobada por la actual legislatura, corresponde exclusivamente al ine la difusión y promoción del referéndum: ningún partido político, persona física o moral puede contratar propaganda en radio y televisión para influir en la revocación de mandato. Además de esto, la propaganda gubernamental está suspendida de manera similar a la llamada veda que ocurre durante campañas electorales. Por lo tanto, la discusión pública sobre las ventajas y desventajas de participar, y sobre la conveniencia de votar u opinar en un sentido u otro, es distinta a las de una campaña electoral partidista tradicional.

Consideremos ahora los diferentes motivos o razones para participar en el referéndum a nivel individual. De un tiempo a esta parte, hay quienes no aprueban la gestión del presidente, pero han llamado a no participar en el referendo revocatorio porque, desde su punto de vista, no vale la pena hacerlo. Este argumento tiene varias vertientes, dependiendo de si se enfatizan las intenciones o las consecuencias de la consulta. Por un lado, se le percibe como un intento de propaganda del presidente para fortalecer su imagen y movilizar a sus simpatizantes con miras a futuras elecciones. Otra variante considera que una difícil e improbable remoción del presidente generaría inestabilidad política y, en todo caso, solo dejaría en manos de un Congreso morenista elegir a su reemplazo. Ambos argumentos concluyen que, al anticipar un resultado favorable para el presidente o su partido, es preferible no legitimar el ejercicio en general.

De manera natural, del otro lado del espectro hay muchas personas que simpatizan o aprueban la gestión del presidente y desean participar en la consulta para ratificar su mandato, independientemente de que este sea el resultado más probable. En tercer lugar, otros más argumentan que, al tratarse de una consulta realizada en el marco de la Constitución vigente, existe una obligación y un deber ciudadano por participar independientemente de si uno está a favor o en contra de la revocación del mandato presidencial.

Las tres posturas anteriores no agotan el espectro de posibilidades. De hecho, sería muy razonable que algunas personas que no simpatizan con el presidente decidan participar y votar por su revocación, independientemente de que el resultado más probable sea otro. Y también sería razonable que algunas personas que en efecto simpatizan con el presidente, decidan no participar porque no lo consideran tan importante o simplemente den por descontado el resultado más probable.

Puede haber diversas motivaciones detrás de la decisión de participar o no en un referéndum revocatorio: unas tienen que ver más con las consecuencias esperadas o más probables de votar, y otras tienen que ver más con los beneficios psicológicos o expresivos de votar. En general, cuanto más reñido o importante sea un referéndum, podría anticiparse una mayor participación. Sin embargo, si la decisión de participar o no en un referéndum solo dependiera de las probabilidades de que nuestro voto sea decisivo en el resultado, quizás no tendría mucho sentido hacerlo: en realidad, la probabilidad de emitir un voto decisivo es infinitesimal. Sin embargo, la evidencia histórica muestra que muchas personas votan a sabiendas de que su opción preferida perderá o ganará por cierto margen y que su voto difícilmente cambiará ese resultado. 

Entre los beneficios expresivos o psicológicos de votar en un referéndum se encuentran el deber o compromiso cívico, el deseo de participar o hacer oír tu voz, los beneficios de pertenecer a cierto grupo, o incluso el evitar cierta presión social. Por otro lado, la participación también puede ser inducida cuando intervienen organizaciones partidistas o incluso las mismas burocracias interesadas en movilizar votantes en un sentido u otro. Así, en la medida que el presidente ha manifestado su interés en ser ratificado en su mandato, los líderes de su partido tienen un fuerte incentivo para demostrar su lealtad movilizando votos en su favor. 

Desde un punto de vista normativo, la participación electoral se considera como deseable en una democracia constitucional: votar es un derecho y una obligación fundamental. Sin embargo, también debe reconocerse que en la mayoría de las democracias no se sanciona el abstencionismo ni el voto nulo o en blanco. En México, suele haber una mayor participación en las elecciones presidenciales que en las elecciones legislativas o locales. ¿Quiere esto decir que las virtudes ciudadanas suben y bajan cada tres años, o simplemente que algunas elecciones suscitan mayor interés que otras? Hay quienes presumen con cierto orgullo y dignidad el sentido de su voto para un cargo en una elección, y presumen con la misma dignidad que anularon su voto en otra elección. 

Los movimientos en favor del voto nulo observados tanto en México como en otros países han enfatizado que, bajo ciertas circunstancias, anular es una forma legítima de protestar haciendo uso de la boleta electoral. De manera análoga, puede argumentarse que abstenerse de votar también puede ser una forma legítima de manifestar un desacuerdo con las opciones presentadas, o con el procedimiento mismo que activó ciertas elecciones o referéndums cuyos resultados pueden anticiparse con cierto nivel de confianza. 

Las libertades de una democracia constitucional permiten la libertad de participar o no en ciertas convocatorias, según el mejor criterio de las y los ciudadanos. El referéndum revocatorio del 10 de abril de 2022 apenas será la segunda consulta a nivel nacional realizada en México bajo el marco constitucional, y apenas será la tercera vez que un presidente será sometido a un revocatorio en América Latina en las últimas décadas. La participación y el resultado observado este 10 de abril servirán para evaluar si los nuevos mecanismos de democracia directa adoptados recientemente en México en verdad sirven para fortalecer la representación, la rendición de cuentas y la calidad de nuestra democracia.

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Javier Aparicio

Profesor-investigador de la División de Estudios Políticos del CIDE.

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