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Reglas no escritas

Es muy común escuchar que la política es de hombres. El primer día que una mujer decide estar en la política sabe que no será cierto que tendrá el mismo apoyo ni el mismo terreno que un hombre.

Cuando fui candidata presidencial experimenté retos, desafíos, obstáculos y sacrificios, los cuales seguramente ningún hombre ha vivido –ni vivirá–, mientras sigamos siendo parte de una cultura patriarcal en donde las reglas escritas y no escritas y millones de actitudes cotidianas responden al machismo y a la misoginia; por eso es importante mencionarlas, para que ninguna mujer tenga que pasar por eso. Entre nosotras debemos cerrar brechas y dejar cada vez un piso más parejo en la arena política y electoral.

A lo largo de la historia de nuestro país solo han existido seis mujeres candidatas a la presidencia, y cada una de nosotras tenemos experiencias, aciertos y errores, que merecen la pena ser compartidos. Hay algo común a lo que nos enfrentamos todas las mujeres en México: a una cultura en la que aún falta crecer en igualdad.

En primer lugar, es fundamental vernos como líderes, como personas que trabajamos y luchamos mucho tiempo para llegar a donde estamos, donde nadie nos ha regalado nada. El ejercer el poder es nuestro derecho, el cual obtuvimos con esfuerzos, inteligencia, talento y sacrificios. No tenemos que pedirlo porque es nuestro derecho, porque nos lo ganamos y lo merecemos. Se cuestiona en muchas ocasiones la fuerza de una mujer para tomar decisiones difíciles; necesitamos demostrar que lo hemos hecho, de lo contrario, no habrá un voto de confianza, siendo que cualquier hombre lo tiene sin necesidad de dar ni una sola prueba de ello.

Cuando una mujer está en la política se enfrenta a preguntas o comentarios que no le harían jamás a ningún hombre los cuales terminan, por la misma razón, siendo discriminatorios. La pregunta más repetitiva que me hicieron fue si México estaba preparado para una mujer presidenta, o si una mujer estaba preparada para ser presidenta. Para quienes están leyendo esto quiero ser muy directa: no debemos permitir que esta pregunta se vuelva a plantear porque, de entrada, no es pregunta, es una simple y burda descalificación.

Tuve la oportunidad de ser la primera mujer en diferentes puestos políticos. Fui la primera mujer Secretaria de Desarrollo Social, la primera mujer Secretaria de Educación Pública, la primera mujer coordinadora del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional (pan) en la Cámara de Diputados y la primera mujer candidata del pan a la Presidencia de la República. Todos tuvieron retos distintos, pero los más complicados los viví con esa última experiencia.

La primera gran lección es la resistencia emocional. Es necesario acompañarte de los mejores aliados y del mejor equipo de trabajo, de gente de confianza, de profesionales, atender a sus recomendaciones y ser disciplinada al seguir una estrategia trazada, y no renunciar a la esencia de quien eres y que justamente fue lo que te permitió llegar a esa boleta electoral. No puedes poner en riesgo tu ánimo ni la concentración en los momentos importantes. Siempre habrá alguien, y muchos, que quieren que te vaya mal; lo importante es cómo manejarlo.

El propósito de una campaña es sumar el mayor número de votos posibles sabiendo de antemano que no es posible caerles bien a todos ni estar en coincidencia con todos los segmentos de la población. Por eso, debes saber a quién acercarte en cada momento y cómo manejar cada situación. Seas mujer o seas hombre, gobiernas para todos, para mujeres, hombres, niños, adultos mayores. Siempre habrá un grupo al que no puedas convencer porque tus ideas se alejan a las de tal sector, pero tampoco puedes perder tu esencia con la cual te identificas y te has ganado el respeto de la mayoría.

Y, en este punto, quiero dejarles a todas las mujeres un mensaje: todas tienen que tener una firme convicción de que es posible la victoria, de que pueden ganar. Si de antemano se llenan de negación o temor, ya llevan un paso perdido; y si llegaron hasta ese lugar significa que trabajaron, se esforzaron, lo merecen y pueden lograrlo. Y una recomendación adicional: partan del escenario más adverso porque, a partir de ahí, lo demás será ganancia y crecimiento.

Para nosotras las mujeres, sobre todo, la imagen es un tema complicado porque en muchas ocasiones nos incorporan una imagen maternal que la población no quiere. Si un candidato abraza a un niño, es tierno y sensible. En cambio, si lo hace una candidata, es porque se siente la mamá de los niños o es ridícula. Si nosotras hablamos de cuidado y protección no es que México necesite una madre, sabemos perfectamente que quieren a una gobernante y es lo que seremos; nosotras no somos las que ponemos una imagen, es la sociedad en general.

A las mujeres se nos cuestionará casi todo, por nuestro cuerpo, nuestra vida sentimental, hasta nuestra forma de vestir. El machismo, desafortunadamente, sigue siendo una constante. A mí me cuestionaban si usaba o no mi anillo de casada, pero yo no he escuchado que le cuestionen a un hombre por eso. Cada mujer tiene una identidad que refleja en su forma de vestir y, desafortunadamente, nunca le darás gusto a todos. Si usas pantalón, no eres demasiado mujer; si usas vestido es porque te arreglas demasiado; si no te peinaste es porque eres fachosa. Lo importante aquí es que nunca un hombre es criticado por esos temas; en la campaña presidencial, la única que recibió esas preguntas fui yo.  En múltiples reuniones y encuentros no se hablaba de mi trayectoria, ni de mi propuesta de gobierno y de futuro, los posicionamientos rondaban sobre qué haría yo en el ámbito familiar o con qué fuerza podría lidiar contra el crimen organizado u otro tipo de desafíos. Reitero que jamás escuché un diálogo en estas condiciones con ninguno de los candidatos hombres; por ello conservo, entre muchos materiales, un artículo publicado en los días difíciles de la campaña que tenía como título: “Si se llamara José en lugar de Josefina, ¿sería lo mismo?”

La familia es un tema esencial y muy difícil de abordar. Cada una debe saber su situación, cómo es la relación en su casa y hasta dónde quiere que se conozca y publique sobre su vida privada. Eso es algo que tienen que platicar desde el principio al interior de la familia y decidir lo que es más conveniente para todos. En muchas ocasiones se siente culpa por dejar a un lado el rol principal de madre de familia o de mujer, pero es un proceso y una enseñanza. No me arrepiento y creo, hoy en día, que mis hijas y mi esposo lo entienden; he tenido aliento y su confianza, pero quiero partir de mi experiencia personal con algo imbatible: si a tu pareja o a algún miembro de tu familia no le gusta participar y no quiere ser parte de la campaña es mejor dejarlo fuera que tenerlo a fuerza, ya que eso te restará energía y muchos votos.

Espero que, si en la próxima elección hay otra candidata mujer, no tenga las mismas experiencias, no enfrente esa cultura patriarcal ni machista y tenga un terreno de mayor equidad. Mi campaña puede servir de ejemplo porque hubo errores, pero también aciertos, hubo tristezas, pero también alegrías. Pero lo más importante es que todo el país sepa que si trabajamos y nos esforzamos, el puesto por el que competimos nos lo merecemos y no se lo debemos a nadie.

El objetivo de este artículo no es sólo explorar los retos a los que me enfrenté durante la campaña a la Presidencia de la República, sino también que todas y todos quienes estén leyendo esto entiendan cómo se sigue viviendo la perspectiva de género en la arena política y electoral. Porque a pesar de que estas anécdotas fueron las que yo viví, puedo imaginar que muchas mujeres más han tenido experiencias similares. Y espero que quienes apenas vivirán esta experiencia, desde cualquier trinchera, lean estas vivencias y estos mensajes para evitar nuestros errores y que se concentren en nuestros aciertos.

En 2018, por fin se logró una legislatura paritaria, donde la mitad del Congreso somos mujeres. Como senadora, veo un gran cambio a lo que viví antes pero aún queda mucho camino por recorrer. Ya obtuvimos la mitad de los escaños en el Congreso, pero faltan las gubernaturas, los municipios y hasta la presidencia. Lo principal, y toda mi vida he recalcado esto, es que vamos a llegar porque hemos trabajado, nos hemos esforzado y hemos dedicado tiempo y vida en esto y, al final, nadie puede cuestionar si nos lo merecemos o no: es algo que nos ganamos, merecemos y tenemos.

La violencia de género y la violencia política existen y en estos últimos años, lejos de ir a la baja, se han recrudecido en muchas de las campañas de candidatas a diversos puestos de elección popular. La violencia política se refleja en menor financiamiento; la violencia política cobra su forma más burda cuando se difama y se lastima a nuestras familias porque quienes lo hacen saben que esto sí nos importa; la violencia política debe denunciarse y debemos seguirla combatiendo.

Celebro la paridad, pero más allá del mismo número de escaños, lo que nos urge son las posiciones de poder donde se toman decisiones y es aquí donde sigue existiendo un duro y difícil techo de cristal que debemos seguir rompiendo, día con día, hasta quebrarlo para siempre. La violencia política es una pérdida para el país, una pérdida para las mujeres, pero también es una pérdida para los hombres porque nos impide sumar el talento, la capacidad, la experiencia, la visión de más de la mitad de la población. La violencia de género nos pone frente a este México patriarcal y en la cual todas y todos urgentemente debemos trabajar para revertirla. Nos urgen hombres feministas y mujeres con sororidad, y esta determinación empieza por cada una y cada uno de nosotros así que, si ya te decidiste, debes saber que va a ser mucho más difícil para ti que para ellos, pero debes saber también que es posible y que estamos listas para seguir avanzando siempre.

Quiero cerrar diciendo que me siento privilegiada por haber sido la primera candidata mujer de mi partido. Estoy muy agradecida por esta experiencia y por todas las personas que me acompañaron y compartieron sueños, reclamos, preocupaciones y alegrías. Por esa campaña, tengo un antes y un después. Y a todas las niñas, adolescentes y mujeres quiero decirles algo: desde ahora deben saber y sentir que pueden lograr y ser lo que deseen, dedicarse a todo lo que sueñan y se imaginan, porque es posible.

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Josefina Vázquez Mota

Senadora por el Partido de Acción Nacional (PAN). Fue candidata a la Presidencia de la República, por el mismo partido, en 2012, entre otros puestos políticos de gran importancia.

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