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Mitos digitales y desinformación

Cuando reflexionamos sobre los mitos, la primera imagen que nos llega a la mente es de hazañas de héroes antiguos y leyendas épicas de enfrentamientos entre dioses, historias fantásticas sobre odiseas y seres divinos que habitan los confines del mundo, construidas por la creatividad humana del mundo antiguo. Pero el mito es más que un producto del ingenio narrativo, pues poco se ha dicho sobre su vínculo con la modernidad y la forma sobre la que influye en la percepción colectiva de los fenómenos sociales y políticos.

En la actualidad, los mitos no solo son vigentes, sino que se han adaptado a una realidad social más dinámica e hiperconectada. Los “mitos modernos” son narrativas que similarmente a la antigüedad, enaltecen a una o varias figuras de la vida pública, pero ya no a héroes de batallas épicas, sino a los líderes políticos y sus proyectos de gobierno, mediante los que se busca legitimarlos y fortalecer su gobernabilidad. En el contexto de la comunicación política se les conoce como “mitos de gobierno” y se han convertido en herramientas ideales para crear consenso, gestionar las crisis y reforzar la autoridad de las y los líderes.

Cada vez es más evidente la amalgama entre gobiernos y redes sociales, pues permiten amplificar masivamente desde las campañas electorales, hasta los discursos políticos, donde se incluyen elementos míticos para glorificar una narrativa entorno a los políticos, presentándoles como salvadores o salvadoras, e incluso figuras mesiánicas que resolverán los problemas de su patria. Este fenómeno no solo fortalece la imagen del líder, sino que también crea un sentido de pertenencia y les da un propósito a los gobernantes.

Además, los mitos pueden perpetuar ideologías y valores que moldean la cultura y el comportamiento social. Las historias de éxito empresarial, por ejemplo, suelen mitificar y promover el ideal del self-mad man, reforzando la creencia en el esfuerzo individual como clave del éxito, como fue el caso de Macri en Argentina. De este modo, los mitos no solo reflejan, sino que también moldean la realidad social, influyendo la manera en la que los individuos se perciben en su entorno.

 

El mito de gobierno y la comunicación digital

Con la llegada de las redes sociales, los gobiernos encontraron una plataforma para difundir sus agendas con facilidad y sobre todo, acercarse a la población. Líderes como Hugo Chávez en Venezuela, uno de los primeros presidentes latinoamericanos en abrir una cuenta de Twitter en 2010, se aprovechó del auge de la social media, reforzando una narrativa de acercamiento con la ciudadanía, pues se comunicaba directamente con la población y eludía a los medios tradicionales, proyectando así, una imagen de un líder accesible y cercano a las preocupaciones del pueblo.

En el 2010, la presidenta argentina Cristina Fernández se convirtió en la séptima mandataria más influyente en dicha red social, mientras que, en el 2012, el entonces presidente de Colombia, Manuel Santos, participó en una Twitcam organizada por Publimetro para responder las dudas de la ciudadanía. La estrategia se ha repetido hasta la actualidad; López Obrador, quien cuenta con más de 10 millones de seguidores al día de hoy, constantemente difunde sus discursos e imágenes de sus visitas en distintas regiones del país.

Si bien esta estrategia de comunicación digital ha permitido a los líderes políticos gestionar su imagen pública con más eficiencia, enfrentar las crisis con rapidez y mantener una presencia constante en la cotidianidad de la ciudadanía, también plantea preguntas sobre la transparencia y la autenticidad de estas interacciones, así como sobre la facilidad para polarizar la opinión pública, construir una imagen favorable y redirigir la atención de problemáticas que podrían afectar negativamente la identidad del proyecto político.

Basta con voltear a ver el consumo de internet por parte de la población latina para tener un atisbo a la magnitud del alcance que pueden tener los gobernantes en internet y, sobre todo, los riesgos que implica. De acuerdo con el informe sobre internet de Comscore en 2023, el 86% de la población accede constantemente a las redes sociales, y aún más importante, según el reporte Digital Election Interference Widespread in Countries Across the Democratic Spectrum de Freedom House, en las elecciones de 2018 a 2020 de México, Argentina, Brasil y Colombia, hubo una alta tasa de información falsa donde se atacaba la imagen de las y los candidatos, dejando en boga una problemática más a la que se tienen que enfrentar los gobiernos y la ciudadanía en el entorno cibernético.

Además, las redes sociales además de permitir una comunicación más directa, también le brindan información en tiempo real sobre la opinión pública y reacciones de la ciudadanía a los gobernantes, lo que les da la posibilidad de ajustar la estrategia de comunicación política a la par, lo que podría llevar a que un gobierno en lugar de priorizar la transparencia, busque popularidad inmediata. Esto nuevamente abre la discusión sobre los llamados gobiernos 2.0.

 

La persistencia de la desinformación en la era digital

El uso de las redes sociales por parte de los gobiernos no solo ha cambiado la manera en que se comunica la política, sino que también ha transformado las expectativas de los ciudadanos. La comunicación directa y sin intermediarios crea un velo de transparencia y accesibilidad que puede ser explotada para sortear el escrutinio por parte de los medios de comunicación, así como de la opinión pública, pues es común que las autoridades utilicen “bots” para sostener una narrativa positiva y simular la actividad humana.

En el informe Social media manipulation by political actors del Oxford Internet Institute, publicado en el 2022, se da cuenta de cómo se manipula la opinión pública a través de las redes sociales, así como sobre su profesionalización en gran escala. Los gobiernos y partidos políticos destinan una parte importante de su presupuesto en "cibertropas" que contribuyen a la propagación de una narrativa positiva, con el objetivo de generar una sensación de consenso​.

Estas prácticas son un reflejo de cómo los gobiernos han extendido su mito y lo han adaptado a las nuevas tecnologías, dejando la duda sobre su influencia en las democracias. ¿Hasta qué punto estas narrativas fortalecen la participación ciudadana y la transparencia? ¿O más bien contribuyen a la construcción de liderazgos carismáticos? ¿Cuál es el grado de desinformación que se impulsa por medio de estas narrativas? Es esencial reconocer el poder que pueden llegar a tener los mitos sobre la configuración de nuestra percepción de los gobiernos y así desarrollar una mirada crítica entorno a la digitalización de las narrativas gubernamentales.

La alfabetización digital cada vez cobra más vigencia ante un ecosistema político que cada vez más, depende de las redes sociales como un mecanismo para legitimarse. La población en conjunto con las instituciones y medios de comunicación, deben generar herramientas para discernir y contrarrestar la desinformación para garantizar que la digitalización de la comunicación política no ahogue los principios de transparencia de las democracias.

Asimismo, las propias plataformas de redes sociales tienen la obligación de hacer políticas más estrictas para mitigar la influencia de los bots en periodos políticos sensibles, como las elecciones de un país, para crear un entorno competitivo sano, donde no se priorice la popularidad por encima del fortalecimiento democrático.


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Rafael Orepani Capilla Barajas

Egresado de Comunicación política por la FCPyS en la UNAM. Interesado en temas como migración, cultura política y democracia con perspectiva de género. Ha sido asistente de producción y comunity manager y coordinador de comunicación. Es integrante del Observatorio de Reformas Políticas en América Latina.

@RO_Capilla


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