8M, como cada día
Desde el surgimiento del movimiento #NiUnaMenos en Argentina en 2015, cada 8 de marzo es particularmente recreado como un día de activismo feminista que moviliza a buena parte de la sociedad; un día que se vuelve propicio para reflexionar sobre lo logrado, pero también para exigir los cambios pendientes e imprescindibles sobre aquellas prácticas que aún relegan a las mujeres y personas LGBTTIQ a situaciones de desigualdad y que completan el primer eslabón en una cadena de violencias.
Pero, todavía hoy, la cuestión de la desigualdad de género es probablemente una de las temáticas que las sociedades habitan con más contradicciones. Estudiar la opinión pública sobre un tema aún tan sensible, es mirar de frente a esas contradicciones que anidan en sociedades difícilmente conscientes de esos conflictos. Es en esos grises en los que nacen los climas de opinión que producen los grandes cambios de paradigmas. O no.
El desconocimiento sobre lo que representan los feminismos y sus demandas son la principal causa de las resistencias y rechazos sociales.1 La falta de datos con perspectiva de género contribuye sustancialmente. En la historia, en la ciencia, la cultura, la literatura, la economía, incluso en las políticas públicas existe una gran ausencia de datos femeninos y estas ausencias tienen consecuencias y gran impacto en la vida cotidiana de las mujeres. Por ejemplo, en Argentina no hay datos oficiales sobre feminicidios previos a 2014.
¿Cómo saber si los feminicidios aumentaron o disminuyeron? ¿Cómo implementar políticas públicas para atender a esta problemática sin tener medida cabal del fenómeno? Hablar de datos no es sólo hablar de estadística. Con todo, poco sabemos sobre las percepciones de las propias mujeres en torno a las problemáticas que las atraviesan. Por eso la investigación de opinión pública con perspectiva de género se convierte en insumo fundamental para los/las decisores de políticas públicas.
Un primer dato que sobresale en nuestro estudio realizado en mujeres y personas LGBTTIQ sobre mercado laboral,2 es que en relación al trabajo remunerado existe una fuerte percepción de que las mujeres ganan menos que los hombres por el mismo trabajo (52 %). Ese mismo porcentaje opina que ven limitada su carrera laboral por la maternidad y un 41 % afirma haber presenciado hechos de discriminación por género; la mayoría en su lugar de trabajo. Además, el 59.1 % considera que los varones son favorecidos con posiciones de mayor responsabilidad, independientemente de si son más capaces o no.
Una segunda cuestión relevante son las tareas domésticas y de cuidados, sin las cuales el mercado laboral no podría funcionar. Según nuestro estudio, el 39 % de las mujeres manifestaron que tienen a su cargo estas tareas con exclusividad. Esta inequitativa distribución de tareas trae consecuencias negativas para las mujeres: el 39.9 % sostiene que “tiene menos posibilidades de compaginar la vida laboral y familiar que los varones” y un 58.7 % cree que “un mejor acceso a lugares de cuidados de las infancias (guarderías/jardines de infancia/escuelas) les cambiaría su vida”. Aspectos en los cuales las deudas sociales son enormes.
Pero la violencia contra las mujeres sigue siendo una de las problemáticas que más atraviesa a las sociedades: un 80 % de las encuestadas sostiene que la violencia de género aumentó en los últimos dos años. Es el issue que obtiene mayores consensos y es también una materia pendiente para las políticas públicas. Si bien en los últimos años hubo avances institucionales considerables como la sanción de leyes, la implementación de programas y políticas, la asignación (todavía muy escasa) de recursos y la suscripción a pactos con organismos internacionales, esas políticas son percibidas como acotadas o insuficientes. La política todavía no sabe cómo procesar las demandas ni cómo administrar los consensos y los disensos en torno a ellas. Abundan los slogans fáciles, las consignas vacías o las fotos por compromiso y escasean los proyectos e iniciativas que generen impactos reales en la vida de las mujeres.
En este año electoral en Argentina, se produce un fenómeno que aún no se ha estudiado en profundidad: por primera vez, es probable que las tendencias electorales entre varones y mujeres sean diferentes. El género se consolidará como una variable significativa a la hora de analizar el comportamiento de voto y las mujeres, un segmento clave especialmente de cara a una posible segunda vuelta electoral. ¿Cómo hará la política para interpelar a las mujeres? La respuesta a esa pregunta es lo que debería importar. Mientras, el 70.5 % de las mujeres cree que “las fórmulas ejecutivas (políticas y empresariales) deberían ser mixtas por ley”, y un 60 % de la ciudadanía en general acuerda con ello.
Ese es un primer paso que todos los espacios políticos deberían dar. Un piso mínimo a cumplir (con énfasis en la palabra “mínimo”). Llegará entonces el cierre de listas de candidatos/as en algunas semanas y el sistema político deberá poner a consideración de la sociedad su oferta electoral. ¿Cuántas de las fórmulas ejecutivas que se presentarán serán paritarias o sólo masculinas?
En épocas de consensos precarios, Estados indiferentes y movimientos antigéneros, los debates futuros entre los discursos que promueven diversas formas de acción de los Estados vinculadas al género definirán en buena medida los nuevos paradigmas.
Hasta que las respuestas lleguen, las mujeres seguimos esperando, reclamando, luchando, como cada 8 de marzo, como cada día.