Desafíos y grietas para las #EleccionesArgentina2023
Pasaron ya cuarenta años desde que Argentina volvió a la senda democrática y todo indica que, a estas alturas de 2023, año de nuevas elecciones presidenciales, ha quedado desterrada la lógica pendular entre autoritarismo y democracia que primó durante el siglo XX. Sin embargo, los desafíos para la democracia argentina y sus fuerzas políticas están lejos de agotarse en el complejo contexto socioeconómico. En ese escenario, se discuten dos desafíos y dos grietas que asoman en su horizonte político.
El primer desafío se vincula con las fuerzas políticas. Las internas en los partidos políticos argentinos vienen de larga data, son intensas y no siempre se resuelven en forma positiva, esto es, evitando rupturas. Sin embargo, en las dos principales fuerzas políticas, Frente de Todos (peronismo) y Juntos por el Cambio (Unión Cívica Radical, Propuesta Republicana y Coalición Cívica - Afirmación para una República Igualitaria) las rencillas internas se han incrementado de manera sustantiva desde 2022.
La situación actual no es novedosa en la historia política argentina, de hecho, en 2009 con la Ley 26.571 se introdujeron las denominadas “Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias” (PASO) luego de que las divisiones internas del entonces oficialismo culminaran en una derrota en las elecciones legislativas en la Provincia de Buenos Aires. Lo cierto es que, mediante ese mecanismo, se obliga a todos los partidos a postular precandidaturas en elecciones primarias, al tiempo que se busca equilibrar la competencia para las facciones opositoras internas en cada agrupación. Si bien todavía hoy se discute el alcance y la efectividad de estas (porque son costosas y poco usadas), las PASO fueron aprovechadas por las fuerzas políticas que precisaban dirimir candidaturas en varios comicios, tanto por cargos legislativos como ejecutivos de nivel nacional y subnacional (en las provincias que también incorporaron primarias). Sin ir más lejos, las primarias del peronismo para la candidatura a Gobernador de Provincia de Buenos Aires en 2015, o las de Juntos por el Cambio de 2021 en el mismo distrito para bancas de diputados y diputadas nacionales, son casos testigos de la disminución de los costos de coordinación internos gracias a las PASO.
En 2023 pareciera que las PASO no gozan de confianza plena o que, al menos, su continuidad sigue en discusión para algunos sectores del oficialismo (sin olvidar que en el pasado también fueron cuestionadas por la oposición). En el mes de febrero el Presidente de la Nación, Alberto Fernández, convocó en sus redes sociales a las y los representantes de los diferentes sectores del Frente de Todos (la fuerza política que integra) a conformar una mesa para coordinar las reglas electorales para el armado de las listas, pese a que ya existe un mecanismo legal para ese mismo fin. El primer desafío para las PASO será entonces mostrar robustez y capacidad para canalizar el conflicto que se avecina por el armado de listas en un contexto de alta tensión.
El segundo desafío es la posibilidad de que un outsider con un fuerte discurso antipolítica acceda al Ejecutivo Nacional. En Brasil, la llegada de Jair Bolsonaro a la Presidencia constituyó una irrupción para su sistema político y no fue contemplado ni respaldado por las principales fuerzas partidarias tradicionales. Hoy los sondeos muestran incertidumbre e indefinición entre la ciudadanía argentina, esto parece lógico cuando se pregunta por candidaturas y listas que todavía no han sido conformadas. Lo cierto es que en la mayoría de las encuestas publicadas en los medios nacionales se destaca la existencia de una tercera fuerza en la competencia presidencial (La Libertad Avanza), posicionada al margen de las dos fuerzas tradicionales. La llegada de outsiders al poder en otras latitudes ha devenido en momentos de tensión e inestabilidad, es por ello que el segundo gran desafío es reafirmar la consolidación del régimen democrático frente a un posible crecimiento de opciones antipolíticas.
Hasta aquí los desafíos, pero también hay dos grietas… Pocas veces ocurre que un concepto que conocemos con otro nombre en la Ciencia Política se vuelve algo tan coloquial para explicar la dinámica del sistema político de un país. En la prensa se habla mucho de la grieta existente entre el oficialismo (Frente de Todos) y la oposición (Juntos por el Cambio). Esa grieta es la “polarización”.
Hace varias décadas, la mirada de Guillermo O’Donnell en su seminal escrito sobre el “Juego imposible” (publicado en 1972 en su libro “Modernización y autoritarismo”) marcó a fuego la interpretación de que el electorado argentino estaba polarizado entre un sector peronista y otro anti-peronista, en una suerte de clivaje político. Ni la extrema izquierda ni la extrema derecha tienen traducción en las principales fuerzas políticas. La primera grieta es, entonces, la que se da entre el hoy denominado Frente de Todos (peronismo/kirchnerismo) en contraposición a Juntos por el Cambio (fuerzas no peronistas), una heredera del clivaje político descrito por O’Donnell. En esa grieta son comunes los fuegos de artificio discursivos permanentes y hasta algún chispazo protocolar con motivos de los traspasos de mandos entre ambas fuerzas, sin embargo, la dinámica de la competencia es electoral y ya ajena a una imposibilidad democrática.
Pero hay segunda grieta que resulta más preocupante, la que se profundiza cuando la división se produce entre la ciudadanía identificada con las fuerzas políticas respecto de aquella que adopta una postura antipolítica, lo cual vincula esta segunda grieta al segundo desafío. Como precedente, debe mencionarse que en las elecciones de 2001 la ciudadanía mostró niveles históricos de voto negativo (entendido como la suma de votos nulos y blancos), superando éste en algunos distritos al voto dado a la principal fuerza política. El principal derrumbe electoral de esos comicios cayó sobre los votantes de las fuerzas no peronistas, mientras que el voto peronista se mantuvo cercano a sus valores promedio. La desilusión de quienes no son peronistas se tradujo, entonces, en que un amplio sector de la sociedad se uniera bajo la consigna “Que se Vayan Todos”, en referencia al hartazgo con la clase política tradicional.
Lograr una recomposición del sistema de partidos argentinos tras el derrumbe de 2001 tomó varios años, inclusive pueden vislumbrarse elementos de continuidad aún luego de esa crisis, como han sostenido Andrés Malamud y Miguel de Luca. En todos los casos, la amenaza de que en 2023 vuelvan a prosperar los discursos antipolítica cuenta con un gran antecedente, más aún en esta oportunidad que se da con un liderazgo y una fuerza política para canalizar ese discurso. La segunda grieta, entonces, se da entre los partidos tradicionales (que tienen entre sí su propia grieta) y el sector antipolítica que promueve un nuevo “Que se Vayan Todos”. La relevancia e intensidad con la cual llegará a las urnas esta segunda grieta es incierta, depende de la contención y el diálogo, como así también de los resultados a corto plazo en el plano socioeconómico.
Las #EleccionesArgentina2023 van a coronar el período más extenso de democracia continuada en la historia argentina. Sin embargo, aún resta saber si el festejo de estos 40 años se verá opacado por algunos de estos desafíos y grietas.