El videojuego de la vida
El mundo como lo conocemos ha llegado a su fin, la humanidad es amenazada por el extraño hongo Cordyceps que, por alguna extraña razón, o quizá porque así es la evolución, ha mutado y tiene la capacidad de enfermar a los seres humanos; quienes se contagian se convierten en huéspedes del hongo, el cual, a una velocidad inusitada, transforma a sus víctimas en seres poderosamente violentos, irracionales y que buscan alimentarse a como dé lugar de seres vivos.
El temido apocalipsis “zombie” se ha vuelto la principal amenaza para la supervivencia de la raza humana, las personas infectadas han perdido su condición de humanidad, se han fusionado con el hongo, quien se aprovecha de su huésped para desplazarse y tomar control, se apoya además en su capacidad natural de comunicarse a través de redes. Este escenario es peor para quienes intentan sobrevivir, los recursos son escasos, el alimento es limitado y surgen espacios emergentes de poder que controlan la vida de quienes han logrado escapar y refugiarse de esta cruel y mortal amenaza, un nuevo orden se ha establecido.
Esta es la historia que da vida a un exitoso videojuego en el que el usuario acompaña a una niña llamada Ellie y a su protector de nombre Joel en un viaje lleno de retos, acción y muerte en el que el objetivo es llevar con bien a la niña a un lugar en donde podrán descubrir por qué ella es inmune al virus. Ella se ha convertido en la única esperanza de la humanidad para poder encontrar una ansiada cura.
En su camino, el usuario debe enfrentar y superar los retos que se le van presentando, es un juego muy avanzado en su programación, los usuarios que lo han jugado se han convertido en auténticos fanáticos. En ese contexto, la casa productora HBO realizó una serie de nueve capítulos que retoma la historia planteada en el videojuego, protagonizada por uno de los actores más exitosos del momento, Pedro Pascal. La producción, en palabras de los fanáticos del juego, es muy realista, no les ha decepcionado. Por el contrario, la reconocen y la siguen.
En ese mundo caótico que se plantea, el capítulo tres, llamado, “Mucho, mucho tiempo”, es una pieza excepcional que motiva a la reflexión. Bill y Frank son dos personajes secundarios de la historia que se encuentran aislados en un pueblo en el que la amenaza zombie ha dejado de ser su principal preocupación. Ellie y Joel deben llegar con ellos para poder continuar su viaje.
En el capítulo podemos ver la relación que se construye entre dos hombres que luchan por reconstruir su realidad en un mundo que se ha convertido en una amenaza, es así que a lo largo del episodio podemos conocerles mejor y emocionarnos con el amor que nace entre ellos, la simple tarea de cosechar fresas es una muestra de amor y gratitud a la vida misma.
El capítulo permite reconocer que, a pesar del caos, la destrucción y la muerte, el amor encuentra la manera de florecer; la desesperanza se diluye ante al amor, el caos cede ante el amor, el futuro mismo se aclara con el amor, el amor es la cerradura y la puerta por la que la esperanza entra.
Democracia para zombies
Tal y como podemos observar en la serie producida por hbo, la vida y el estado de cosas puede cambiar en un instante. Parece que pasa exactamente lo mismo en los Estados que tienen y creen en la democracia como un sistema de vida. En los últimos años hemos sido testigos de lo que algunos ya identifican como una crisis de la democracia a nivel continental, hemos sido testigos de cómo candidatos que llegan a la Presidencia de sus países por medios democráticos, una vez instalados comienzan sistemáticamente a minar, sabotear y cerrar el sistema que les permitió acceder al poder. En otras palabras, se benefician de las instituciones democráticas para obtener un voto de legitimidad; luego, de manera misteriosa, una extraña enfermedad les infecta (no se sabe si es algún tipo de Cordyceps relacionado con el poder mismo) y los convierte en seres muy parecidos a los que podemos ver en la serie.
Este virus es tan o más contagioso de lo que creemos, de pronto ataca e infecta a cientos, miles de personas que creen ciega y fielmente en el líder, están dispuestos a matar y morir por el bien de la red, o podríamos decir, del proyecto de transformación o de mantenimiento del estatus de la clase política de la que creen van a obtener la materialización de sus expectativas.
Los zombies no sólo comen gente, han comenzado a comerse a las instituciones, ven en ellas a un enemigo al que deben minimizar y dejar en estado de letargo; para ellos representan un obstáculo que debe ser eliminado por el bien del proyecto, esto evidentemente genera un problema con aquellos que no han sido infectados, provocando un estado permanente de hostilidad para convertirlos en zombies o eliminarlos del espacio público.
Ante este panorama tan adverso de confrontación y polarización social, tal y como sucedió en el capítulo tres de Last of us, debemos confiar y construir una nueva realidad a partir del amor, de la solidaridad y de las propuestas. Acúsenme de soñador y romántico, pero yo no estoy dispuesto a ser un zombie.