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España 50 años después

Para varias generaciones, de las que formo parte, la transición de España a la democracia, después de la muerte de Francisco Franco (1975) fue motivo de estudio, admiración y emulación. Aunque no fue la transición la que hizo rey a Juan Carlos I, ya que el tirano lo ungió en vida y lo protegió post mortem, no hay duda de que el arduo y paciente diálogo entre quien el dictador designó heredero y sus opositores, de derechas a izquierdas, fue la vía para el cambio y la construcción de un Estado democrático en España.

Por esos cambios fue que España se convirtió, desde finales de los años 70 y en buena parte de los 80, del siglo pasado, en el terreno favorito para los politólogos que querían entender la transición desde la dictadura a la democracia. Y de los políticos, en especial de México, que buscaban replicar, en versión autóctona los “pactos de la Moncloa”.  En las discusiones y programas de la izquierda mexicana de aquellos años, la transición española era referencia obligada.

A finales de los 70, junto con Eduardo González, visité por vez primera la España postfranquista. En un segundo viaje a Madrid, a principios de los 80, obligado era acudir a la taberna “José Luis”, en la calle Serrano, que en uno de sus salones de la parte alta presumía haber sido sede de las conversaciones que dieron lugar a esos famosos pactos. Memorable para mí fue una larga tertulia y debate en “José Luis”, tapas y vino sobre la mesa, con José Woldenberg y Luis Felipe Garrido. Cuyo epílogo me abstengo de narrar, por ahora.

Como en otra visita nos dijo en su piso madrileño el mítico dirigente del PC español, Santiago Carrillo, “la democracia española fue primero platicada, luego se hizo realidad”. Medio siglo después tengo para mí que la principal aportación de la transición española a México fue demostrar que el diálogo podía ser la vía para el cambio democrático.

A 50 años del arranque de la transición, en estos días de polarización y gritos, conviene leer lo que el actual rey de España dijo hace unos días al conmemorar ese medio siglo. Transcribo fragmentos de ese discurso:

Este acto que celebramos hoy nos lleva a recordar un tiempo en el que España se abrió al diálogo como camino para construir la convivencia democrática. Es muy importante hacerlo, que recordemos, porque quienes entonces éramos muy jóvenes —yo apenas tenía 7 años— vimos cómo el país empezaba a transformarse poco a poco, gracias a decisiones responsables y gestos valientes, a cesiones de unos y otros. Pero quizás las generaciones que han nacido en una democracia consolidada no lleguen a hacerse una idea de todo lo que implicó dar forma a aquella convivencia, dar cauce a aquel deseo de libertad «sin ira» y de formar parte de la Europa democrática.

 “(…) la Transición, no fue un proceso sencillo, ni espontáneo. Fue un proceso paulatino, incierto, con riesgos y abierto en sus resultados, en el que cada paso estuvo precedido por conversaciones, pactos y concesiones. Ese ejercicio de responsabilidad compartida —de conciencia sobre lo que había que evitar—, solo fue posible porque se sostuvo sobre una base firme: el respeto mutuo. En una sociedad marcada por décadas de represión y divisiones, eso fue un gesto político revolucionario.

“Fue una obra colectiva que permitió que España se reconociera a sí misma como una democracia europea; un gran pacto en el que ningún grupo logró imponer su visión completa porque todos ellos comprendieron que la convivencia exigía ceder algo para ganar un futuro común. Fue una elección pragmática, pero también profundamente moral.

“Por supuesto, la Transición no fue perfecta. Pero valorarla solo por lo que omitió sería injusto. En las circunstancias del momento, se hizo lo correcto: se priorizó la reconciliación, la estabilidad y la creación de un marco común, tan necesario.

“En tiempos en los que el desacuerdo se expresa con crispación, mirar hacia ese periodo puede servirnos, no para idealizarlo, sino para recordar su método: la palabra frente al grito, el respeto frente al desprecio, la búsqueda del acuerdo frente a la imposición. La democracia no es solo sus formas y procedimientos, sino la búsqueda leal y conjunta de aquello que sirva mejor al bien común.

“Un cambio que fue posible gracias a esas y a otras muchas voces que, aún diversas en planteamientos ideológicos, coinciden en algo esencial: la Transición fue un acto de diálogo y moderación, donde la prioridad nunca fue la victoria ideológica, sino el pacto y la convivencia. Ninguno la consideró perfecta, pero todos la defendieron como el mejor acuerdo posible en las circunstancias dadas.” (Felipe VI. Rey de España)

 

Posdata: Criminalizar la protesta, amenazar con cárcel a los dirigentes agrarios y de transportistas o denunciar supuestos -o reales- vínculos con algún partido político hace recordar los tiempos de otro secretario de Gobernación. Se llamó Gustavo Diaz Ordaz, quien ocupó el Palacio de Covián de diciembre de 1958 a noviembre de 1963. 

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Jorge Alcocer V.

Director fundador de Voz y Voto.


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