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La marcha de Zacatecas

Entrevista a Amalia Garcíadiputada por MC

Gloria Alcocer Olmos: ¿Qué te inspiró para hacer lo que haces actualmente? Remontémonos a tu pasado y un poco háblanos de tu infancia y de tu juventud.

Amalia García: En mi infancia mi padre fue gobernador, él siempre estuvo en el PRI, pero era una persona muy vinculada a la visión cardenista. Muy del estilo de esa época, seguramente de quienes pertenecían a esa visión y yo recuerdo, siendo una niñita, que lo acompañaba a las giras en Zacatecas, un estado con enormes y tremendas distancias. 

A mí me emocionaba, me llamaba mucho la atención llegar, él se sentaba en un lugar y había personas que empezaban a hablar con él, y empezaba a hablar uno tras otro y podíamos estar todo el día durante horas y él escuchando a la gente, atendiéndola. 

El acompañarlo a hacer esos recorridos, el escuchar a la gente siempre atento, y haberle preguntado –y aunque cuando lo digo parece que me lo invento pero es real–: “¿qué es la política?” Porque yo oía hablar: la política, la política, ¿qué es la política? Y él decía: “servir a la gente, la política es servir a la gente”. 

Un hombre progresista, te digo, de esa corriente cardenista; en la casa aprendimos con él a cantar La Internacional, a cantar La Marsellesa, eso fue parte de mi formación. Luego lo nombran embajador, él estuvo en el Servicio Exterior como embajador muchos años, y la familia, mis hermanos, mis hermanas y yo, fuimos en ese recorrido por el mundo durante muchos años, con mi padre y mi madre, y estando en Polonia viene el movimiento del 68.

Pudimos vivir de cerca, estando en Varsovia, la movilización de las tropas soviéticas para entrar a Checoslovaquia. Se oía la información trunca y además con la visión de que era un riesgo, un peligro. También hubo movimiento estudiantil en Polonia, los jóvenes fueron reprimidos. Y viendo las noticias, me encuentro que en México también estaban los jóvenes movilizándose y que fueron aplastados, que entró el ejército y dije, esto no puede ser, me quiero regresar a México, y finalmente mis padres aceptaron. 

Mis hermanos siguieron con ellos pero yo me regresé a Zacatecas y lo primero que hice al inscribirme en la preparatoria con mis amigos fue buscar qué información teníamos, qué pasaba en el país. Entonces creamos un pequeño círculo de estudios. Teníamos ahí lecturas de todo tipo, las de los jóvenes de esa época, desde Hermann Hesse hasta literatura, novela, cuento, pero también algunas revistas. Y la revista que dirigía Marcué Pardiñas. Tratábamos de saber qué pasaba en el mundo con una visión muy crítica.

Soy parte de una generación que estuvo atravesada por un sentimiento antiautoritario. Eso permeó prácticamente todo. En Zacatecas yo formé parte de esa generación que criticaba acremente al gobierno, al PRI, al sistema de partido, al Estado, y luego empezamos a decir: “¿con quiénes podemos vincularnos para afianzar nuestra visión de lo que deberíamos hacer?”

Y empezamos a buscar comunistas, ¿dónde estarán los comunistas aquí? Y nos empezaron a decir: “bueno, parece que hay un comunista en Fresnillo” y luego encontramos que eran dos. Uno era Chon Castro, que era líder minero, y el otro era Lolo López, un líder campesino. Llegaron unos jóvenes de la Ciudad de México a dar clases a la Facultad de Economía. Eran jóvenes que habían participado en el movimiento estudiantil del 68. A partir de eso el vínculo fue con una visión antiautoritaria, muy críticos del sistema, del modelo de partido de Estado. Y yo me casé con uno de los maestros que llegaron, estaba dando clases en la Facultad de Economía, yo estaba en la prepa, era consejera universitaria y nos reuníamos en ese círculo de estudios y de lecturas que teníamos. 

Me caso y me vengo a la Ciudad de México y lo primero que hago es afiliarme a la Juventud Comunista. Y en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales encontré al club, le llamábamos club cuando era Juventud Comunista. 

En el club de la Juventud Comunista entro en contacto con los comunistas. Con Valentín Campa, que además hicimos una relación de mucho afecto, de mucho mucho cariño. También empezamos a visitar a los presos políticos que estaban aquí, en Lecumberri, a un lado de la Cámara de Diputados, y a dar la batalla en lo que podíamos. Manifestaciones, mítines, en un ánimo de contribuir a que las cosas fueran distintas. 

Ese era nuestro deseo, el de esa generación y el mío. Queríamos que fuera distinto nuestro país, queríamos que hubiera libertades, queríamos que hubiera democracia, queríamos que hubiera justicia. Es decir, una generación con un gran deseo de cambiar lo que la oprimía y con el deseo de que se abriera paso la libertad, otra sociedad, otra manera de vivir el mundo.

GAO: ¿Has vivido violencia política? De ser afirmativa tu respuesta, ¿qué hiciste y qué haces para combatirla?

AG: Bueno, he vivido violencia política sin saber que eso nos permitiría dar esa batalla contra la violencia política; luego ir construyendo un camino, transitar para que desaparezca, pero sí muy consciente de que era inaceptable, de que no podía ser. 

Desde esos primeros años en que empecé a participar en Zacatecas y teníamos este círculo de estudios, recuerdo que, en algunas columnas, porque ejercíamos la crítica y éramos muy activos en la Universidad, impulsamos una reforma universitaria; yo era consejera universitaria y en algunas columnas empezaban a aparecer descalificaciones como un “marimacho”. “Amalia, la hija del licenciado García, de familia tan querida, tan respetada, es un marimacho”. Y yo, ¿qué?, ¿cómo es?, a ver, ¿de qué se trata?

Y luego, para ir a la campaña para ser consejera universitaria, mis propios amigos, compañeros, jóvenes que queríamos cambiar el mundo me decían: “Amalia, para qué te inscribes. Eres mujer, no van a votar por ti, no vas a ganar”, decían mis propios compañeros. 

Finalmente fuimos descubriendo parte de una cultura predominante en que el espacio público no era el espacio de las mujeres y que había que descalificarlas o que había que desalentarlas. Y por esa época, una de las académicas que llegaron a Zacatecas, con la que hicimos una enorme amistad, Valentina, nos prestó El segundo sexo de Simone de Beauvoir. 

Empezamos a decir: “a ver, qué es lo que está pasando aquí”. Y a partir de eso un tránsito para tener claro de qué se trataba este intento de exclusión, de marginación, de subordinación que era constante y luego al llegar a la Ciudad de México, ya casada, en el propio Partido de la Juventud Comunista, que era una fuerza libertaria, avanzada, progresista, de izquierda, al mismo tiempo, la visión en el trato cotidiano de las compañeras no era una visión incluyente, pero no se decía, simplemente era el trato. Y al mismo tiempo decir: “yo estoy aquí por derecho propio”. Y participar y trabajar, meterme a todas las actividades. 

Ha sido una constante a lo largo de mi actividad pública, presente en la izquierda, en la oposición, en la sociedad civil y también partidaria. Una visión que divide, “este es el espacio de los hombres, este es el espacio de las mujeres”. Pero yo siempre muy determinada a trabajar, a participar, a actuar, a estar presente. Y sin proponérmelo, a ganar por derecho propio el estar en los espacios de decisión. Pero era parte de un trabajo que significaba el doble de esfuerzo. La batalla era mayúscula para estar ahí, no buscando estar en el cargo, sino porque me apasionaba lo que yo hacía, porque estaba convencida, porque era parte de mi manera de verme y de mi idea de qué hacía en el mundo. 

Fui participando cada vez más en espacios de dirección, en el Comité Central, en el Comité Ejecutivo Nacional, en las direcciones del partido, tanto en el Partido Comunista primero, como en el Partido Socialista Unificado de México, en el Partido Mexicano Socialista, en el PRD, por la actividad, pero también cada vez fue más claro para mí y para mis compañeras que esa participación significaba un esfuerzo mayúsculo, porque teníamos una múltiple tarea. 

Me embaracé, entonces las tareas del hogar, de la familia, más las del estudio, más las de la militancia política, requerían una dedicación que significaba el triple de esfuerzo. Y creo que además lo podía hacer porque había una enorme convicción mía de que el espacio público era mi espacio. Era una convicción, lo digo porque me gustaba participar, promover, impulsar cosas, aunque estando en el Partido Comunista no teníamos, como en el PRI, condiciones para decir: “es que yo quiero ser diputada, es que yo quiero ser senadora, quiero ser gobernadora”. Eso no entraba en mi panorama. 

Yo lo que quería era participar, influir, estar presente en las batallas, en las luchas, en los acontecimientos. Entonces eso era lo que yo quería. Y no me proponía de ninguna manera ningún tipo de cargo. En nuestra visión no estaba ocupar cargos. Para mí la política no era como en el PRI fue y sigue siendo, en muchos ámbitos, la idea de que había que hacer una carrera política. Y que entonces tenías que enfrentar las adversidades para hacer tu carrera política. Esas palabras, esa frase, no existía en mi vocabulario ni en el de mis compañeras. Era: “Participo porque quiero cambiar el mundo. Participo porque el espacio público también es mi espacio”. Y además fui entrando, junto con otras compañeras, en contacto con el pensamiento del movimiento feminista tanto aquí en México como en otras partes del planeta. 

Empezamos a leer lo que planteaban las feministas del Partido Comunista italiano, del Partido Comunista francés, las españolas, que era además la visión más fresca y avanzada en el eurocomunismo porque ponían en el centro también la libertad y la democracia. Los partidos comunistas tradicionales, lo que ponían en el centro era la lucha de clases, el asalto al poder, la dictadura del proletariado. En México, junto con Arnoldo Martínez Verdugo, con Gilberto Rincón Gallardo, se fue construyendo una visión distinta de lo que queríamos en el país y en el planeta. Queríamos justicia social, pero también queríamos libertades y queríamos democracia. Y eso incluía nuestros derechos, los de las mujeres. Y también se empezó a cuestionar quién era el sujeto, como decíamos, el sujeto de la historia en la visión de la izquierda tradicional comunista. El sujeto de la historia era el proletariado.

En la visión que empezamos a construir con esta apertura de Arnoldo Martínez Verdugo, de Gilberto y de todos los demás fue: los sujetos de la historia son múltiples. Los que van a transformar la vida, el mundo, son muchos actores y lo decíamos nosotras. Yo fui secretaria de Asuntos Femeniles, así se le llamaba todavía en el PSUM y en el PMS. Lo que decíamos es que los sujetos de la historia eran todos aquellos que, por su condición de subordinación, de opresión, de marginación, deseaban cambiar el mundo. 

Y ahí entraban las mujeres, estaban los jóvenes, estaban todos los que eran excluidos, marginados y subordinados, nos convertíamos en actores de la historia. Y empezamos a hacer elaboración teórica y a darle fundamento a esto y a participar activamente. Pero una cosa era la elaboración teórica, el dar la batalla, y otra cosa era la participación de los compañeros. 

Yo fui asambleísta, participé activamente y políticamente y recuerdo, habiendo sido asambleísta en la Ciudad de México, que me eligieron para presidir la mesa directiva de la Asamblea de Representantes. Todavía no era Asamblea Legislativa y menos Congreso local y, a la hora de firmar los acuerdos para poder hacer los comunicados que procedían, el primer documento que yo recibo decía “presidente Amalia García”, presidente de la Mesa Directiva. 

Y entonces lo que dije es: “Tienen que volver a hacer este oficio porque debe decir: presidenta Amalia García”. Y me dijeron: “Es que no es posible porque el término oficial es presidente”. Entonces dije: “muy bien, pues no firmo”. “¿Cómo que no firma los acuerdos de la Asamblea de Representantes?”. Y se tuvo que discutir en la Junta de Coordinación Política qué hacer sobre eso y finalmente tomaron la determinación de que lo iban a aceptar, pero lo hicieron con un acuerdo y con una consideración. La consideración es que, habiendo revisado el Diccionario de la Lengua Española, así como decía “sirviente y sirvienta” podía asumirse que podría decirse “presidente y presidenta”. 

Es decir, ellos creían que estaban agrediéndome a la hora de tomar esa determinación. Y el símil: “muy bien, si una sirvienta puede decirse sirviente, entonces un presidente puede decirse presidenta”. Creían que era una agresión. No sabían o no entendían que en nuestra visión eso no lo significaba. Eran las batallas que se tenían que dar. Antes de ser asambleísta había sido diputada federal en ese gran movimiento que se dio en la ruptura con el PRI donde participamos todos respaldando, después de la declinación de Heberto Castillo, la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas. 

Llego a la Cámara de Diputados, o llegamos, en plural, hombres y mujeres, y uno de los hechos más brutales y dolorosos, que además continúa en nuestro país, fue la denuncia que recibimos. No la quería recibir casi nadie pero yo la recibí de un grupo de familiares de víctimas de violación. Venían las madres, los padres, hermanas, hermanos y eran algunas de las víctimas diciendo: “Queremos que esto no quede impune. Queremos que se investigue, que se sancione a los responsables y queremos que nos apoyen porque estamos con la certeza de que los agresores son de corporaciones policiacas, entonces queremos que se abran los archivos”. 

Y la decisión que tomamos, y yo me metí a fondo, Sara Lovera fue la que los trajo conmigo, fue pelear porque se abrieran los archivos con las fotografías para encontrar quiénes eran y finalmente logramos que se les encontrara. A la hora de revisar los archivos, las fotos de la Procuraduría General de la República, allí aparecieron las fotos de los responsables. 

Eran violaciones que se estaban llevando a cabo en el sur de la Ciudad de México, en Tlalpan, en Fuentes Brotantes, y el modus operandi era idéntico: iban en pareja, agredían con toda violencia. Y las mujeres que fueron denunciando a lo largo de semanas, porque eso fue un delito que duró bastante tiempo, a la hora de conocerse haciendo las denuncias, identificándolos, cuando se abrieron los archivos lo que encontraron es que eran policías judiciales federales del sector antinarcóticos al mando del subprocurador Coello Trejo. Fue una gran batalla la que dimos por respaldarlas para que esto no quedara impune. 

Y luego al mismo tiempo nuestra batalla fue: “vamos a modificar el Código Penal y de Procedimientos Penales para que la violación se convierta en delito grave y también la determinación que tomamos en la Cámara, ya aliadas las mujeres diputadas de distintos partidos, aunque la tensión y la polarización era muy grande, fue que había que hacer esa modificación y hacer por primera vez una reforma que incluyera el delito de hostigamiento sexual. 

Entonces hicimos unos foros. Respaldamos a las víctimas, logramos que se detuviera a los agresores, que se les procesara y que se les sentenciara, después de amenazas muy fuertes a las propias víctimas y también a nosotras. A mí llegaron a visitarme policías judiciales a la oficina en la Cámara, a decir que tenían las grabaciones de lo que yo decía, llevaban las grabaciones amenazando, pero logramos que se les sentenciara. 

Luego iniciamos el proceso de reformas aquí en la Cámara de Diputados y a la hora de hacer los foros, por ejemplo, sobre hostigamiento sexual, pues se invitó a grandes juristas, a personalidades para que expusieran, y recuerdo que uno de los grandes juristas que llegaron decía: “esos términos de hostigamiento sexual no existen ni son parte de nuestra cultura. Esto es parte de una cultura y una visión anglosajona. No tienen nada que ver con nuestras tradiciones en México. En México lo que tenemos es una tradición que viene de España que es el cortejo. Pero queda claro de las diputadas que están promoviendo estas iniciativas, lo hacen porque son personas que hay que comprenderlas. Están mal, son feas, son personas con poca autoestima, tienen poca valoración por sí mismas, entonces por eso proponen que se modifiquen nuestras normas para incluir eso que es una tradición anglosajona, el hostigamiento sexual”. 

Entonces era la descalificación personal porque promovíamos reformas a los ordenamientos penales, con la inclusión del delito de violación como delito grave, su tipificación y también el de hostigamiento sexual. Era la descalificación, la manera de enfrentar nuestras propuestas era con agravios personales. Que de todos modos eso no nos detuvo. Hicimos una gran alianza las diputadas de todos los partidos y logramos tal presión de opinión pública que finalmente se aprobaron las reformas. Pero por delante estaba la descalificación. Y bueno, lo he vivido también en otros momentos para distintos espacios. Yo no consideraba ser candidata a la gubernatura.

GAO: ¿Nos puedes compartir dos anécdotas breves de tu trayectoria como gobernadora, qué retos te implicó y cómo los superaste? 

AG: El reto principal era dar resultados y eso lo sigo diciendo. Quienes llegan a un espacio de decisión pública y tienen el voto de la ciudadanía, estamos obligadas y obligados a dar resultados y ser eficaces, del partido que sea. La gente espera que lo que uno planteó estando en campaña lo cumpla. 

Mi principal reto era, con la visión que yo había construido de la problemática de Zacatecas, con mi mapa de navegación como yo le llamaba, poniendo en el centro las dificultades para poder sacar adelante a Zacatecas, mi reto principal era dar resultados, era ser eficaz. Este mapa de navegación, que lo plasmé en el plan estatal de desarrollo, no fue un acto para quedar bien cumpliendo la obligación legal, sino realmente para dar resultados. Y entonces era dedicarle tiempo completo, todas las horas, las veinticuatro horas, todos los días del mes, todos los años a mi trabajo como gobernadora. 

Yo decía que incluso dormida, yo estaba trabajando. Y era real, porque si me iba a dormir con algún asunto pendiente, estaba soñando y me despertaba y en ese momento decía: “ya sé lo que voy a hacer”. Además yo soy muy desvelada. Duermo poco, me levanto temprano y era una dedicación de tiempo completo. 

Mi visión era, siendo una mujer de izquierda y feminista, que había que hacer transformaciones en todo. Entonces los presupuestos con perspectiva de género, que cuando lo planteé al principio, en la propia Cámara de Diputados y en el gabinete, muchas personas me decían: “¿y qué es eso, con qué se come, cómo que presupuestos con perspectiva de género?” Entonces armé talleres con el gabinete y también con diputadas y diputados de todos los partidos diciendo: “Así, de esto se trata, este es el objetivo porque los hombres y las mujeres no solo vivimos de manera distinta sino hasta morimos por causas distintas. Salud, mientras los hombres mueren la mayor parte por accidentes en el trabajo, por accidentes automovilísticos, por riñas entre ellos, las mujeres morimos principalmente por causas vinculadas a nuestra biología, a nuestro cuerpo. Y entonces tenemos que hacer presupuestos con perspectiva de género en todos los ámbitos, atravesando todas las políticas públicas”. 

El reto que yo tenía era echar por delante mi visión. Los problemas, la problemática de Zacatecas, atenderla, ser eficaz, dar resultados pero con mi visión. Y en el caso de la democracia ver cómo lográbamos mecanismos para ser incluyentes, para reconocer la pluralidad, la diversidad. Mi gobierno fue el primero que tuvo una ley de acceso a la información y de rendición de cuentas, que fue un reto gigantesco porque no es: “hago la ley para el acceso a la información”. Si no había casi ni computadoras, creo que había dos computadoras. Entonces tener todo digitalizado, toda la información, dar la información inmediatamente y garantizar transparencia y que fuera eficaz, fue un reto gigantesco. 

Invitamos y capacitamos a cientos y cientos de jóvenes pasantes para poder llenar de millones de datos al sistema, para que la ciudadanía pudiera tener el acceso a la información inmediatamente. Y en el caso de la Cámara de Diputados no estaba legislado, pero lo que yo planteé fue que la Comisión de Vigilancia, que es la que revisa el uso de los recursos públicos, estuviera encabezada por la oposición, que fuera la primera minoría, que en ese caso era el PRI. Entonces cuando lo planteé a las diputadas y diputados de PRD, ellos me dijeron que “cómo, que si éramos gobierno, que si teníamos el poder, eso era algo inconcebible”. Yo dije: “Bueno, pues vamos a trabajar mejor, de mejor manera vamos a dar resultados. Mi equipo va a ser más eficaz si sabe que hay una vigilancia que es de un partido de oposición”. 

Todos los planteamientos que habíamos venido haciendo desde la oposición, mi reto a la hora de plantearme ser eficaz y dar resultados era también cómo plasmar una visión por la que había votado la gente. Una visión progresista, avanzada, influyente en todos los ámbitos. También mucho diálogo. Eso significó mucho acuerdo y significó venir a la Ciudad de México con proyectos muy sólidos, muy bien constituidos, a hacer la gestión de recursos, para que no fueran solamente promesas, buenos deseos, buenas intenciones, sino para que hubiera resultados. 

El ser eficaz no es un asunto solamente de voluntad, sino de la capacidad para poder tener los proyectos, para gestionar. El reto era ser muy asertiva en todo lo que me planteaba. Un gabinete que también tuviera conocimientos. No un gabinete de izquierda, aunque mi determinación fue que todas y todos tuvieran una visión muy avanzada, pero sobre todo que fuera gente que supiera en cada uno de sus ámbitos mucho más que yo. Porque quien gobierna no es experta o experto en todo, pero sí debe tener la capacidad para determinar a quiénes incorpora y que sean las mejores y los mejores en su ámbito, en el educativo, de ciencia y tecnología, en el de salud, en el de cultura, en el de infraestructura, en el del campo. 

Fue un gran equipo el que trabajó. Y de retos, cuando me preguntan, pero cómo los asumí como mujer, esos retos. Bueno, yo estaba tan hecha a lo largo de tantos años de estar en las batallas políticas, en el debate, en el diálogo, en ir a defender mis ideas, que a mí no me resultó difícil, que fue una de las primeras cosas que yo planteé: que los informes de gobierno serían informes de gobierno en donde habría debate. Y entonces desde el primer año hasta el último yo presentaba mi informe de gobierno, daba un mensaje político y regresaba a los quince días con los diputados y diputadas a discutir el informe durante horas y horas. 

Porque habíamos además, en la izquierda de la que yo venía, planteado que habría que buscar una modificación al sistema político mexicano para ver si era semiparlamentario, semipresidencial. Y entonces, a mi manera, sin modificar de manera sustancial el modelo, yo dije: “A ver, semiparlamentario. Pues entonces que aquí haya debate. Y que las diputadas y los diputados que consideren pertinente, después de haber leído el informe, no como se acostumbra ahora: “ya no está el presidente presente, ya no están los gobernadores, envían el documento, no regresan, regresa su gabinete”, a lo que llaman glosa. 

Que la glosa, yo creo que realmente debería desaparecer porque no tiene ninguna utilidad, no concluyen absolutamente nada. Es tiempo perdido. Pero yo dije: “el debate con ellos” porque si había señalamientos de diputadas y diputados de que algo no estaba marchando bien, de que algo no se había hecho con eficacia, de que algo no estaba adecuado, entonces eso servía como un incentivo con mi gabinete y conmigo para decir: “aquí hay focos rojos, vamos a atender eso”. 

Y también hacía informes regionales. Y otra cosa que implementé fueron las audiencias públicas. Eran audiencias públicas itinerantes. Llegaba como yo había visto a mi padre escuchando a la gente. Llegaba yo a una escuela, se designaba antes el lugar, el patio de la escuela para hacer la audiencia pública. Y la audiencia pública empezaba a las nueve de la mañana. La ciudadanía de las comunidades y de los municipios cercanos estaban avisados de que yo iba a estar ahí. Empezaba la audiencia pública y a lo lejos estaban los integrantes de mi gabinete y la gente iba pasando y diciendo: “requerimos una escuela, requerimos el arreglo de la clínica, requerimos un crédito en el campo”, en fin. 

Y también era una especie, como yo digo, de confesionario porque la gente me iba diciendo: “el presidente municipal no está bien” o “el funcionario de su gabinete o la funcionaria que vino dijo que se iba a hacer esto y no se ha hecho”. Y entonces todos sabían que la gente a uno le decía lo que verdaderamente estaba pasando. 

Yo recuerdo haber estado, por ejemplo, en una de esas audiencias públicas, en el municipio de Pinos, que en invierno es muy frío, empezamos a las nueve de la mañana, terminamos como a las dos o tres de la mañana y yo tenía casi hipotermia. No podía ya casi moverme y dije: “yo requiero que ahorita consigamos un caldo hirviendo, para tomarme ese caldo para poder volverme a recuperar”, porque estaba yo sentada atendiendo, atendiendo, atendiendo a la gente. 

Y en el caso del Consejo Estatal de Desarrollo Rural Sustentable, ¿qué es lo que decidí? Pues decidí que en la primera sesión a la que llego, quienes lo constituyen son las personas líderes de los sistemas-producto. Y entonces la primera reunión a la que llego –siempre en la norma está establecido que quien preside es el gobernador o la gobernadora–, no había una sola mujer. 

Todos, como lo podemos imaginar, con sombrero, cinto piteado, bota, los líderes de los sistemas agropecuarios. Y entonces ya los saludé con mucha cordialidad y les dije: “me parece excelente esta reunión y ahora yo sé que ustedes están de acuerdo y me van a respaldar en que el cincuenta por ciento de quienes los constituyen van a ser mujeres y que se van a elegir en sus propias regiones los sistemas-producto”. 

Dijeron que sí, yo era la gobernadora, entonces se constituyó el Consejo de Desarrollo Rural Sustentable con la mitad mujeres y la mitad hombres, elegidas igual que ellos en sus propios sistemas-producto, en sus propias regiones. Y entonces era una manera de decir, desde los presupuestos con perspectiva de género, desde la composición, las políticas públicas con perspectiva de género, las libertades, la democracia, plasmando una visión. Y también aprendiendo de la gente que más sabía. 

Insisto en el caso del campo, por ejemplo, cuando fui a campaña preguntando cómo fue el reto siendo mujer, en campaña, el candidato del PAN hizo una campaña que se veía muy atractiva. Además el nombre de él, Pancho López. Entonces Pancho López aparecía en la publicidad, en los carteles, en el radio, en los espectaculares, y aparecía Pancho López subido a un tractor. Un gran tractor, con su sombrero, un hombre fornido, alto, fuerte y entonces decía: “Les habla Pancho López. Te hablo a ti, Amalia García. ¿Qué haces en Zacatecas si tú no conoces el campo? Voten por Pancho López”. Algo así era la publicidad. 

Claro, las mujeres fueron indignadísimas a la sede del PAN pidiendo que quitara el anuncio, se armó un escándalo porque por todos lados él reclamaba que yo no conocía el campo. Y finalmente el PAN tuvo que quitar ese tipo de publicidad. 

Gano la gubernatura y en las primeras semanas después de que gané pidió cita Pancho López, que era gran productor agropecuario, con invernaderos. Un hombre realmente exitosísimo en la zona del semidesierto de Zacatecas. Hace la cita y digo: “Claro, por supuesto, que pase Pancho López”. Pasa Pancho López a verme, muy atento, un poco apenado y me dice: “Oiga, pues yo vengo a verla porque hablé con don Javier Usabiaga”, que era el secretario de Agricultura a nivel federal. 

Pancho López, lo que le había dicho, es que él quería ser el delegado de la Secretaría de Agricultura Federal en Zacatecas. Y don Javier Usabiaga lo que le dijo es: “Ve a ver a la gobernadora. Si ella está de acuerdo te nombro delegado. Si ella no está de acuerdo no podrás ser delegado”. Me dice entonces: “Hablé con don Javier Usabiaga, yo quisiera ser el delegado y vengo a verla a usted, porque si usted está de acuerdo me va a nombrar y si no, no”. Y le dije: “Pancho, voy no solamente a estar de acuerdo sino que le tengo a usted un enorme agradecimiento. ¿Recuerda usted su campaña, donde decía que yo no conocía el campo?” “No, bueno. Una disculpa. Es que así la diseñaron desde México. Yo tuve que hacer la campaña que ellos consideraron que era la más atractiva, la más eficaz”. Le dije: “No, es que yo le digo en serio, auténticamente convencida de que le agradezco. Yo la mayor parte de mi vida he vivido fuera de Zacatecas. Estuve con mis padres viajando por el mundo. Luego me casé y me fui a la Ciudad de México. Yo soy zacatecana chilanga”. 

Le dije: “Amo a mi tierra, la he recorrido intensamente, me puse a estudiar. Pero cuando usted hizo esa campaña, usted tenía razón. Yo conocía muy poco el campo. Y cuando usted hizo esa campaña, una de mis determinaciones fue que yo me tenía que convertir en una conocedora de cada región de Zacatecas, de cada comunidad, de cada ranchería. Qué era lo que producían, cuáles eran sus dificultades, cómo hacerlo. Y usted es un productor exitoso en el semidesierto con invernaderos y yo quiero que usted colabore conmigo. Porque yo me puse a estudiar, porque yo aprendí y porque además usted sabe más que yo de eso y entonces yo quiero que usted sea el delegado de la SAGARPA aquí en Zacatecas”.

Y entonces ya tomé el teléfono, le hablé al secretario de Agricultura y le dije: “quiero que Pancho López sea el delegado, porque él sabe cómo producir en el semidesierto y yo necesito que en el semidesierto de Zacatecas se produzca con invernaderos y que la gente salga de la pobreza y salga adelante con tecnificación, con conocimiento”. 

Los retos que se te plantean en la vida y un hasta intento de descalificación pueden ser útiles porque te sacuden y te hacen ver cosas. Efectivamente yo no conocía el campo. Lo conocía de manera superficial, podían haberme hecho un discurso, o había quienes me decían: “A ver, el discurso sobre el campo”. Y dije: “No”. 

En plena campaña, después de que dijo eso Pancho López, hicimos unas consultas sobre el Plan Estatal de Desarrollo. Pero no eran, desde mi punto de vista, las consultas tradicionales de “bueno, hágase la consulta para que la gente hable”. Yo llegaba a las reuniones en donde se hacía la consulta sobre el campo en cada región, porque cada región es distinta. No es lo mismo el semidesierto que la región de los cañones que está hacia Jalisco, donde hay agua y hay lluvia. 

En cada lugar era estar escuchándolos, tomando nota. Sabiendo quiénes eran los que tenían, desde la visión que uno percibía, las mejores propuestas, las iniciativas, para incorporarlos después a los equipos. Para que esas personas contribuyeran. Incluso la descalificación o el intento de descalificación o crítica puede ser útil. En mi caso en esa época, en ese caso específico y en otros más, en lugar de tomarlo como un agravio, dije: “vamos a ver fríamente, ¿tienen razón sí o no? ¿Qué es lo que me falta por avanzar? ¿Qué es lo que me falta por conocer, qué hacer?” 

Por eso digo que yo puse el acento en un gabinete que tuviera mejores conocimientos que yo en cada ámbito. Claro, la determinación la toma uno. Y además porque yo digo: “estar en espacios de decisión es tomar decisiones”, como la palabra lo dice. Gobernar es tomar decisiones. Y te puedes equivocar, o puedes tener la razón, pero es tomar decisiones. 

Y qué otra cosa hacía yo, no por ser mujer, sino por ser una mujer de izquierda que venía del debate, de la polémica, de la confrontación de ideas, de escuchar, de leer, de estar cerca de la intelectualidad democrática. En mi gabinete, lo que hacía en cada reunión era: “A ver, tal tema. Quiero oír sus opiniones”. 

Las primeras semanas nadie opinaba nada, hasta que uno de los integrantes del gabinete, a quien nombré procurador, el licenciado Carlos Pinto, me dijo: “Quiero hablar con usted. Mire gobernadora, le voy a decir con claridad, con franqueza, por qué nadie habla. No estamos acostumbrados a cuando un gobernante llega pida opinión, sino que uno espera qué dice el gobernante para todos apoyarlo y decirle: tiene usted razón. Esa es la tradición, esa es la cultura predominante. Aquí nadie quiere equivocarse”. Entonces dije: “Bueno, yo vengo de una tradición personal en la que me formé en el debate y en la polémica. Uno no tiene por qué saber absolutamente todo”. Y entonces me voy a hablar con el gabinete. La siguiente reunión fue: “Lo que yo quiero es escucharlos. La decisión la voy a tomar yo. Yo puedo equivocarme. Pero necesitan darme su opinión”. Claro que la tendencia principal era darme la razón. 

Entonces invité a Gustavo de la Rosa Murato, matemático de la Universidad que nunca quiso ni quiere ni querrá ser candidato a un puesto público en ningún lado. Le dije: “Te quiero invitar. Tú eres brillante, eres inteligente, eres un universitario formidable”.

Y le dije algo que es una superficialidad: “En la vida hay dos tipos de personas, las optimistas y las pesimistas. Y tú eres pesimista. Y yo quiero que estés en el gabinete encabezando mi equipo de asesoría, porque en las reuniones yo quiero que tú opines”. 

Llega Gustavo a la reunión del gabinete, y digo: “A ver, ¿cómo ven este proyecto que tengo?” Y la tentación surgía. Todos: “Excelente, maravilloso, magnífico, es fabuloso señora gobernadora. Qué gran iniciativa, qué inteligencia”. “A ver Gustavo, ¿tú qué opinas?” “No, yo no estoy convencido. Yo creo que lo que dicen aquí no está bien fundamentado porque le falta no sé qué”. No podían ver a Gustavo. 

Pero eso me permitía a mí el equilibrio. Y ya después el gabinete mismo fue asumiendo que la tradición que teníamos en una izquierda democrática, era una tradición extraordinariamente buena, porque permitía ver claroscuros, pros y contras. ¿Cuál era la diferencia siendo gobernadora a que si no hubiera sido gobernadora? Que los gobiernos son verticales. Es decir, toma la decisión la persona que encabeza y todo mundo obedece. Pero yo lo que introduje ahí fue desde el debate de los informes, y además hacer los informes itinerantes y discutir y analizar y ver pros y contras. Igual con mi gabinete era el análisis y era muy intenso. Requería más tiempo. 

Sí, pero yo estaba dedicada de tiempo completo a gobernar, y yo quería hacer las cosas que sirvieran. No solo las que se me ocurrieran, sino el proyecto que yo había presentado a la ciudadanía, pero irlo evaluando permanentemente. Entonces esa era parte de cómo tomar decisiones. 

Y claro, caminar por el estado intensamente. ¿Qué me costaba el caminar por el estado? Desde las seis de la mañana estar levantada, tomarme un jugo de tomate y luego vámonos, a ver la información, las notas del día porque seguramente va a haber entrevistas y porque tengo que dar una opinión. Y en el camino, en la carretera comerme unas gorditas y un litro de café. 

¿Qué me costaba? Que empezó a haber en las zonas urbanas una crítica. “¿Por qué no la vemos arreglada de salón? ¿Por qué no se pinta? ¿Y por qué esto y lo otro?” Y además se me ocurre, para ahorrar tiempo, cortarme el pelo. Dije: “no tengo tiempo de arreglarme el pelo”. Me corto el pelo y no bueno, se me echaron encima: “¿Pero cómo, nuestra gobernadora?” Dije: “no importa”. 

Las bodas, los quince años, son espacios importantes porque la gente convive. Yo llegaba de una gira en pantalones o como fuera. Las personas de largo, es una fiesta. Entonces venía la crítica: “¿Y por qué no la vemos arreglándose?”. “Pues porque estoy arreglando el estado, un estado que tiene más de cuatro mil comunidades de menos de cien habitantes, una extensión geográfica gigantesca. Un estado que tiene una altísima migración porque no tenemos agua, porque la gente se la pasa viendo al cielo a ver si va a llover. 

La mitad de los zacatecanos y las zacatecanas están en Estados Unidos. Yo tengo tíos que fueron braceros, primos, primas que son méxicoamericanos. Sabemos lo que es la migración. Entonces mi reto era trabajar para que con ese proyecto intentáramos sacar adelante al estado. Y por eso una de las prioridades fue la educación. El respaldo a la Universidad. La sacamos de una situación límite, a punto de cerrarse, era ya insostenible. 

Logramos que se llevara un campus del Instituto Politécnico Nacional; solo hay dos fuera de la Ciudad de México, uno está en Silao, Guanajuato y el otro en Zacatecas. Impulsamos las tecnologías de la información. Se creó una maestría en ingeniería de software, robótica para niños y niñas de primaria, de quinto y de sexto año en escuelas públicas, diciendo “el conocimiento es lo que va a sacar al estado adelante”. 

Y además es un conocimiento para el que la gente no se tiene que ir necesariamente. Aquí puede haber empresas que puedan llevar las cuentas, el trabajo de otras que están alejadas o están en el otro lado del mundo. El reto de dar resultados, que era un trabajo de tiempo completo, no me dejaba tiempo para: “a ver si voy al salón de belleza, a ver si me arreglo”.

GAO: Amalia, se habla de un desencanto generalizado con la política, los partidos y en general, digamos, con la democracia, de la ciudadanía, pero en particular de las juventudes. ¿Qué les dirías tú para incentivar su participación a estas juventudes y qué mensaje le darías a las mujeres jóvenes?

AG: Sí veo un deterioro, una crisis de los partidos políticos, pero no son el único espacio para cambiar el mundo. Uno tiene que abrazar causas. Yo abracé causas. Abracé la causa de los derechos humanos, abracé la causa de los derechos de los migrantes, la causa de los derechos de las mujeres, la causa de la democracia, la causa de la libertad. 

Que abracen causas. Que se apasionen por esas causas. Y desde la sociedad civil, desde su casa, desde la comunidad. Hay que hacer comunidad. Desde donde uno está, hagamos todo lo que sea posible para que mejore la vida para todas y para todos. 

Yo veo con entusiasmo que una causa, que además es crucial porque está en juego la supervivencia del planeta, es la del cuidado del medio ambiente. Y que cada vez más jóvenes tienen conciencia de que lo que les estamos dejando es un mundo que es insostenible. 

Entonces que abracen causas, que se emocionen, que se comprometan. Aquí vienen a verme con cierta frecuencia personas de todas las edades, pero algunas personas jóvenes que han venido, no todas, algunos de los que llegan me dicen: “Oiga, yo vine a verla porque yo quiero ser diputado”. Y yo le digo: “Muy bien. ¿Y qué quiere hacer siendo diputado? ¿Cuáles son sus causas?”. “Bueno, en realidad no lo he pensado mucho pero quisiera hacer una carrera política”. Entonces les digo: “Me da pena decirle, pero anda mal. Abrace una causa. Y si lo hace en la escuela, en la colonia, en la comunidad, en la sociedad civil, tal vez en algún cargo público, su causa es lo que lo va a guiar y es lo que le va a dar sentido a su vida”. 

“En donde esté. No importa que no esté en un cargo público como diputado, porque además esto se acaba, es efímero. La gente le puede abrir las puertas, tratarlo muy bien y cuando se acabó eso ya no existe. Es humo”. Yo no tengo contratado un chofer, yo tomo Uber. Uso bastante el metrobús, porque esto se acaba. El estar en un cargo público tiene que ser para que lo que sí dure sea lo que uno hizo. Lo que la gente vea, lo que la gente sienta. Los cargos son efímeros pero las causas no. Las causas permanecen.

GAO: ¿Te consideras feminista? ¿Cómo vives y miras el feminismo en la actualidad?

AG: No, no me considero, soy feminista. Creo que fui la primera diputada federal en este Congreso, aquí en San Lázaro, que desde la tribuna, que a la hora de presentarme, cuando acababa de entrar en 88, dije: “Me quiero presentar. Soy Amalia García, feminista. Vengo del Partido Comunista, soy una mujer de izquierda, madre de familia”. Y entonces soy feminista. 

Y para mí hay muchos feminismos, pero si lo sintetizo como el movimiento feminista, es la gran corriente en la que hemos dado la batalla por nuestros derechos. Por no ser marginadas, subordinadas, excluidas y hablo en plural. No una. Que llegue una mujer a una gubernatura está bien. Que lleguen diez está bien. Pero, ¿y el resto de las mujeres? En los espacios de trabajo, en donde viven, tenemos que garantizar que en todo el tejido social, en todos lados, las mujeres podamos lograr que se respeten todos nuestros derechos. 

Las niñas, las jóvenes, las mujeres. Todas las mujeres y las niñas. Que se respeten plenamente nuestros derechos. Eso es el feminismo. La gran corriente con toda su diversidad y pluralidad en el planeta, que ha dado y está dando la batalla, la más importante de la historia actual de la humanidad para que se respeten plenamente los derechos de la mitad de la humanidad. 

Y entonces la humanidad será diferente cuando se respeten nuestros derechos, de niñas y de mujeres. En un momento muy duro en el que tantas están siendo asesinadas, tantas están siendo violentadas. Esto de lo que nos habla es de que tenemos mucho camino todavía por andar.

GAO: Amalia, militaste muchos años en un partido político. Ahí te formaste, obtuviste tus candidaturas, todas las que aspiraste, que ganaste, pero hoy estás en otro. ¿Cuál es tu balance y cuál es tu visión del futuro de los partidos políticos y su relación con las organizaciones ciudadanas no partidistas? 

AG: Soy muy crítica de los partidos políticos. Milité en partidos políticos que tenían un gran debate interno, que se proponían cambiar el mundo, que buscaban otro futuro para nuestro país. Eso fue lo que me motivó. Me salí del PRD, lo dejé cuando consideré que ya no estaba enarbolando esas causas, las de los derechos, las del cambio. Que lo motivaban otras causas que no eran las mías y las que habíamos enarbolado tantas y tantos. 

Luego me acerqué a Movimiento Ciudadano porque me invitaron, me invitó Dante Delgado. Pero cuando él me invitó yo le dije: “Dante, voy a participar respaldando iniciativas que tengan que ver con elaboración teórica, con análisis, con construcción de propuestas, pero no me quiero afiliar”. Primero le dije: “no me quiero afiliar”. 

Segundo. Cuando él me invitó para ser candidata a diputada, me dijo con toda claridad: “Amalia, te invito en un momento en que no vamos a hacer alianzas. No sabemos si vamos a ratificar el registro o no. Además te invito al número dos de la circunscripción donde está Zacatecas. Y tres años antes de eso solamente se había logrado el número uno. Así es que te invito al número dos y no sabemos si puedes llegar”. 

Entonces le dije: “Me gusta acercarme a Movimiento Ciudadano. Hay una crisis de partidos que es lamentable porque es una vía de participación organizada de los ciudadanos, las ciudadanas. Entonces participo, pero, fundamentalmente, yo te quiero pedir que sea con la libertad de no afiliarme, con la posibilidad de participar en formación política, en reflexión”. 

Dijo que sí. En lo que más participo es en foros que se están haciendo. Una serie de foros donde están contribuyendo con sus ideas y su visión personas de la sociedad civil, de la intelectualidad democrática de nuestro país. Ninguno de los que han participado están afiliados a Movimiento Ciudadano y la intención es construir una propuesta de futuro para México y una propuesta social demócrata, que no era el perfil que tenía ni Convergencia Democrática ni Movimiento Ciudadano cuando cambió de nombre a Movimiento Ciudadano, pero que ha ido afinando esta visión social demócrata. 

Yo creo que contribuir a plantearse un México distinto, con libertades, con democracia, con justicia, es fundamental. Pero también creo firmemente, muy convencida, que se requiere la sociedad civil, la actividad de la sociedad civil organizada. Hoy hay muchas formas de participación de la sociedad civil, en las redes sociales, en organizaciones más específicas, con causas específicas como las del medio ambiente. La sociedad más agraviada y adolorida de nuestro país son las familias de desaparecidas y desaparecidos que están organizadas. Sin su lucha, sería insoportable lo que se vive en nuestro país, sin esa batalla para que se haga justicia. 

Entonces yo creo que la sociedad civil es esencial. Y que hay que respetarla, respaldarla, es fundamental. Y cuando se hace la crítica, –la ha hecho el presidente– a la sociedad civil, él puede tener elementos de algunas organizaciones de sociedad civil, pero está desconociendo que la sociedad civil en su conjunto es fundamental. Es el elemento vital que permitirá que nuestra sociedad sea mejor. 

Porque además no todo lo va a hacer el Estado –y además qué tipo de Estado– con qué decisiones tomadas desde los gobiernos requerimos a la sociedad civil. Y ojalá que en los partidos políticos hubiera una sacudida y tuvieran otro cause. Yo veo en una situación crítica a prácticamente todos los partidos políticos. 

En este caso, Movimiento Ciudadano, con esta posibilidad de reflexión, de elaboración, veo un respiro ahí, oxígeno. Pero soy crítica de todos los partidos.

GAO: Finalmente vamos a hacer un ejercicio de imaginación. Te vas a imaginar, te vas a meter a una máquina del tiempo. Estás adentro, vas a picar un botoncito y vas a salir tú de ahí y te vas a ver a ti misma a los veinte años. ¿Qué consejos te darías?

AG: Que siguiera adelante en las batallas que estaba dando en ese momento. El consejo sería continuar así. Porque a los veinte años estaba yo dando batallas. Estaba en la Universidad Autónoma de Puebla. Vivíamos una brutal y terrible represión del gobierno. Había compañeros que eran asesinados. Y las batallas que emprendimos yo creo que contribuyeron a abrirle paso al país. 

El rector de la Universidad era el ingeniero Luis Rivera Terrazas, un gran astrónomo que trabajaba también en Tonanzintla junto con el doctor Haro. Y fue una época heroica para muchos, porque resistieron ante el embate, los asesinatos, la cárcel. Y tal vez el consejo sería aprender más de todos ellos y de todas ellas. Aprender más, más, más, pero esas batallas valieron la pena. 

GAO: ¿Algo que yo no te haya preguntado y que te gustaría agregar para finalizar la entrevista?

AG: Sobre todo que los jóvenes, las jóvenes, sobre todo las mujeres jóvenes, participen en política. Y política no quiero decir en los partidos. Puede ser en un partido, puede ser en la sociedad civil, puede ser en su comunidad haciendo comunidad. Porque además yo tengo una definición de política entre todas las millones de definiciones de política que hay: “política es influir en los acontecimientos”. Entonces estén en la política, influyan en los acontecimientos.

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Gloria Alcocer Olmos

Directora de la revista Voz y Voto.

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