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La motivación de Putín también es electoral.

En las últimas semanas hemos atestiguado la movilización militar en Europa más grande en décadas. Se trata de más de 100,000 soldados rusos en la frontera con Ucrania y más de 5,000 enviados a Bielorrusia para la ejecución de ejercicios militares conjuntos. Por su parte, el presidente estadounidense Joe Biden ordenó el despliegue de 3,000 soldados en Polonia, Alemania y Rumania en respuesta a esta escalada de tensiones, mientras que otros 8,500 permanecen en alerta para ser desplegados. Si bien la posibilidad de un conflicto armado ha sido desestimada por observadores fuera de Occidente, acusando una campaña de desinformación, la crisis ha dominado círculos diplomáticos y militares llevando a analistas a formular diversos planteamientos sobre las motivaciones de Valdimir Putin para realizar estos movimientos ahora, sin provocaciones ni razones particulares para invadir Ucrania. Éstas, naturalmente, encuentran su epicentro en consideraciones geopolíticas y de seguridad. Sin embargo, poco se ha explorado el cálculo electoral del líder ruso para buscar un acuerdo con Estados Unidos y las potencias de la OTAN. En 2024, Putin podría estar en la boleta nuevamente, después de una reforma constitucional que le permitirá buscar la reelección hasta por dos periodos más. Con niveles de aprobación en descenso y la popularidad de su partido político en su nivel más bajo en cinco años, pareciera que un altercado con Occidente pudiera aportar una resolución que le permita terminar su mandato de manera favorable y fortalecer su proyecto hacia una nueva elección.

Desde 2018, el ex agente de la KGB ejerce su cuarto mandato como presidente de Rusia. Al término de su periodo en 2024, Vladimir Putin habrá sumado casi de dos décadas al frente de la presidencia, convirtiéndose en el segundo líder con más tiempo en el poder en la historia moderna rusa, después de Joseph Stalin. Pero esto puede cambiar, ya que la reforma constitucional de 2020 estableció que una persona puede mantener la presidencia durante dos periodos- no necesariamente consecutivos- sin que esta limitación aplique al titular actual, abriendo la puerta para su permanencia en el poder potencialmente hasta 2036. Dicha reforma fue puesta a consideración de la población rusa en una suerte de referéndum no previsto en la Constitución y que se realizó a petición del propio Putin, con el objetivo de “darle legitimidad”.[1] La participación se volcó abrumadoramente en favor de la modificación propuesta. Sin embargo, datos demoscópicos sugieren un cambio importante en las preferencias de la población rusa respecto a un posible nuevo mandato del presidente. Un estudio publicado en marzo de 2021 por la encuestadora independiente Centro Levada mostró que el 41 por ciento de las personas están en contra de que el presidente continúe en el poder después de 2024. Esta proporción ha ido en aumento sostenido desde enero de 2017, cuando menos del 20 por ciento de la población se manifestó en ese sentido. Por su parte, en la medición de 2017, casi el 70 por ciento de las personas encuestadas manifestaron su deseo de que Putin se mantenga en el poder después de 2024, proporción que disminuyó hasta el 48 por ciento en el ejercicio de 2021.[2]

Si bien es indiscutible que el presidente ruso ha mantenido una aprobación histórica alta, con variaciones entre el 60 y el 90 por ciento en veinte años, también es cierto que ésta no se ha recuperado de manera significativa desde su caída en 2017, cuando el gobierno propuso una serie de modificaciones al sistema de seguridad social. Asimismo, la economía rusa ha permanecido estancada, particularmente a partir de 2014 cuando surtieron efecto las sanciones impuestas por Occidente con motivo de la invasión a Crimea. La pandemia y la caída de los precios del petróleo contribuyeron a un deterioro mayor, sin que se vislumbre siquiera una ligera posibilidad de realizar reformas estructurales que permitan un mejor desempeño. Con este trasfondo, el Centro Levada publicó los resultados de una encuesta en octubre de 2021 que reveló que el 53 por ciento de las personas consultadas manifestó confiar en el presidente, proporción que sufrió un descenso importante desde septiembre de 2017, cuando 71 por ciento manifestó confiar en él. Estos datos fueron los más bajos que la encuestadora independiente tiene registro desde octubre de 2012, cuando el 51 por ciento de las personas encuestadas manifestaron desconfiar en el presidente.   

Pero, ¿cuáles son los factores que influyen en la opinión pública rusa sobre su presidente? Un estudio realizado por los investigadores suecos Hutcheson y Petersson sugiere que la popularidad de Vladimir Putin descansa sobre tres pilares: orden y estabilidad interna, prosperidad económica y demostración de poder en el plano internacional.

[3] El investigador del Davis Center for Russian and Eurasian Studies de la Universidad de Harvard, Aleksandar Matovski, coincide en que las preferencias políticas de la población rusa desde los años 90 se fundamentan en el deseo de reestablecer y mantener el orden y la estabilidad después del desastre que supuso la caída del régimen soviético.[4] Por su parte, el propio director del Centro Levada, Led Gudkov, sostiene que un elemento crucial que explica la popularidad de Putin es su política exterior y su retórica de confrontación en el plano internacional.[5] Conforme a la medición de orgullo e identidad nacional de esa encuestadora, casi 9 de cada 10 personas considera que Rusia debe mantener su rol de super potencia en el escenario internacional.[6] 

Como ejemplo, sirve observar el caso de la anexión de Crimea en 2014. En el mes de marzo de ese año, Putin decidió admitir una solicitud del gobierno local tras la realización de un referéndum de legalidad cuestionable, en el que el 97 por ciento de la participación se manifestó a favor de incorporarse a Rusia. Ello permitió al presidente ruso la anexión de facto de territorio ucraniano, resultando en una de las crisis más severas con Occidente desde el fin de la Guerra Fría. En los tres años previos, la aprobación de Putin había registrado los niveles más bajos en diez años, rondando entre el 61 y el 65 por ciento. Pero, en la percepción de buena parte de la población, la anexión de Crimea reestableció la grandeza nacional, lo que permitió un incremento considerable en el apoyo hacia el presidente, hasta llegar al 88 por ciento de aprobación en el mes de octubre. Datos de la encuesta Russia Research Survey de 2014, citados por Hutcheson y Petersson, señalan que el ámbito en el que Putin logró mejores resultados durante ese año fue el restablecimiento del orgullo ruso a nivel internacional. Incluso, mediciones del Centro Levada indican que la población rusa considera la anexión de Crimea como uno de los grandes eventos de orgullo nacional, con el 45 por ciento de las respuestas favorables, después de la victoria en la Segunda Guerra Mundial (87 por ciento) y la exploración espacial (50 por ciento).[7]

En 2021, Putin pudo medir fuerzas en las elecciones parlamentarias, locales y regionales del mes de septiembre. En medio de un ambiente altamente represivo y fraudulento, con el encarcelamiento de líderes de oposición como el activista Alexey Navalny y la prevalencia de maniobras para alterar la voluntad ciudadana, el partido oficial Rusia Unida fue incapaz de repetir el resultado de 2016 que le brindó una super mayoría con el 54 por ciento de los votos y 334 de los 450 escaños en disputa. Si bien éste logró mantener su mayoría con el 49 por ciento de los votos, los resultados de la elección del año pasado muestran un descenso en el apoyo hacia el partido de Vladimir Putin. Una encuesta del Centro Levada publicada en el mes de marzo de 2021- seis meses antes de la elección- reveló que la intención de voto hacia Rusia Unida se colocaba en 27 por ciento; el nivel más bajo en cinco años, con un descenso sostenido desde el mes de agosto de 2020.[8] Es ampliamente reconocido que las elecciones rusas no son limpias ni justas. Un informe del Parlamento Europeo incluso señaló que el proceso electoral de septiembre y la ola represiva que le precedió constituyen la última etapa en la transición rusa de una democracia imperfecta a un Estado autoritario.[9] Sin embargo, Putin reconoce que un factor imprescindible para mantener el poder es la opinión pública y la percepción de legitimidad. A pesar de poder presumir una victoria decisiva en la elección de septiembre, lo cierto es que, a juzgar por todas las métricas, el apoyo hacia su proyecto se ha debilitado.     

De esta manera, el affaire ucraniano se puede entender, en parte, por las presiones domésticas que enfrenta el líder ruso de cara a 2024. Vladimir Putin ha elegido una ofensiva en política exterior como mecanismo, no sólo para contrarrestar la expansión pretendida de la OTAN hacia su jardín trasero y sobre un actor que concibe dentro de su esfera de influencia, sino también para vigorizar la percepción de fuerza en asuntos internacionales que mantiene tan alta estima entre la opinión pública rusa. La estrategia pareciera estar funcionando. Una encuesta del Centro Levada realizada entre el 27 de enero y el 2 de febrero de 2022 confirmó que la aprobación de Putin mejoró en el primer mes del año, mientras las tensiones con Occidente aumentaron por su presencia en la frontera con Ucrania. Los datos publicados indican un aumento de 65 por ciento en el mes de diciembre de 2021 a 69 por ciento en el mes de enero de 2022. Asimismo, quienes se manifestaron por la desaprobación del trabajo del presidente disminuyeron de 34 por ciento a 29 por ciento en ese mismo periodo.[10] La fabricación o exageración de amenazas externas es altamente sintomática de los regímenes autocráticos y una táctica comúnmente recurrida por líderes que buscan perpetrarse en el poder. La falta de resultados favorables en otros frentes que transmitan al menos la apariencia de orden y estabilidad, así como de líderes listos para sucederle pareciera indicar que esta maniobra era la única salida. Está por verse si el efecto deseado se sostiene o si le sale el tiro por la culata.   

[1] El último ejercicio de votación nacional de esta naturaleza, fuera de las elecciones parlamentarias y presidenciales, sucedió en 1993 cuando se solicitó la participación de la población para ratificar la primera constitución post soviética.

[2] Levada Center. (1 de marzo de 2021). Attitude to the new term of Valdimir Putin. Disponible en https://www.levada.ru/en/2021/03/01/attitude-to-the-new-term-of-vladimir-putin/  

[3] Hutcheson, D. y Petersson, B. (2016) Shortcut to Legitimacy: Popularity in Putin’s Russia. Europe-Asia Studies 68(7), 1107–1126.

[4] Matovski, A. (2018). It’s the Stability, Stupid! How the Quest to Restore Order After the Soviet Collapse Shaped Russian Popular Opinion. Comparative Politics50(3), 347–368.

[5] Wizevich, L. (2 de abril de 2021). Levada Center polls offer a bird’s-eye view of what Russians think right now. Institute of Modern Russia. Disponible en https://imrussia.org/en/analysis/3258-levada-center-polls-offer-a-bird%E2%80%99s-eye-view-of-what-russians-think-right-now

[6] Levada Center. (25 de enero de 2019). National identity and pride. Disponible en https://www.levada.ru/en/2019/01/25/national-identity-and-pride/

[7] Ídem

[8] Levada Center. (11 de marzo de 2021). Electoral ratings of parties. Disponible en https://www.levada.ru/2021/03/11/elektoralnye-rejtingi-partij-5/

[9] Parlamento Europeo. (septiembre de 2021). Russia’s 2021 elections: Another step on the road to authoritarian rule. Disponible en https://www.europarl.europa.eu/RegData/etudes/BRIE/2021/698018/EPRS_BRI(2021)698018_EN.pdf   

[10] Las mediciones mensuales del Centro Levada se pueden consultar en https://www.levada.ru/en/ratings/

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Georgina de la Fuente

Licenciada en Estudios Internacionales por la Universidad de Monterrey y Maestra en Análisis Político y Medios de Información por la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tec de Monterrey. Diplomada en Elecciones, Representación Política y Gobernanza Electoral por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. 

Originaria de Monterrey, Nuevo León, Georgina ha ocupado diversos cargos en el Sistema de Naciones Unidas en México, asesorando en el desarrollo e implementación de proyectos de desarrollo en temas de observación electoral; participación política de mujeres, jóvenes e indígenas; transparencia y gobierno abierto; entre otros. Asimismo, en 2014 participó como asesora en la auditoría de la elección presidencial de Afganistán, en la ciudad de Kabul, la auditoría más grande de un proceso electoral en que ha participado la Organización de las Naciones Unidas en su historia.

De 2016 a 2021, fungió como asesora en la Dirección Ejecutiva de Prerrogativas y Partidos Políticos del Instituto Nacional Electoral (INE). Asimismo, ha sido consultora en temas de democracia, igualdad de género e inclusión para organismos internacionales e instituciones financieras privadas.

Desde diciembre de 2021, Georgina lidera la agenda legislativa y regulatoria para el Tecnológico de Monterrey. 

Georgina es casada y tiene tres perros.

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