Las pequeñas dosis de veneno también matan: el gaslighting
Las pequeñas dosis de veneno también matan: el gaslighting
Gabriela Villafuerte Coello y María Alejandra Guzmán Sánchez
«La historia de la mayoría de las mujeres está oculta
por el silencio o por adornos que equivalen al silencio».
Virginia Woolf
A lo largo del tiempo, las mujeres hemos vivido y experimentado distintas formas de violencia, desde las más burdas hasta las más sutiles. Lamentablemente, también aprendimos a caminar bajo la consigna de ser el género débil, emocional y manipulable. Estas batallas por visibilizar y nombrar cada uno de los ataques tiene una finalidad: alzar la voz con todo el costo que implica hacerlo hasta incomodar al oído más necio. Es una lucha que vale la pena encarar por una misma y por las demás mujeres, porque los efectos contra nosotras se pueden potenciar en el futuro si no actuamos hoy.
Seguimos sin ver la luz para llegar a lo que yo denominaría como el “año cero”, en el que despertemos y tengamos una vida libre, digna y, sobre todo, sin miedo. Necesitamos quitar las barreras que nos limitan para eliminar la violencia de género.
Las mujeres somos el blanco de innumerables agresiones físicas, mentales y emocionales, las consecuencias de estas conductas atroces se traducen en desapariciones y muertes. Algunas suceden sorpresivamente, otras, sin darnos cuenta, como cuando dejamos de creer en nosotras y sentimos que no tenemos el potencial para ocupar un espacio en cualquier escenario. Normalizamos vivir con miedo y aceptamos el traje a la medida que nos dio el patriarcado, aunque eso implique que nos apriete, roce, lacere o incomode y son justamente esas heridas silenciosas con las que caminamos a diario.
Para Claudia de la Garza y Eréndira Derbez, el machismo cotidiano conocido como gaslighting o iluminación de gas se refiere “a un tipo de violencia emocional muy sutil, a través de la cual se manipula a una persona para que dude de su percepción, de su memoria o de su propio juicio”.[1] La finalidad de la persona agresora es crear dudas de la realidad para tener el control de la situación y de la víctima. Este tipo de violencia puede pasar desapercibido, pero al ejecutarlo de forma constante tiene consecuencias en la salud física y emocional de quien lo vive.
Cuántas veces nos hemos preguntado: ¿estaré exagerando?, ¿estaré loca? o ¿es mi imaginación? Estas dudas sobre nuestras propias decisiones o percepciones son solo algunos síntomas de esta enfermedad. Aunque suele relacionarse de manera más frecuente a las relaciones de pareja, la iluminación de gas también puede presentarse con amistades, familiares, en lo profesional, entre otros.
Quien realiza gaslighting emplea una comunicación confusa que enmascara su hostilidad, emplea silencios hostiles, quejas, bromas hirientes o humillantes para desestabilizar a la otra persona, la cual, con el tiempo termina por creerse responsable de lo que ocurre en la relación y deviene en un estado depresivo.[2]
De acuerdo con la psicóloga Adriana Alférez Álvarez, el gaslighter o abusador:
· Suele recurrir a la mentira y niega cosas que ha dicho o hecho
· Trata de hacer creer a la víctima que olvida o imagina cosas que ella da por verdaderas
· Se presenta como la víctima para hacer sentir mal, con culpa e inseguridad a quien recibe sus agresiones
· Cuestiona y minimiza los sentimientos y experiencias de la víctima, quien siente que debe defender su verdad para sentir aprobación
Entonces, ¿qué pasa con las sobrevivientes víctimas del gaslighting? Al estar en un estado de confusión, las mujeres creemos que estamos mal, podemos sentir culpabilidad y, por tanto, ver afectada nuestra autoestima, porque no estamos conscientes de estar en dicha situación.
Algunas de las recomendaciones de la psicóloga Rebecca Urias [@psic.rebeccaurias] para no ser víctimas de la iluminación de gas son las siguientes:
· Evita buscar aprobación, puedes decir: “no estoy de acuerdo contigo”
· Mantén tus límites personales: “no me siento cómoda con lo que dijiste”
· No te disculpes por sentir, tus opiniones valen
· Sé consciente de tus valores. Si alguien te obliga a ir contra ellos, te manipula
El ámbito electoral no escapa de este problema y aumenta cuando hay mayor presencia de las mujeres en el espacio público.
Los machismos y los estereotipos de género suelen pasar inadvertidos por su cotidianeidad, por lo que, como juzgadores y juzgadoras, tenemos que usar las “gafas violetas”[3] y ponernos del lado de quienes deciden contar su historia, porque esto ayuda a acortar esa brecha de discriminación y violencia que vivimos día a día.
Por ejemplo, la Sala Regional Especializada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación resolvemos diversos asuntos sobre violencia política contra las mujeres en razón de género (VPMG), algunos de los cuales están relacionados con el gaslighting.
En 2021, en la sentencia SRE-PSC-2/2021[4] emití un voto particular porque para mí no solo hubo una manipulación hacia la entonces consejera presidenta del Instituto Electoral de Baja California Sur por parte de sus pares, sino que había un cúmulo de violencias entrelazadas, con la finalidad de minimizarla para que dudara de sus habilidades en el cargo.
En otro procedimiento especial sancionador[5] también hice un voto particular. Una persona denunció VPMG, porque le impidieron acceder al cargo de consejera municipal de Sabinas, Coahuila, aun cuando cumplió con todos los requisitos. Desde mi punto de vista, estos hechos afectaron sus derechos mediante una violencia simbólica, verbal y psicológica, porque existió un estereotipo de género en el cual se desvalorizó su palabra y restaron seriedad a sus manifestaciones.
El gaslighting no es algo menor, tenemos que estar alertas y tomar las decisiones apropiadas para no caer en este tipo de agresión que, desafortunadamente, la mayoría de las mujeres hemos vivido en algún momento de nuestra vida; por eso, estar informadas es la mejor manera de detectar y poner un alto.
Las violencias sutiles y normalizadas en la vida cotidiana afectan nuestra autonomía, por esta razón, jamás las califiquemos como micro. Recordemos que las pequeñas dosis de veneno matan.
Creamos en nosotras, tejamos redes de affidamento para acuerparnos unas a otras. Dejemos a un lado la idea que no hicieron creer que “juntas ni difuntas”. Al contrario, “aun difuntas, seguiremos juntas”.
Mujeres, hoy y siempre: ¡yo sí te creo!, ¡no estás sola!
[1] De la Garza, C. y Derbez, E. (2020). No son micro. Machismos cotidianos. México: Grijalbo, página 135.
[2] Universidad La Salle https://bienestar.lasalle.mx/gaslighting-violencia-invisible/#:~:text=Una%20de%20las%20manifestaciones%20de,incluso%20plantearse%20la%20propia%20cordura.
[3] De acuerdo con el Instituto Español de Formación Social es una metáfora para explicar cómo se ve la vida con perspectiva de género, o, dicho de otra manera, estas simbólicas gafas nos proporcionan una mirada crítica para descubrir las desigualdades entre hombres y mujeres en nuestro día a día.
[4] SRE-PSC-2/2021 https://www.te.gob.mx/media/SentenciasN/pdf/especializada/SRE-PSC-0002-2021.pdf
[5] SRE-SPC-13/2021 https://www.te.gob.mx/salasreg/ejecutoria/sentencias/especializada/SRE-PSC-0113-2021.pdf