Cuando en los años 80 del siglo pasado las oposiciones ampliaron su presencia en las cámaras del Congreso de la Unión, desde el partido oficial surgieron voces de intolerancia que tildaban a los panistas de “herederos de Maximiliano”, y a los comunistas de “agentes de Moscú”. Los gritos e improperios contra los opositores eran frecuentes desde las curules del bronx, como llamábamos al numeroso grupo de legisladores priistas que rara vez subían a la tribuna, pero se desgañitaban lanzando improperios.

Recuerdo, por ejemplo, las frases utilizadas en alguna sesión en San Lázaro -1985- por el diputado del PRI, Píndaro Urióstegui Miranda para descalificar y ofender al más incisivo de los diputados del PAN, Juan de Dios Castro. “¿Como sería la voz de los que fueron a Miramar a ofrecer a la patria como botín para conquista?”. Y Píndaro se respondía, a sí mismo: “Seguro que esa voz era igual a la del diputado que me antecedió en el uso de la palabra” (Era Juan de Dios Castro el aludido). Tal lenguaje provocó que en la Rayuela del diario La Jornada, se publicara lo siguiente: “Píndaro, haz versos. No odas”.

El lenguaje en el debate podía ser duro, pero los improperios no llegaban a extremos como los que estamos viendo en estos días. Aunque en aquellos años en San Lázaro el PRI tenía votos más que suficientes para reformar lo que al presidente le viniera en gana, ni éste ni los diputados de su partido trataban a sus opositores con el lenguaje que el domingo 17 y lunes 18 de abril utilizaron algunos legisladores de Morena para descalificar a quienes votaron en contra de la reforma constitucional sobre electricidad, y algunos opositores para responder de igual manera. Por desgracia, el mal ejemplo contagió a algunos senadores, que el martes 19 se hicieron eco de los epítetos lanzados a granel en San Lázaro.

Hago mías las palabras de la senadora Beatriz Paredes: “no soy traidor a la Patria”.

Nadie merece ser tachado de traidor a la Patria por el hecho de votar en contra de una iniciativa presidencial. Ningún presidente es la Patria. Lo que propone el presidente debe ser tratado, discutido y votado con la normalidad que permite la democracia. Disentir no es traicionar. Criticar no es atentar contra la Nación. Oponerse no es poner en riesgo la soberanía nacional.

Ese lenguaje -ofensivo e intolerante- a lo que conduce es a la ruptura del diálogo en los espacios en que esa es la condición sine qua non para la democracia. En el Parlamento, en el Poder Legislativo y en cada una de sus Cámaras. Amenazar a los legisladores de la oposición con exhibirlos como “traidores a la patria” en asambleas públicas es no solo inadmisible, sino que representa una invitación apenas velada a agredirlos.

Es obligación de quien preside cada Cámara velar por el respeto al fuero constitucional de sus respectivos legisladores. Procede hacer un llamado para para reponer el respeto mutuo dentro de los recintos parlamentarios, y fuera de ellos para proteger y garantizar la integridad de los legisladores.

Concluido el procedimiento legislativo de la reforma constitucional en materia de energía eléctrica, es indispensable restaurar un ambiente de civilidad y respeto entre los legisladores; decir no a los violentos y apelar, como lo hizo el senador Ricardo Monreal, a la prudencia y el diálogo.

Moderar el lenguaje, en todos los grupos parlamentarios. es lo primero.