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Escisiones y formación de partidos

Todos los partidos, sin excepción alguna, se encuentran divididos en su interior, lo cual permite que se encuentren integrados por grupos más pequeños que la estructura total, denominados facciones. Dichas facciones se cohesionan bajo un esquema de incentivos, donde tanto los líderes del partido como los de las facciones ofrecen estímulos a sus seguidores con la finalidad de mantener el funcionamiento del grupo; por tanto, la presencia de facciones es, en sí misma, la manifestación de las diferencias entre los grupos que cohabitan en el partido.

Las diferencias al interior de los partidos pueden traducirse en conflictos, cuyo trasfondo consiste en la competencia por los recursos de la organización o la ocupación de lugares estratégicos dentro de la misma; un ejemplo claro de ello son las disputas por las dirigencias nacionales, pero sobre todo las pugnas internas por las candidaturas. Las dimensiones de los conflictos varían en todos los casos; es así como algunos de ellos culminan con negociaciones entre las partes implicadas, mientras que otros se tornan irresolubles y concluyen con la salida de uno de los grupos, buscando consolidarse como una alternativa externa.

Una vez que las facciones optan por la alternativa de escindirse de su partido de origen, comienza un proceso de decisión vinculado con la carrera política e intereses de los disidentes. En principio, la decisión consiste en dar continuidad o no a las carreras de las personas que salen del partido, incluso existen casos como los de los grupos del Partido de Avanzada Nacional en Guatemala (1999) o el Partido Reformista Social Cristiano en República Dominicana (1990) que tras su salida de los partidos en que se formaron, decidieron no continuar en la competencia política; sin embargo, no son la mayoría de los casos. De acuerdo con datos recopilados sobre el periodo 1988-2018, 7.78% de las facciones escindidas de los partidos latinoamericanos han optado por integrarse a alguno de los partidos existentes en el espectro político nacional, 10% de ellas han decidido formar coaliciones con otros partidos, 27.77% se han inclinado por la conformación de agrupaciones políticas sin fines electorales y 54.44% han tomado la decisión de formar partidos nuevos.

Cada una de las opciones disponibles para las facciones escindidas son costosas, por ejemplo, la integración a partidos ya consolidados implica la realización de negociaciones que pueden resultar altamente negativas para los grupos salidos de los partidos de origen; asimismo, integrarse a una coalición implica aceptar las condiciones del resto de los partidos integrantes y representa un periodo de vida muy corto para la facción, quien apenas podrá sobrevivir en caso de colocarse entre las preferencias del electorado. La tercera de las opciones es sumamente compleja, formar asociaciones sin fines electorales representa únicamente la necesidad de salir del partido sin afán de dar continuidad a las carreras de las personas integrantes del grupo, por lo cual puede asociarse a divergencias ideológicas, combinada con falta de interés por ocupar cargos de elección por parte de quienes las integran.

La formación de partidos nuevos, por otro lado, parece tener el costo más alto de todas las opciones anteriores. En principio se muestra como una salida para aquellos que buscan dar continuidad a sus carreras, pero que encuentran complicado cumplir con dicho fin permaneciendo dentro de las filas de las organizaciones de origen. En tal sentido, la salida y formación de un partido nuevo representa un escaparate mucho más asequible, donde la falta de formación de cuadros, sumada a la cercanía con los liderazgos reduce los tiempos de espera para acceder a los espacios de poder o a las candidaturas a cargos de elección. Así, a pesar de que la formación de partidos tiene un costo político importante y requiere de un capital económico suficiente para echar a andar una nueva organización, representa un atajo para los interesados en competir por los cargos de elección.

La salida del partido representa tomar decisiones sobre escenarios complejos, y siendo la formación de partidos la opción más costosa, ¿qué factores pueden incidir en que las facciones puedan consolidarse como partidos con registro ante las autoridades electorales de cada país? ¿Qué hace posible que grupos disidentes puedan consolidarse en nuevas opciones electorales, como el Partido de la U en Colombia, el Partido Revolucionario Moderno en República Dominicana (2014), el Frente de Unidad Nacional en Bolivia (2003) y el Movimiento de Regeneración Nacional en México (2014)?

Las reglas del juego son un elemento fundamental. Pensando en el caso específico del registro de partidos nuevos, las instituciones como las Constituciones Políticas, las Leyes de Partidos y las leyes electorales se encuentran en el entorno de los partidos, regulando y constriñendo su origen y su comportamiento en la arena electoral. Ante la presencia de normas que establecen requisitos alcanzables para la formación de partidos (respaldo popular en proporciones razonables, presencia de respaldo ciudadano en un número reducido de entidades, o departamentos, bajo número de asambleas constitutivas, etc.) es más probable que las facciones aprovechen los espacios de oportunidad y busquen la constitución de un partido nuevo; en cambio cuando existen entornos regulatorios que establecen requisitos difíciles de cubrir, se reducen los espacios para el surgimiento de nuevas organizaciones. De esta manera, el marco regulatorio para la formación de partidos es el primer filtro para las facciones escindidas.

Ese no es el único ámbito en que las normas resultan cruciales. La ingeniería institucional también puede ser una barrera para las facciones o, por el contrario, puede ser su más grande respaldo. La presencia de sistemas electorales personalistas, donde se da más peso a los perfiles de las candidaturas, como en los casos de los sistemas de listas abiertas, suelen ser terreno fértil para la formación de partidos.

Sin embargo, es necesario considerar un factor que, sumado a las reglas para la formación de partidos, es fundamental para el surgimiento de opciones nuevas. Las facciones que se escinden suelen haber sido grupos altamente reaccionarios dentro de su partido, y sus líderes suelen ser visibles al menos durante el proceso en que se separan de las estructuras partidistas. La presencia de un liderazgo que logra asirse de la simpatía de los electores opera como un recurso capaz de contribuir no sólo a legitimar la salida de la facción de su organización de origen, sino también a su consolidación como una nueva fuerza electoral.

Lo anterior cobra importancia al reflexionar acerca de que, además de la cuestión referente a las reglas para el registro de partidos políticos, y las características del sistema electoral, uno de los factores con mayor peso dentro de las evaluaciones de las facciones escindidas es el conocimiento acerca de su capacidad para presentarse como una opción política rentable. La presencia de liderazgos personalistas contribuye en mucho a dotar de seguridad a la facción; si, por un lado la facción tiene conciencia de las características del sistema electoral y las posibilidades que este ofrece para resaltar las características de los líderes y, por otro lado, los líderes de estos protopartidos poseen la capacidad de atraer la atención y los votos de los electores, habrá mayor confianza de lanzarse hacia la apuesta de presentarse como una nueva opción electoral.

De esta forma, la probabilidad de que surjan partidos nuevos suele ser una combinación de factores institucionales y liderazgos carismáticos que, por una parte, delinean un marco de acción para las facciones mientras que, por otra parte, presentan al electorado figuras políticas que generan un alto nivel de empatía entre los votantes y con ello, la posibilidad de convertirse en partidos con alto potencial electoral.

Si bien es cierto que formar partidos parece la opción más costosa de entre todas las disponibles para las facciones, contar con un escenario institucional propicio para el surgimiento de un partido, así como con un liderazgo sólido y un grupo altamente cohesionado, reduce los costos asumidos por las facciones escindidas. Esto además coincide con el análisis sobre permanecer en el partido de origen, donde acceder a candidaturas y los beneficios de ocupar lugares estratégicos son cuestiones poco alcanzables. De esta forma, permanecer en el partido inicial tiene un costo más alto que formar una organización nueva.


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María Cristina Osornio

Licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Autónoma del Estado de México. Maestra en Ciencias Sociales por la FLACSO México. Es Doctora de Investigación de Ciencias Sociales (mención en Ciencia Política). Ha realizado estudios sobre los procesos de nominación de candidaturas en el Partido Acción Nacional (México) y sobre cuáles son los factores que determinan la selección de los candidatos presidenciales en la región latinoamericana. Integrante de la Red de Politólogas #NoSinMujeres.

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