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El fin de una era

Después de las elecciones del 2 de junio de 2024, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) no logró alcanzar el 3% de votos necesario para mantener su registro como partido político nacional, por lo que enfrentará un proceso de pérdida de registro y liquidación. Este hecho marca un momento significativo en la historia política de México y en la reconfiguración del sistema de partidos, y nos lleva a cuestionar el estado actual y futuro de los partidos políticos en las democracias latinoamericanas.

Para entender la relevancia de la pérdida de registro del PRD, es necesario recordar el papel que este partido ha jugado en la vida política mexicana. Fundado en 1989, el partido surgió como una fuerza de izquierda que aglutinó a diversos movimientos progresistas y se convirtió en un actor clave en la transición democrática del país. A lo largo de su historia, el PRD ha sido un semillero de liderazgos importantes. Figuras como Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador (antes de fundar MORENA) emergieron de sus filas. El partido llegó a gobernar la Ciudad de México por dos décadas y tuvo presencia significativa en estados como Michoacán, Guerrero y Zacatecas.

El PRD fue fundamental en la construcción de contrapesos al poder hegemónico del PRI y en la promoción de agendas progresistas en temas como derechos humanos, equidad de género y transparencia gubernamental. Su papel en la formación de coaliciones opositoras también fue crucial en diferentes momentos de la historia reciente de México.

Por supuesto, la pérdida de registro del PRD no es un caso aislado en la historia electoral mexicana. De acuerdo con los datos del INE, en las últimas tres décadas, 25 partidos políticos han perdido su registro nacional, evidenciando la volatilidad del sistema de partidos en México. La década de los 90 fue particularmente intensa, con varios partidos perdiendo su registro tras cada elección federal (4 en 1991, 3 en 1994, 3 en 1997). El periodo con mayor cantidad de partidos perdiendo registro fue entre 2018 y 2021, cuando cinco partidos de reciente creación no lograron mantener su presencia en la arena política nacional (Nueva Alianza, Encuentro Social, Partido Encuentro Solidario, Redes Sociales Progresistas, Fuerza por México). Esta tendencia evidencia la dificultad de los nuevos partidos para establecer bases sólidas de apoyo entre la ciudadanía.

Sin embargo, frente a esta tendencia, donde la mayoría de los partidos que pierden el registro son los de nueva creación, el caso del PRD es particularmente llamativo por su larga trayectoria y por haber sido una de las principales fuerzas políticas durante muchos años. Su declive se ha atribuido a diversos factores, incluyendo divisiones internas, la salida de liderazgos clave y la emergencia de nuevas opciones políticas que han captado parte de su base electoral tradicional.

 

Tendencias regionales en la formación y mantenimiento de partidos políticos

La situación del PRD se debe analizar frente a las tendencias más amplias respecto a la formación y mantenimiento de partidos políticos en América Latina, donde se observa una evolución hacia requisitos más estrictos y formales para la creación y permanencia de partidos en la mayoría de los países de la región.

Los datos del Observatorio de Reformas Políticas en América Latina evidencian que una de las tendencias más notables es el establecimiento de umbrales de votación. De los 18 países analizados, 13 han implementado porcentajes mínimos de votación para que los partidos mantengan su registro. Estos umbrales varían según el país, pero generalmente oscilan entre el 2% y el 5% de los votos válidos emitidos. Países como Colombia, Ecuador, El Salvador y Perú han sido particularmente activos en la implementación y ajuste de estos umbrales. Esta medida busca asegurar que los partidos cuenten con un apoyo mínimo de la ciudadanía para mantener su estatus oficial.

Paralelamente, se ha vuelto común exigir un número mínimo de personas afiliadas para formar un partido. De los 18 países, 11 han establecido este requisito en sus leyes electorales. Este requisito puede expresarse como un número fijo o como un porcentaje del padrón electoral, dependiendo de la legislación de cada país. Por ejemplo, México, Costa Rica y Honduras han implementado esta medida de manera clara en sus normativas. La intención detrás de esta medida es garantizar que los partidos tengan una base de apoyo real y no sean simplemente vehículos electorales sin respaldo ciudadano.

Otra tendencia importante es la exigencia de una presencia territorial demostrable. Al menos 8 de los 18 países requieren que los partidos muestren una organización efectiva en un número mínimo de regiones o departamentos. Países como Ecuador, Perú y Colombia han sido pioneros en este aspecto. Esto busca evitar la formación de partidos con influencia puramente local y fomentar organizaciones con una visión y alcance nacionales.

En cuanto a la formalización de las estructuras partidarias, prácticamente todos los países (17 de 18) han incrementado la exigencia de documentación detallada. Los partidos ahora deben presentar estatutos bien definidos, declaraciones de principios claras y programas de acción concretos. Además, 10 de los 18 países exigen que los partidos demuestren una estructura organizativa definida, con órganos de dirección y representación claramente establecidos. Argentina, Bolivia y Chile son ejemplos de países que han fortalecido estos requisitos. Estos requisitos pretenden impulsar la profesionalización de las organizaciones políticas y garantizar su capacidad para funcionar efectivamente en el sistema democrático.

Por último, pero no menos importante, se han fortalecido las regulaciones sobre transparencia y rendición de cuentas. La mayoría de los países de la región han realizado esfuerzos en esta dirección, mientras que México, Chile y Uruguay han sido particularmente activos en la implementación de regulaciones más estrictas sobre el financiamiento de los partidos y la necesidad de reportar detalladamente sus ingresos y gastos. Estas medidas buscan combatir la corrupción y fomentar la confianza de la ciudadanía en las instituciones políticas.

Todas estas tendencias reflejan un esfuerzo concertado por profesionalizar y fortalecer a los partidos políticos como instituciones fundamentales de la democracia en América Latina. Sin embargo, también plantean desafíos importantes para la diversidad política y la entrada de nuevas voces al sistema. El equilibrio entre la estabilidad institucional y la apertura a nuevas formas de participación política sigue siendo un tema de debate y ajuste constante en toda la región.

El endurecimiento de las reglas para la formación y mantenimiento de partidos políticos tiene implicaciones complejas para nuestras democracias. Por un lado, puede contribuir a la estabilidad del sistema político al evitar la fragmentación excesiva y asegurar que los partidos tengan un respaldo mínimo de la ciudadanía. Esto puede facilitar la formación de gobiernos más estables y mejorar la gobernabilidad. Además, reglas más estrictas pueden fomentar la profesionalización de los partidos, obligándolos a desarrollar estructuras más sólidas y a mantener una conexión más constante con sus bases de apoyo.

Por otro lado, también existen riesgos significativos. Un sistema demasiado restrictivo puede limitar la entrada de nuevas ideas y movimientos políticos, especialmente aquellos que representan a minorías o grupos tradicionalmente marginados. Esto podría llevar a un estancamiento del debate político y a una desconexión entre el sistema de partidos y las demandas cambiantes de la sociedad. Otro riesgo es la potencial "osificación" del sistema de partidos, donde los partidos establecidos se aferran al poder y utilizan las reglas para dificultar la competencia de nuevas fuerzas políticas.

 

El fin de una era y el futuro de la democracia mexicana

Ante la pérdida de su registro nacional, el PRD está considerando diversas estrategias para mantener su presencia en la política mexicana. Jesús Zambrano, presidente nacional del partido, ha esbozado un plan que busca no solo la supervivencia política, sino también una reinvención que permita al PRD recuperar su relevancia en el escenario nacional.

Una de las opciones que el partido está considerando seriamente es mantener su registro como partido local en aquellas entidades (13) donde sí alcanzó el porcentaje mínimo de votos requerido en elecciones estatales y municipales en esas entidades. Esta estrategia le daría al partido una base desde la cual podría trabajar para reconstruir su presencia nacional.

Sin embargo, Zambrano ha ido más allá, sugiriendo la posibilidad de formar un nuevo partido político con un nombre diferente. En una entrevista con Azucena Uresti, el líder perredista habló de iniciar un proceso de "reconstrucción" y "renovación" que buscaría "redimensionar" al partido. Esta estrategia no se limitaría a un simple cambio de nombre, sino que implicaría la conformación de una "fuerza superior" que integraría a otros actores de la sociedad civil, dirigentes políticos, sociales y académicos. El PRD está mirando particularmente hacia quienes formaron parte de la llamada "Marea Rosa", un movimiento que en meses anteriores realizó movilizaciones en favor de la democracia, sugiriendo que el partido busca alinearse con las corrientes más progresistas y pro-democráticas de la sociedad mexicana.

Sin embargo, el camino no será fácil. El PRD no solo enfrenta la pérdida de su registro nacional, sino también la posibilidad de perder su registro en 19 entidades federativas. Esto significa que el partido tendrá que trabajar arduamente para mantener su presencia en aquellos estados donde aún tiene apoyo significativo, como Tabasco, donde logró superar el umbral mínimo en las elecciones para gubernatura, diputaciones locales y ayuntamientos, y en buscar registro y recuperar terreno en el resto del territorio nacional.

En última instancia, el futuro del PRD dependerá de su capacidad para reinventarse y reconectar con el electorado. Ya sea a través de la formación de un nuevo partido, la consolidación de su presencia a nivel local, o la construcción de alianzas más amplias con la sociedad civil, el PRD se enfrenta a un momento decisivo en su historia. Su capacidad para enfrentar esta crisis no solo determinará su propio futuro, sino que también tendrá implicaciones significativas para el panorama político en su conjunto.

La pérdida de registro del PRD marca el fin de una era en la política mexicana. Este partido, otrora pilar de la izquierda y actor clave en la transición democrática, se enfrenta ahora a su posible desaparición como fuerza política nacional. Esto no solo afecta al PRD, sino que tiene implicaciones profundas para el funcionamiento del sistema político. La diversidad de voces y la competencia política son elementos esenciales de un sistema democrático saludable. La desaparición de un partido histórico como el PRD podría llevar a una menor pluralidad en el debate público y en la representación de diferentes sectores de la sociedad, especialmente las y los votantes que se identifican con la izquierda.

Este momento de crisis para el PRD es también un reflejo de una reconfiguración más amplia del sistema de partidos en México. Los partidos históricos se enfrentan a desafíos sin precedentes, mientras que nuevas fuerzas políticas ganan (cada vez más) terreno. Esta reconfiguración podría llevar a un realineamiento de las ideologías y propuestas políticas que derive en un debilitamiento de la democracia mexicana o en el surgimiento de nuevas formas de hacer política y de conectar con la ciudadanía. El futuro nos dirá cuál será la nueva era de la política mexicana. 

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Karolina Gilas

FCPyS-UNAM, Investigadora del Observatorio de Reformas Políticas de América Latina [#ObservatorioREFPOL] y Red de Politólogas - #NoSinMujeres.

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